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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 04/04/2025 10:36
Mario Vargas Llosa, premio Nobel de Literatura, acaba de cumplir 89 años (Foto: EFE/Nahia Peciña) Catorce destacados políticos de España y América Latina se han reunido en torno a una obra colectiva que rinde homenaje a Mario Vargas Llosa, no solo como novelista de talla internacional, sino como pensador comprometido con la defensa del liberalismo y la libertad individual. El libro, titulado El polemista arriesgado: catorce asedios liberales a Vargas Llosa, ha sido editado y prologado por su hijo, el también ensayista Álvaro Vargas Llosa. La obra reúne textos de figuras con experiencia en la alta política de sus países, tanto desde la presidencia como desde el parlamento. Entre los participantes se encuentran la dirigente opositora venezolana María Corina Machado, el expresidente del gobierno español Mariano Rajoy, y exmandatarios como Mauricio Macri (Argentina), Guillermo Lasso (Ecuador), Laura Chinchilla (Costa Rica), Andrés Pastrana (Colombia), Miguel Ángel Rodríguez (Costa Rica), Jamil Mahuad (Ecuador), Iván Duque (Colombia) y Vicente Fox (México). Todos ellos reflexionan, desde la experiencia política, sobre el pensamiento de un escritor que ha influido de manera singular en el debate público contemporáneo. El libro ofrece un retrato coral de Vargas Llosa como intelectual que ha asumido la confrontación ideológica no desde el adoctrinamiento, sino desde la apuesta por el diálogo, la crítica y la razón. Su participación en el debate público ha sido, según los colaboradores, una forma de resistencia ante lo que él considera el avance de los “bárbaros”: aquellas corrientes que pretenden desmantelar los pilares de la democracia liberal. El libro "El polemista arriesgado: catorce asedios liberales a Vargas Llosa" reúne textos de María Corina Machado, Mariano Rajoy, Mauricio Macri, Iván Duque y Vicente Fox entre otros Lejos de erigirse como portavoz de una doctrina cerrada, el escritor peruano premio Nobel de literatura ha reivindicado un liberalismo fundado en la pluralidad de valores, la moderación y la autocrítica. Los textos que componen esta obra buscan precisamente dar testimonio de esa postura, inspirada en pensadores como Isaiah Berlin, quien advirtió que los grandes ideales humanos no siempre son compatibles entre sí. Desde esa convicción, Vargas Llosa aboga por fórmulas de convivencia que preserven la libertad sin sacrificar el respeto mutuo. Pensador y actor político Mario Vargas Llosa ha sido una figura que trascendió el campo literario para involucrarse activamente en los asuntos políticos de su tiempo. En la década de 1980, se convirtió en un referente del liberalismo en América Latina, distanciándose de las posturas colectivistas que en ese momento predominaban en ciertos sectores intelectuales del continente. Su pensamiento, influido por autores como Karl Popper, Friedrich Hayek e Isaiah Berlin, postula un camino de políticas ejecutadas por economías abiertas, democracias representativas y un Estado de derecho fuerte pero no invasivo. En 1990, Vargas Llosa se presentó como candidato a la presidencia del Perú en un contexto de profunda crisis económica y política. Su programa proponía una drástica liberalización de la economía peruana. Aunque perdió en segunda vuelta ante Alberto Fujimori, esta incursión en la política marcó un punto de inflexión en su vida pública. A partir de entonces, se mantuvo como una voz crítica ante el autoritarismo y los populismos de izquierda y derecha en la región. Mario Vargas Llosa durante la campaña presidencial de 1990 junto a su esposa Patricia Llosa. Durante las décadas siguientes, el Nobel de Literatura no abandonó su compromiso cívico. Desde sus columnas en medios internacionales hasta su intervención en foros políticos, ha defendido una visión del liberalismo que rechaza tanto el dogmatismo económico como la demagogia autoritaria. Su participación en debates sobre Venezuela, Cuba o Nicaragua, así como su oposición a gobiernos con tendencias iliberales, ha sido constante. La publicación de este libro-homenaje subraya que, más allá de sus logros literarios, Mario Vargas Llosa se ha consolidado como una de las figuras más influyentes en el pensamiento político iberoamericano contemporáneo. Los catorce textos que lo celebran son, en última instancia, una reafirmación de su lucha constante por un ideal: el de la libertad como valor civilizatorio esencial. Prólogo de Álvaro Vargas Llosa Este es un fragmento del texto que presenta el libro El polemista arriesgado: catorce asedios liberales a Vargas Llosa, escrito por el hijo del escritor. Mario Vargas Llosa, influido, como lo saben quienes están familiarizados con su trayectoria, por una tradición —valga la ironía— sumamente francesa, la del escritor engagé (comprometido), fue desde el comienzo un creador, es decir, un hombre definido en gran parte por su sensibilidad literaria. Para él, los valores humanísticos emanaban, sí, de las ficciones, de la vocación de recrear o rehacer el mundo a partir de la imaginación, pero también de la participación del escritor —alerta, activo— en el mundo que lo rodeaba. Ese mundo exigía del tipo de escritor que él se consideraba promover ciertas causas, defender ciertos hechos, personas o ideas, fustigar lo que andaba mal, para que de esa confrontación surgiera, poco a poco, el progreso. La civilización, por tanto, no eran solo un conjunto de valores protegidos de la acción cotidiana, etéreos, encerrados en la torre de marfil: también, indesligables de ellos, ciertos actos, pronunciamientos, dejar constancia pública de sus posturas y convicciones, reaccionar frente a la provocación de la actualidad para dar a esos mismos valores vigencia, carnalidad. Para Mario Vargas Llosa, la sensibilidad literaria no es en sí misma una fuente de nacionalismo ni está, por tanto, enemistada con la racionalidad en la que se sustentan los valores universales y permanentes de la civilización. Es verdad que ciertos poetas y creadores contribuyeron, a partir del siglo XVIII y sobre todo del XIX, al surgimiento del nacionalismo mediante sus imágenes y símbolos, y sus apelaciones emotivas a los lazos sentimentales que unen al ser humano con su comunidad, con tu terruño. Es verdad, como dijo Goya, sí, que el sueño de la razón engendra monstruos. Pero también hicieron estragos nacionalistas y colectivistas, aunque de otra manera, los filósofos más racionales, los pensadores más “científicos”, los intelectuales más discursivos. Por lo demás, un creador puede contribuir, con el arma de su sensibilidad literaria, a los valores de la civilización mucho más que el más racional de los pensadores, porque, como lo escribió y dijo tantas veces el propio autor de La fiesta del Chivo, la literatura apela a la insatisfacción humana agitando en ella el deseo de superación del mundo limitado, empobrecedor, insuficiente, de que se compone la vida verdadera. Una de las tesis que ha sostenido consistentemente Mario Vargas Llosa es que a la hora de crear uno actúa con todas las zonas de su personalidad, incluyendo las más oscuras y escondidas, las menos racionales y conscientes. Pero, según él, a la hora de intervenir en el debate cívico, de proponer ideas políticas, de convocar a otros ciudadanos a perseguir ciertos objetivos en el orden social, es decir, a la hora de pensar la “ciudad”, el escritor debe domar esos instintos oscuros de que está hecha la sensibilidad literaria y actuar preponderantemente con la sensatez, la razón y el conocimiento. Elementos “aburridos” que, si no estuvieran acompañados de la sinrazón a la hora de inventar historias, se traducirían en una literaria sumamente pobre, pero que en la lucha política son indispensables para evitar utopías imposibles y estropicios cruentos. Este desdoblamiento, esta esquizofrenia entre el literato que a la hora de crear da rienda suelta a su sensibilidad literaria y a la hora de promover causas políticas emplea los otros aspectos de su personalidad, que podríamos resumir en la expresión “sentido común”, ha sido una característica central del personaje al que los líderes políticos que conforman este volumen rinden homenaje. Acertado o equivocado (eso lo debe decidir cada cual), es innegable que, a lo largo de su trayectoria como intelectual comprometido, como actor cívico y político, Mario Vargas Llosa ha procurado realizar un esfuerzo de integridad, es decir, de coherencia entre lo que pensaba, lo que decía y lo que hacía. Esa integridad lo llevó, a menudo, a corregir, modificar, su propio pensamiento y exponer con impudicia su evolución política aun si ello daba armas a sus detractores. Es lo que hizo, por ejemplo, en los volúmenes de que se compone esa vasta compilación de artículos recogidos bajo el título de Contra viento y marea. Su evolución desde el socialismo hasta el liberalismo no fue un proceso clandestino sino un acto visceralmente público: digo “visceralmente” en el sentido casi literal de la palabra, pues, cuando mudó sus convicciones, lo hizo de un modo descarnadamente autocrítico, exponiendo sus vísceras. Eso le ganó feroces detractores, pero también, como lo atestigua este conjunto de textos, muchos admiradores que se inspiraron, unos más, otros menos, pero todos en parte, en su defensa apasionada de las ideas de la libertad. Los jefes de Estado y de Gobierno que aquí reflexionan sobre él —gracias, hay que decirlo, a una iniciativa original del expresidente colombiano Iván Duque— en muchos casos abordan esos dos aspectos de la vida pública de mi padre, el creador y el hombre cívico, poniendo más énfasis en lo segundo que en lo primero, lo que no es de extrañar tratándose de hombres y mujeres de Estado que valoran al Mario Vargas Llosa que pasó décadas propugnando las ideas de la libertad en todos los campos: el político, el cultural, el económico, el religioso, el personal. Eso mismo prueba en cierta forma que se puede, desde una sensibilidad literaria, desde una personalidad poblada de fantasía creadora,
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