Contacto

×
  • +54 343 4178845

  • bcuadra@examedia.com.ar

  • Entre Ríos, Argentina

  • Cuatro de cada 10 argentinos de clase media no tienen auto y creen que nunca llegarán a la casa propia

    » Primerochaco

    Fecha: 07/04/2025 00:11

    Durante décadas, la clase media fue el centro del relato argentino. Representaba una identidad común, una promesa de movilidad social basada en el trabajo, la educación y el esfuerzo. Hoy, ese relato está en crisis. Un estudio de la consultora Moiguer muestra que ese sector social no solo atraviesa un deterioro económico sostenido, sino también una transformación cultural profunda, al punto de no reconocerse como tal. Una familia porteña de cuatro personas -dos adultos y dos menores, propietarios- necesitó en febrero al menos $1.300.000 para ser no considerado pobre, en tanto que para ubicarse dentro de la clase media precisó de una base inicial de $1.700.00. Las cifras surgen del último informe de la Dirección General de Estadísticas y Censos de la Ciudad de Buenos Aires. El dato más gráfico es también uno de los más duros: la clase media perdió el 43% de su capacidad de compra en los últimos años, medida en canastas básicas. Este derrumbe afecta no solo el día a día, sino también las proyecciones a futuro. Cuatro de cada diez personas creen que nunca podrán acceder a una vivienda propia, y casi la mitad no posee un vehículo. Lo que antes eran bienes estructurales que marcaban el estilo de vida medio hoy parecen inalcanzables para gran parte de este grupo. “Ya no alcanza con tener educación y trabajo formal para sentirse parte de la clase media”, explica Magdalena Iocco, directora de Contenido de Moiguer. “Incluso cuando el 40% de las personas tiene mayor nivel educativo que sus padres, eso no se traduce en una mejora económica”. De hecho, el 60% de quienes tienen empleo en relación de dependencia creen que apenas pueden subsistir, y solo un 14% ve posibilidades reales de crecimiento dentro del mundo corporativo. Este proceso, según Iocco, va más allá de una coyuntura. Es un cambio estructural en la identidad social argentina. Y tiene un nombre: desacople. El sueño de la casa propia como símbolo de una era El estudio, basado en una encuesta nacional de 8000 casos y análisis de datos comparativos, sitúa este fenómeno en un contexto económico y social complejo. Desde 2017 hasta 2023, el salario real cayó un 25%, la inflación acumulada superó el 1500% y la pobreza trepó al 57,4% en niños y adolescentes. La clase media quedó atrapada entre un costo de vida que no deja de subir y un ingreso que se licua. Al mismo tiempo, los bienes que históricamente definieron el estándar de vida medio se volvieron inaccesibles. El 70% de las personas de clase media que alquilan no cree que podrá comprar una propiedad, y el 45% de quienes no tienen vehículo cree que nunca lo tendrá. Pero el fenómeno no se reduce a variables materiales. Hay una fractura en el relato simbólico. La educación, por ejemplo, dejó de ser una garantía de ascenso. La expectativa de que “a los hijos les vaya mejor” ya no es el horizonte mayoritario. Solo el 28% de los encuestados cree que sus hijos vivirán mejor que ellos. Un estudio de la consultora Moiguer muestra que la clase media no solo atraviesa un deterioro económico sostenido, sino también una transformación cultural profunda. (Infografía: Videolab) Todos somos clase media El primer gran fenómeno que describe el estudio es la pérdida de definición de la clase media como categoría. Durante años, “ser de clase media” fue una forma de autoidentificación masiva: abarcaba desde empleados públicos hasta profesionales independientes, desde docentes hasta comerciantes. Hoy, esa autoidentificación se desvanece. El 76% de las personas que pertenecen objetivamente a la clase media baja (segmento C3) se perciben como clase baja o vulnerable. Solo el 14% de ese grupo se siente realmente de clase media. Y esto ocurre en todos los tramos: la idea de “todos somos clase media” dejó de tener anclaje. Esto representa un quiebre en el imaginario colectivo. El relato compartido que antes unía valores, hábitos de consumo, formas de vida y horizontes comunes, hoy se fragmenta. El resultado es una clase media desdibujada, donde los límites se volvieron difusos y la pertenencia es cada vez más incierta. El segundo fenómeno que revela el informe es la desparametrización de la clase media. Es decir, la pérdida de los parámetros tradicionales de progreso. Hasta hace unos años, estudiar, conseguir un trabajo estable y acceder a ciertos bienes era un camino más o menos previsible. Hoy, ese camino ya no garantiza nada. La evidencia es contundente: el 60% de las personas con trabajo formal no siente que ese empleo les permita mejorar su situación. Solo el 14% cree que podrá ascender dentro del sistema corporativo. A su vez, el 65% considera que “las reglas del juego cambiaron” y que ya no existe un modelo claro de progreso. En ese vacío, surgen nuevas estrategias. Emprender, invertir en criptomonedas, capacitarse en tecnologías o en oficios alternativos son hoy opciones más valoradas que el empleo formal tradicional. La lógica del “hacer la propia” gana terreno frente a la del ascenso colectivo. Iocco lo resume así: “Emergen nuevos imaginarios del progreso, más individuales y flexibles. Ya no se trata de subir por la escalera corporativa, sino de encontrar caminos propios para sostenerse o avanzar”. Una clase media desacoplada en su interior La estructura social hoy, según proyecciones de la consultora Moiguer. (Infografía: Videolab) El tercer eje que plantea el estudio es el desacople interno dentro de la propia clase media. En otras palabras, las diferencias al interior del segmento son tan grandes que muchas veces los extremos se parecen más a sectores externos que entre sí. Los datos son claros: entre los segmentos C2 (clase media consolidada) y C3 (clase media baja), hay una brecha del 100% en ingresos. Pero entre el C3 y el D1 (clase baja), la diferencia es de solo el 38%. Esto significa que una parte de la clase media se parece más a los sectores bajos que a los medios-altos, tanto en condiciones materiales como en consumo, expectativas y acceso a servicios. Este desacople obliga a repensar cómo se define, segmenta y aborda a la clase media. “Ya no sirve pensarla como un bloque homogéneo”, advierte Iocco. “Las marcas, por ejemplo, deben abandonar los mensajes generalistas y trabajar con segmentaciones más finas, que entiendan la diversidad interna del segmento”. En términos políticos y sociales, este quiebre también es significativo. Una clase media fragmentada pierde fuerza como actor colectivo, se debilita como sostén del consumo y se diluye como sujeto de aspiraciones compartidas. La idea de “todos somos clase media” dejó de tener anclaje. (Foto: Adobe Stock). La clase media no ha desaparecido. Pero ya no cumple el mismo rol simbólico ni económico que tuvo en el pasado. Su debilitamiento no es solo numérico, sino narrativo: dejó de ser el centro de la identidad nacional. Aun así, hay resistencias. Valores históricos como la educación, el esfuerzo, la resiliencia y la creatividad siguen presentes en muchas personas. Incluso cuando esos valores no se traducen en mejoras materiales, funcionan como anclajes identitarios. Esa tensión es uno de los datos clave del presente. Para Iocco, el proceso es profundo pero no irreversible. “No podemos afirmar aún que se trata de un cambio estructural consolidado. Pero sí podemos decir con claridad que está marcando fuertemente el presente y probablemente también el mediano plazo”. La pregunta que queda abierta es si se podrá construir un nuevo relato de clase media, más acorde a las condiciones actuales, o si el desacople terminará de quebrar una de las piezas centrales de la cultura argentina del siglo XX. Por Leandro Africano TN

    Ver noticia original

    También te puede interesar

  • Examedia © 2024

    Desarrollado por