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» Primerochaco
Fecha: 08/04/2025 06:32
Por Marcelo Gauna – Radio Provincia En la vorágine de los resultados, las estadísticas y la competencia feroz que muchas veces rodean al deporte, hay entrenadores que eligen otro camino. Uno de ellos es Walter Bravo, profesor del minibásquet en el Club Villa San Martín de Resistencia, quien desde hace más de quince años se dedica a formar no solo jugadores, sino principalmente personas. “Primero formamos personas, después enseñamos básquet”, resume Walter, en una entrevista con el equipo de Radio Provincia. Actualmente, trabaja con niños de entre 4 y 11 años, una etapa clave en la vida de cualquier deportista y, sobre todo, en la vida de cualquier niño. “El vínculo, la contención, el afecto… eso es lo primero que deben sentir cuando pisan el club”, afirma. Con una trayectoria que comenzó en Regatas Resistencia y lo llevó por instituciones como Sarmiento y CUNE, Bravo se incorporó hace un año y medio al equipo del “tricolor”, donde hoy entrena a más de 250 chicos. “Es un proceso que va creciendo mes a mes, porque el proyecto es serio y eso se nota. Los padres pueden dejar a sus hijos con tranquilidad”, explica. La competencia, ¿a qué edad? A fines del año pasado, la Confederación Argentina de Básquet modificó la edad de inicio para la competencia formal, llevándola a los 10 años. Para Walter, esta decisión desconoce la realidad del desarrollo infantil: “No estoy de acuerdo. Los chicos no nacen a los 13 años. A los 11 ya vienen formados o no, y ahí es donde se ve la diferencia. En minibásquet se adquieren las costumbres del deporte. Sacarle valor a eso es perjudicial para los chicos y para los entrenadores que trabajamos desde el inicio”. El rol de los padres Uno de los desafíos más frecuentes en las categorías infantiles no está dentro de la cancha, sino en las gradas. “Muchas veces los adultos quieren que sus hijos ganen a toda costa, se olvidan que recién están empezando”, dice Bravo. Por eso, desde el club trabajan en establecer con las familias una relación basada en el respeto de roles: el entrenador entrena, el niño aprende y el padre acompaña. “El proceso de aprendizaje tiene altibajos. Lo que les pedimos a los papás es paciencia y acompañamiento. No es lineal, es como un electrocardiograma”, ilustra Walter, con claridad y convicción. Minibasquista, una vocación “Trabajar con chicos tan pequeños es otra cosa. Hay que tener otra sensibilidad”, sostiene Walter, quien además es coordinador del área de minibásquet en la Asociación de Básquet de Resistencia. “A veces escucho entrenadores decir ‘yo trabajo en formativas, pero no soy minibasquista’. Y yo siempre digo: para ser minibasquista hay que tener una empatía distinta, una paciencia distinta, y entender que uno tiene en las manos el poder de que un niño ame el deporte o lo rechace para siempre”. Bravo también plantea críticas al sistema actual de formación de entrenadores: “El curso ENEBA no te prepara para estar frente a un nene de cinco años. Falta psicología infantil, contención familiar, herramientas que uno aprende con los años, pero que deberían enseñarse desde el inicio”. Más allá del resultado Para Walter Bravo, el mayor logro no es ver a un niño llegar a la Liga Nacional —aunque lo ha vivido—, sino que sigan siendo amigos una década después de conocerse en una cancha. “La satisfacción es distinta, pero la dimensión de esa alegría es la misma”, concluye. Y en esa mirada, más humana que deportiva, se encierra el verdadero espíritu del minibásquet: sembrar valores, vínculos y sueños en zapatillas diminutas que botan una pelota por primera vez.
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