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Colon » El Entre Rios
Fecha: 09/04/2025 06:30
A pesar de los esfuerzos por mantener el superávit fiscal y la ortodoxia monetaria, sigue pesando sobre Argentina la sospecha del mercado por su poco ortodoxa política cambiaria. No lograr acumular reservas es una preocupación de los mercados financieros, que desde comienzos de 2025 se desprendieron de bonos y acciones del país. La sospecha radica en que la política cambiaria responde a las ambiciones políticas del gobierno. Haber tenido que recurrir al Fondo Monetario Internacional (FMI) para financiar la transición entre el estado actual de las cosas y un estado ideal, en el que Argentina podría financiarse en el mercado de capitales de manera voluntaria, parece necesario para evitar daños a la sociedad. Al mismo tiempo, sin embargo, trae aparejado un tufillo a que los éxitos económicos no tienen pies tan sólidos como se pretende. Detrás de estas nubes incipientes, llegó la tempestad: el “Día de la Liberación” de Donald Trump resultó un golpe letal para las expectativas. El efecto directo del aumento de aranceles no es significativo para Argentina, para la cual el comercio exterior con los EE.UU. representa apenas 8% de su intercambio comercial, y para la cual algunos de sus envíos a ese país quedaron exentos de aranceles. Entre ellos, petróleo y sus derivados; quizás el sector que más nos debería importar. Sin embargo, el efecto indirecto puede ser mucho más serio. Las devaluaciones de las monedas en algunos de los países con los que más transamos (Brasil, China), y la caída de los precios de las materias que más exportamos (granos, litio y petróleo), por temor a una recesión global, auguran que podrían faltarnos más dólares de los que calculábamos antes del anuncio de Trump. Las acciones de las empresas petroleras, de las de litio, y de los bancos argentinos, llegó a casi 40% desde los máximos de comienzos de año. El riesgo país volvió a trepar por encima de los 1000 puntos básicos (10 puntos porcentuales) y la expectativa de acceder a los mercados de capitales quedó postergada, al menos por un tiempo. No es un problema letal, pues el acuerdo con el FMI nos da aire hasta 2026. Sin embargo, los tiempos se acortaron. Algo tiene que ceder: el gobierno tiene que decidir si quiere acumular reservas y ahorrarse un problema mayor en el futuro, o si prefiere mantener una política de administración del tipo de cambio con un enfoque puramente electoral. La disparada del tipo de cambio paralelo parece sugerir que este segundo camino podría ser muy resbaladizo, y no ofrecer garantías de éxito, ni económico ni político. Para bajar la inflación, el principal sostén electoral del gobierno, Argentina se abrió al mundo y ancló el tipo de cambio. A la luz de las novedades de las úlitma semana, se trata de dos iniciativas que van a contramano de las nuevas tendencias que desató el “Día de la Liberación”: economías más cerradas y devaluaciones competitivas por parte de todos. A veces, las buenas ideas, como lo podría ser la apertura comercial, pueden tener efectos contraproducentes si son implementadas en el momento equivocado. Con un peso atrasado, parecen reemplazar producción local, pero no lograr que los precios bajen. Los vientos para Argentina, muy favorables en 2024, cambiaron. En las próximas semanas sabremos de qué está hecho el gobierno: ¿de deseos de mejorar las condiciones de vida de los argentinos en el largo plazo, aún a costa del sacrificio de su éxito político en el corto plazo, o de deseos de buscar el éxito político en octubre? Podría ocurrir que todos, dirigentes y ciudadanos, nos quedemos sin el pan y sin la torta. Fuente: El Entre Ríos
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