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  • Cuando el “foro incel” quiere destruir el “cuarto propio”: la vigencia de Woolf, Beauvoir y Walsh frente al antifeminismo actual

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 07/04/2025 10:48

    Mujeres marchando por sus derechos. Foto: Cuartoscuro En los últimos años, la política argentina ha experimentado una creciente polarización, intensificada por figuras como la de Javier Milei y una nueva militancia joven. Este fenómeno se inscribe en una tendencia global de políticos de una nueva derecha que comparte un eje en común: el antifeminismo, engendrado en su capacidad para captar emocionalmente a un público específico: jóvenes varones, mayormente urbanos, digitalmente activos y emocionalmente aislados. El grupo en cuestión, que ha ganado visibilidad en los últimos años son los incels (involuntary celibates). Se definen por su dificultad para establecer vínculos sexoafectivos y canalizan su frustración en una creciente hostilidad y odio hacia las mujeres y el feminismo. A raíz de la reciente serie Adolescencia, de Netflix, donde a partir de un crimen juvenil, la serie expone de manera cruda la agresividad de las ideologías que circulan en las plataformas digitales, muchos comenzaron a hablar de los incels (aunque desde el feminismo hay muchas voces que lo alertan desde hace tiempo). Los incels se reproducen, relacionan y movilizan en espacios digitales como 4chan, Reddit, Discord y otros foros anónimos de los rincones más profundos de internet. Estas plataformas, a menudo no moderadas o permisivas, incuban ideologías misóginas, nacionalistas y conspirativas, luego amplificadas por actores políticos, influencers o podcasters que les otorgan legitimidad. Sus comunidades cerradas combinan cinismo, ironía, violencia simbólica y una narrativa de victimización masculina, conformando un ecosistema autorreferencial donde el antifeminismo es tanto el punto de partida como el principal aglutinante del movimiento. Figuras como Javier Milei, Donald Trump o Santiago Abascal, ofrecen explicaciones simples y dicotómicas: el sufrimiento de estos varones se atribuye al feminismo, la “ideología de género” y una supuesta “dictadura progre” que les niega oportunidades, poder y reconocimiento. Todo bajo una lógica amigo-enemigo, donde el enojo, la violencia, el bullying y la ira se convierten en las formas de vincularse con el mundo, puesto que son las únicas que estos personajes y sus fanáticos han conocido. La socióloga argentina Melina Vázquez, investigadora del CONICET y profesora de la Universidad de Buenos Aires (UBA), se ha dedicado a investigar y estudiar en profundidad, y con trabajo de campo, cómo se construye la juventud libertaria militante. Vázquez, una de las autoras del libro “Está entre nosotros”, donde se explora el desarrollo del movimiento libertario argentino, da un detalle central para entender cómo los jóvenes libertarios salieron de la marginación y se convirtieron en una especie de narrativa, de identidad política que atrae a otras personas (El litoral, 2024): “Los debates en torno a la Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) en el 2018 y en el 2020 fueron muy importantes porque muchos jóvenes van a empezar a reconocerse como parte de la derecha. En la oposición al aborto legal seguro y gratuito van a encontrar una identidad pública que los aglutina. Tal vez antes no sabían o no se sentían parte de esa derecha, es decir que la idea de ser de derecha permitió aglutinar una heterogeneidad de agendas entre las cuales reconocerse antiaborto legal seguro y gratuito traccionó una parte de esa militancia. Tal vez no estaba en las calles como estaban los pañuelos verdes, pero sin duda reactivó sociabilidades, tramos familiares, vínculos (…) Esta derecha reivindica ser de derecha, critica la corrección política y dice lo que piensa. Y hay algo de clima de época que creo Milei expresa. Expresa esto: decir lo que piensa sin ningún filtro. Lo expresa en las redes sociales, y expresa la manera en que esos militantes reivindican y hacen de la condición de ser de derecha una bandera”. La pandemia del COVID-19, sin lugar a dudas, jugó un papel central en el crecimiento de este grupo, alimentados por influencers y redes sociales que todavía repiten con insistencia discursos de odio “amparados” en lo que la nueva derecha llama “derecho a ofender”. Es así que la aparición del militante incel representa una nueva forma de activismo político, desvinculada de mecanismos tradicionales y fermentada en la lógica de las redes sociales. La militancia ocurre también en X o YouTube, donde se produce y consume contenido que valida emocionalmente a estos sujetos, les brinda pertenencia y, en última instancia, una causa por la cual luchar, concluyendo muchas veces en crímenes de odio y violencia de género. Esta participación política reconfigura el debate público: el cuerpo de las mujeres vuelve a ser el campo de disputa central, no como sujeto político autónomo, sino como objeto de deseo, competencia, propiedad o resentimiento. Los discursos de las nuevas derechas no buscan persuadir mediante argumentos racionales, sino movilizar mediante emociones intensas: miedo, resentimiento, ira, frustración. Las redes sociales, con su lógica de inmediatez, viralización y segmentación algorítmica, potencian esta dinámica, al permitir la creación de cámaras de eco donde los discursos se amplifican sin fricción ni contraste. A través de memes que promueven la violencia y la discriminación, vídeos provocadores y eslóganes fuertes, se construyen comunidades digitales que refuerzan identidades políticas basadas en la confrontación y los discursos de odio construidos siglo tras siglo. Dentro de esta recuperación necesaria de las herramientas del feminismo, es fundamental contextualizar históricamente el movimiento a través de sus cuatro olas principales. La primera ola (finales del siglo XIX y principios del XX) centró su lucha en los derechos civiles y políticos, especialmente el derecho al voto y la propiedad. La segunda ola (décadas de 1960 y 1970) amplió el enfoque hacia la igualdad jurídica, laboral y educativa, así como el derecho a decidir sobre el propio cuerpo. La tercera ola (años 90) cuestionó las nociones universales de mujer, incorporando perspectivas de género, color de piel, clase y sexualidades diversas, destacando la interseccionalidad como clave interpretativa. Finalmente, la cuarta ola (a partir de 2010) se caracteriza por el uso de redes sociales para la movilización, el énfasis en la lucha contra la violencia de género y la denuncia de estructuras de poder patriarcales en todos los ámbitos, visibilizando realidades como el acoso y los micromachismos. Comprender esta genealogía es esencial para dimensionar los ataques actuales al feminismo como parte de un proceso histórico más amplio de resistencia y transformación social. Como sostiene la periodista española Nuria Varela en su libro Feminismo 4.0: la cuarta ola (2019), “tras una época fructífera de derechos y las libertades de las mujeres, sigue, sistemáticamente, una virulenta reacción patriarcal” y “toda ola nace con un reflujo en su interior”. Frente a la actual avanzada neoreaccionaria, es necesario crear y recuperar herramientas que nos permitan enfrentar y desarmar estos dispositivos de poder. En este sentido, textos fundacionales del pensamiento feminista como Un cuarto propio (1929) de Virginia Woolf, El segundo sexo (1947) de Simone de Beauvoir (donde la autora toma varias veces a Woolf como referencia) o El feminismo de María Elena Walsh adquieren una renovada relevancia. Woolf, en su ensayo, identificó la necesidad material y simbólica de las mujeres de contar con un espacio propio para pensar, crear y existir fuera de la lógica patriarcal. Walsh lo explicó así en su artículo Virginia Woolf y los secretos de la tribu femenina (Clarín, 1993): “El cuarto propio, por otra parte, es metáfora de un ámbito mental, una manera de ordenarnos interiormente y escapar a la locura impuesta a las mujeres (y los pobres) por el discurso autoritario y represivo (…) Tardamos en entender el contexto histórico, la verdad y la metáfora. Quizá también tardamos en darnos cuenta de que la autora denunciaba muchas cosas más (…) Toda su obra es un pedido de oxígeno: espacio, libertad, serenidad, independencia económica”. Simone de Beauvoir, por su parte, deconstruyó la noción de “mujer” como objeto de una mirada masculina que la define como lo “otro” respecto al varón universal. Danila Suárez Tomé en Simone de Beauvoir: filósofa de la libertad (2022) resume que el existencialismo nos dio la posibilidad de pensarnos por fuera de los discursos esencialistas, aquellos que naturalizan la diferencia sexual binaria, el modo de ser femenino y la subordinación de lo femenino a lo masculino, y entonces, de la mujer al varón. Y, sobre todo, dice la autora, el existencialismo beauvoriano fue el que nos abrió el camino para la gestación de una filosofía no androcéntrica. En otras palabras, crear las herramientas para que las mujeres se piensen desde otro lugar diferente al que fueron pensadas por los hombres. Es de esta forma que Simone de Beauvoir se dedicó a presentar una tesis existencialista sobre la mujer como la Otra del sujeto masculino. Él es sujeto, pero la mujer ha sido creada como su negación, como lo que no es varón. La mujer, explicaba, no puede definirse por su biología ni alguna especie de esencia: ser mujer se define como el habitar una determinada situación sexo-genérica. En sus (famosas) propias palabras: “No se nace mujer, se llega a serlo”. María Elena Walsh, al igual que todas las mujeres que se rebelaron al sistema normativo inquisidor y tuvieron conciencia de género, también pagó el “costo de ser pionera”, como lo rotula Sara Facio en el prólogo de la selección de textos El feminismo. El feminismo, decía Walsh, es “una respuesta al odio que la sociedad masculina, pasada y presente, siente por la mujer”, es “rechazar las imágenes con que la sociedad nos encasilla: prostitutas o diosas, mártires o brujas”, es “señalar y combatir la misoginia, porque lo que empieza por una simple palabra puede terminar en quema de brujas o campos de concentración”. Sin embargo, eso no es todo: Walsh lo plasmó punto por punto en su texto Sepa por qué usted es machista (Humor, 1980), desde donde disparó decenas de frases que podríamos utilizar hoy para dirigirnos a los políticos de esta nueva derecha, sus influencers y sus militantes. A continuación algunas de ellas: (usted es machista) “porque se siente dios, aunque no sea ministro”; “porque en realidad le gustan más los hombres, aunque no ejerza”; “porque no soporta la idea de un rechazo sexual hacia usted o hacia otro, y cree que la bella siempre debe estar a disposición de la bestia”; o “porque usted es un burro y en lugar de corregirlo con tiempo y esfuerzo lo disimula con agresividad”. Tanto Virginia Woolf como Simone de Beauvoir y María Elena Walsh, a pesar de que pasa el tiempo, nos siguen ofreciendo claves históricas fundamentales para comprender por qué los discursos antifeministas actuales se dirigen con tanta violencia hacia la autonomía simbólica de las mujeres: porque las mujeres libres siguen siendo, hoy como entonces, una amenaza al orden tradicional, terco, cruel, misógino y medieval que estas nuevas derechas pretenden restaurar. Antonella Marty, escritora argentina, graduada en Relaciones Internacionales y Ciencias Políticas. Es autora de distintos libros publicados por Deusto, entre los que destacan Lo que necesitas saber (2022), Ideologías (2024) y La nueva derecha (2025).

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