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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 01/04/2025 05:02
Gaia fue enviada a una órbita de retiro alrededor del Sol, tras más de once años de funcionamiento y tres billones de observaciones astronómicas (ESA/ATG medialab; background: ESO/S. Brunier. EFE) La Agencia Espacial Europea (ESA) dejó fuera de funcionamiento a Gaia, su sonda insignia destinada a cartografiar la Vía Láctea. Luego de más de once años, el 27 de marzo de 2025, el telescopio espacial fue desactivado y enviado a una órbita de retiro alrededor del Sol. De este modo, se marca el fin operativo de una misión que superó ampliamente su duración prevista de cinco años y que recolectó más de tres billones de observaciones astronómicas. Desde el 2013 orbitaba alrededor del segundo punto de Lagrange (L2) del sistema Sol-Tierra, una región del espacio donde la atracción gravitatoria del astro y el planeta se equilibra. Lo que permite que una nave mantenga una posición estable con respecto a ambos cuerpos. Gaia dejó de transmitir luego de una compleja y meticulosa secuencia de desconexión. Su clausura no implica el final de su impacto en la ciencia. Por el contrario, las vastas bases de datos acumuladas durante la misión ofrecerán materia prima para investigaciones que se extenderán durante décadas. Como expresó el científico del proyecto, Johannes Sahlmann, en un comunicado de la agencia: “Las extensas publicaciones de datos de Gaia son un tesoro único para la investigación astrofísica e influyen en casi todas las disciplinas de la astronomía”. Cómo fue la desactivación progresiva de Gaia El 4 de marzo, Gaia giró por última vez su parasol a la Tierra, lo que la hizo más brillante y observable desde el planeta. Luego rotó a su posición habitual y se desvaneció en el firmamento. Unos días más tarde, fue apagada definitivamente El cierre exigió una serie de operaciones diseñadas específicamente para evitar cualquier reactivación accidental. Según explicó uno de sus operadores, Tiago Nogueira, “apagar una nave espacial al final de su misión suena como un trabajo lo suficientemente simple. Pero las naves realmente no quieren ser apagadas”. La sonda contaba con sistemas redundantes, pensados para resistir fallos provocados por tormentas solares, impactos de micrometeoritos o incluso la pérdida total de comunicación con la Tierra. Su software interno estaba programado para reiniciarse y continuar con sus funciones de forma autónoma. Ante esta configuración, el equipo en el Centro Europeo de Operaciones Espaciales (ESOC) ejecutó una estrategia de desmantelamiento que implicó “desmontar sistemáticamente y desactivar las capas de redundancia que protegieron a Gaia durante tanto tiempo”, expresó Nogueira. La intervención culminó con una acción irreversible: la corrupción deliberada de los módulos del procesador a bordo. Aunque dejó de operar, la base de datos recopilada por Gaia será utilizada en investigaciones astronómicas durante las próximas décadas La ingeniera de operaciones espaciales, Julia Fortuno, declaró: “Hoy estuve a cargo de corromper los módulos del procesador de Gaia para asegurarme de que el software a bordo nunca vuelva a reiniciarse una vez que hayamos apagado la nave”. Una cartografía estelar sin precedentes Durante sus años operativos, Gaia revolucionó la comprensión de la galaxia al mapear con precisión las posiciones, distancias, movimientos y características físicas de casi dos mil millones de objetos celestes. Entre sus aportes más relevantes se encuentran la detección de rastros de antiguas colisiones galácticas, la identificación de nuevos cúmulos estelares y la creación del mayor catálogo tridimensional de cuásares, con 1.3 millones distribuidos en el espacio. Asimismo, la misión permitió avances inesperados en campos como la detección de exoplanetas mediante astrometría, al registrar sutiles movimientos de estrellas producidos por la atracción gravitatoria de planetas invisibles para los telescopios espaciales. Además, hizo posible la localización de agujeros negros dormidos, como Gaia BH3, cuya masa de 33 veces la del Sol lo convierte en el mayor de su tipo jamás identificado en la Vía Láctea. Estas observaciones desafiaron modelos previos de evolución estelar y formación de estructuras galácticas. La misión permitió mapear casi dos mil millones de objetos celestes, con precisión en posiciones, movimientos y características físicas (ESA) El telescopio espacial también modificó conceptos fundamentales sobre la propia conformación de la galaxia. Según el visualizador científico Stefan Payne-Wardenaar, el detallado mapeo “contiene cambios importantes con respecto a los modelos anteriores, ya que Gaia ha cambiado nuestra percepción de la Vía Láctea. Se han revisado incluso conceptos básicos, como la rotación de la barra central de nuestra galaxia, la deformación del disco, la estructura detallada de los brazos espirales y el polvo interestelar cerca del Sol”. Traslado a una órbita de retiro Uno de los objetivos principales al diseñar el cierre operativo fue evitar que Gaia se acercara nuevamente a la región de L2, una zona de gran valor científico utilizada por misiones como Euclid y el telescopio espacial James Webb (JWST). Para ello, se planificó una última maniobra de propulsión que modificó el curso de la nave y la desplazó a una órbita heliocéntrica estable. Con este movimiento, la sonda fue posicionada en una trayectoria que garantiza que no se aproximará a menos de 10 millones de kilómetros de la Tierra durante los próximos 100 años. Esta órbita fue elegida para minimizar el riesgo de interferencia con futuras misiones y asegurar un retiro sin consecuencias operativas. La maniobra final no solo alejó a Gaia de su antiguo punto de observación, sino que también selló su condición como artefacto pasivo, sin capacidad de reactivación. La despedida de Gaia y el reconocimiento a su equipo La astrometría de Gaia permitió identificar exoplanetas invisibles, mediante el registro de pequeños movimientos en las estrellas cercanas (ESA) Más allá de sus aportes científicos, el final de Gaia estuvo impregnado de un fuerte componente emocional para quienes participaron de la misión. Parte de la memoria de respaldo de la nave fue sobrescrita con los nombres de unas 1.500 personas que trabajaron en el proyecto, junto con mensajes de despedida. Esto garantiza que “llevará por siempre una parte de su equipo con ella mientras deriva por el espacio”, afirmaron desde la ESA. El gesto sintetiza el vínculo humano construido en torno a un proyecto que, desde su lanzamiento en 2013, exigió una coordinación constante entre especialistas de distintas áreas. Tal como declaró el gerente de la misión, Uwe Lammers: “Nunca vamos a olvidar a Gaia, y Gaia nunca nos va a olvidar”. Durante las últimas semanas previas al apagado, incluso mientras se preparaban las maniobras finales, se llevaron a cabo pruebas para estudiar el estado del sistema de micropropulsión, sometido a una década de actividad en condiciones extremas. Los datos obtenidos podrían ser claves para el diseño de futuras misiones de la ESA, como LISA, que será el primer detector de ondas gravitacionales enviado al espacio cerca del año 2035. El cierre de Gaia no fue un final abrupto, sino el desenlace meticulosamente orquestado de una etapa. Su legado persiste tanto en la información que seguirá alimentando investigaciones durante décadas como en la memoria de quienes hicieron posible la cartografía más precisa de la Vía Láctea realizada hasta hoy.
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