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  • Carolina Gattei: “Está comprobado que, a mayor nivel educativo de la madre, mejores habilidades lingüísticas en los niños”

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 07/04/2025 06:42

    Carolina Gattei En una jornada organizada por Ticmas para pensar los desafíos de la alfabetización, Carolina Gattei fue una de las voces expertas que participaron del evento. Gattei es doctora en Lingüística por la UBA y magíster en Lingüística Clínica por la Universidad de Potsdam. Además, es investigadora del Laboratorio de Neurociencias de la Universidad Torcuato Di Tella. Su campo de trabajo cruza la lingüística, la psicología cognitiva y la neurociencia, con investigaciones tanto en entornos controlados como en escuelas. En una entrevista pública a cargo de Patricio Zunini, Gattei planteó, desde una mirada crítica pero constructiva, cómo se enseña a leer y cómo las condiciones lingüísticas y sociales de la infancia inciden en ese aprendizaje. Comenzó señalando que leer no es una capacidad natural del ser humano, sino una habilidad que se aprende: “La lectura es algo adquirido”, dijo. El lenguaje oral, en cambio, sí forma parte de las competencias innatas del cerebro, que está preparado desde temprano para incorporarlo a partir del entorno. “Ahora bien, si uno aprende a decodificar los sonidos pero no entiende lo que está diciendo, ese chico no está alfabetizado”, señaló. Desde su enfoque, la alfabetización no puede pensarse sólo como decodificación: es también —y en simultáneo— comprensión. Y esa comprensión, insistió, empieza antes de que los chicos reconozcan letras. Gattei trazó una línea entre las dificultades que suelen atribuirse a los niños en los primeros años y las condiciones reales en que muchos de ellos acceden al lenguaje escrito. Explicó que, muchas veces, lo que impide leer con fluidez al terminar primer grado no es un problema en la conversión de letras a sonidos, sino la acumulación de obstáculos previos: escasez de vocabulario, exposición limitada al lenguaje, contextos bilingües o dificultades emocionales. “Hay otros factores que están entrelazados y tensionan el aprendizaje. Uno pensaría que, en el mejor de los contextos, un niño debería leer más o menos fluidamente hacia el final de primer grado. Pero muchas veces eso no ocurre, y no porque no puedan, sino porque no han recibido lo necesario para hacerlo”. ¿Se aprende primero a leer o a comprender? “La comprensión empieza antes que la lectura”, señaló Gattei, y continuó: “Si el chico no entiende la consigna cuando la maestra le dice algo, ¿cómo esperamos que entienda eso de forma leída?” La alfabetización, dijo, implica necesariamente evaluar y trabajar con la comprensión oral desde el comienzo, incluso antes de que el niño acceda al código escrito. Insistió en que comprender es una capacidad que se construye a lo largo del tiempo, en relación directa con el entorno lingüístico y afectivo. Y que la lectura sin comprensión no puede considerarse un objetivo cumplido. En ese recorrido, fue inevitable volver sobre uno de los temas más discutidos de la jornada: el método fonológico. ¿Qué lugar ocupa en ese proceso? ¿Cuándo y cómo conviene aplicarlo? Sin desestimar su utilidad, Gattei opinió con prudencia. “Muchas veces los chicos aprenden sin usar el método fonológico, gracias a que hay una familia que acompaña, hay libros en la casa, hay un ambiente alfabetizador”, explicó. Aun así, reconoció que en determinados contextos ese método es clave. “El niño tiene que aprender a distinguir los sonidos, entender que tienen un significado particular y que se diferencian de otros. Incluso con muchas dificultades, estos chicos logran decodificar gracias a ese método”. Volviendo al tema de la comprensión y la lectura, Gattei retomó algunas nociones básicas sobre cómo se adquiere el lenguaje. “Los chicos no aprenden oraciones sueltas, sino las reglas que organizan el lenguaje: que en español el orden más frecuente es sujeto-verbo-objeto, que se puede omitir el sujeto, que las subordinadas existen y tienen un sentido”, dijo. Todo eso se incorpora de forma implícita, a partir del input del entorno. Pero, para que ese proceso ocurra, el entorno debe ofrecer un lenguaje variado y estimulante. “Cuando no hay suficientes palabras, cuando no se conversa, cuando el vocabulario es pobre, la comprensión también se ve limitada”. Al hablar de los factores que más influyen en el desarrollo del lenguaje, Gattei mencionó dos que se repiten en numerosos estudios: el nivel educativo de la madre y la cantidad de libros en el hogar. “Eso está muy estudiado. A mayor nivel educativo de la madre, mejores habilidades lingüísticas en los niños. Y también hay una correlación directa con la cantidad de libros físicos que hay en casa”, explicó. Zunini le preguntó, entonces, si eso tenía que ver con las tareas de cuidado y Gattei respondió que sí: no es una cuestión biológica, sino de tiempo compartido y de exposición al lenguaje. “El entorno tiene que poner en valor la lectura. No entra por ósmosis, pero sí deja marcas cuando es parte del cotidiano”. Lo importante no es sólo tener libros, sino lo que esos libros generan: conversaciones, preguntas, historias compartidas. Ese contacto temprano con la lengua, dijo, es una base decisiva para todo lo que viene después. La relación entre tecnología y alfabetización también fue un tema de la entrevista. Gattei explicó que el uso extendido de pantallas desde edades tempranas puede tener efectos no deseados sobre el desarrollo de ciertas habilidades cognitivas. “El tiempo en pantalla acorta el span atencional, interfiere en la regulación de funciones ejecutivas y dificulta la planificación”, señaló. Subrayó además la importancia de la escritura manuscrita, en particular la cursiva, por el modo en que involucra patrones motores que fortalecen la memoria. Y puso el foco en el rol del adulto como mediador: “No se trata de prohibir las pantallas, pero sí de limitar su uso y de acompañar ese tiempo con interacción directa. No es lo mismo ver un video que que alguien te lo cuente. Lo importante es la presencia del otro”. Sobre el final, se abrieron las preguntas del público y la conversación se orientó hacia los más chicos y los contextos de mayor vulnerabilidad. ¿Cómo iniciar procesos de alfabetización en jardines maternales o con niños que crecen en hogares con pocos estímulos lingüísticos? Para Gattei, la respuesta está en la oralidad, la lectura compartida y el acompañamiento de los adultos. “Trabajar con cuentos, con personajes, con vocabulario. Que los adultos les lean. Incluso con pocos recursos, eso ya es mucho”, dijo y recordó un estudio clásico realizado en Estados Unidos en los años 80, donde se observó que el tipo de frases que los adultos dirigían a sus hijos —más ricas en vocabulario o más centradas en órdenes— tenía un efecto directo sobre el desarrollo lingüístico posterior. “El vocabulario que escuchan los chicos define, en gran medida, el que después van a usar”, dijo. Y ese vocabulario —como la lectura misma— no nace en el aula, sino mucho antes.

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