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» Comercio y Justicia
Fecha: 01/04/2025 03:55
Por Evangelina Belén Mollar * Exclusivo para Comercio y Justicia En la sociedad contemporánea, uno de los fenómenos más destacados es el envejecimiento de la población. La esperanza de vida ha aumentado, pero, con ello, también han aumentado las enfermedades crónicas y las patologías asociadas al envejecimiento, como las cognitivas y mentales. Frente a este panorama, la bioética, como disciplina que reflexiona sobre los dilemas éticos en la práctica médica, cobra una relevancia particular en el cuidado de los adultos mayores. Sin embargo, más allá de los principios bioéticos tradicionales de autonomía, beneficencia, no maleficencia y justicia, surge la necesidad de abordar el cuidado de los adultos mayores desde una perspectiva que valore su dignidad y humanidad de manera integral. Este enfoque, que podría denominarse personalista, tiene como pilar central la comprensión de que las personas no se reducen a sus patologías, sino que son seres ontológicamente fundados, que merecen ser tratados con respeto y en concordancia con sus valores y deseos, aun cuando enfrenten enfermedades mentales y cognitivas que compliquen el proceso de toma de decisiones. La bioética, nacida a partir de la reflexión ética en la medicina y la biología, ha tenido que adaptarse a los rápidos avances científicos y tecnológicos, así como a los cambios en las estructuras demográficas, como el envejecimiento poblacional. Hoy día, los adultos mayores enfrentan un abanico de condiciones que requieren atención médica constante, especialmente aquellas que afectan la salud mental, como el Alzheimer, la demencia y otros trastornos cognitivos. En este contexto, la bioética ofrece los principios fundamentales para orientar la relación entre los profesionales de la salud y los pacientes mayores. El principio de autonomía establece que el paciente tiene derecho a tomar decisiones informadas sobre su salud, pero este principio se ve complejizado en el caso de los adultos mayores que sufren de enfermedades mentales o cognitivas. La beneficencia, por otro lado, exige actuar en beneficio del paciente, lo que puede incluir tomar decisiones difíciles en ausencia de su plena capacidad para elegir. La no maleficencia, otro principio central de la bioética, aboga por evitar el daño, lo que requiere un análisis ético profundo en cuanto a las intervenciones médicas y su impacto en la calidad de vida del adulto mayor. Finalmente, la justicia exige que todos los pacientes, independientemente de su edad o estado mental, reciban el mismo acceso a la atención médica adecuada, sin discriminación. Estos principios no siempre son fáciles de aplicar de manera equilibrada, especialmente en los casos de adultos mayores con enfermedades mentales graves. Aquí es donde la bioética se cruza con la filosofía personalista, que ofrece una visión más amplia y profunda de la persona humana. Persona y enfermedad El personalismo, como corriente filosófica, subraya que la dignidad humana no depende de la salud, la edad o las capacidades cognitivas de una persona, sino que es intrínseca a su ser. Esto significa que, incluso cuando los adultos mayores enfrentan enfermedades mentales o cognitivas que afectan su capacidad de tomar decisiones, su valor y dignidad siguen siendo los mismos. El enfoque personalista nos invita a comprender que el ser humano es único, irrepetible y dotado de una dignidad inalienable que no puede ser alterada por sus circunstancias de salud. Este enfoque es especialmente relevante en el tratamiento de adultos mayores, ya que nos recuerda que el envejecimiento y la enfermedad no disminuyen su valor como personas. Por lo tanto, el médico no debe ver a su paciente como un conjunto de síntomas o patologías, sino como una persona con una historia, una identidad y un conjunto de deseos y valores que merecen ser respetados, incluso cuando atraviesa una fase de vulnerabilidad extrema debido a su enfermedad. Desde esta perspectiva, el respeto por la autonomía adquiere un matiz profundo: no se trata únicamente de permitir que el paciente tome decisiones completamente informadas (lo cual puede ser complicado en algunos casos), sino de asegurar que sea tratado siempre con dignidad, que sus valores sean considerados y que, incluso en su estado vulnerable, se le brinden opciones que le permitan mantener el control sobre su vida en la medida de lo posible. Principios La autonomía es uno de los principios fundamentales de la bioética, y su aplicación en el cuidado de los adultos mayores con enfermedades mentales plantea retos importantes. Si bien es cierto que un adulto mayor afectado por una enfermedad mental o cognitiva puede tener dificultades para tomar decisiones, ello no implica que deba ser privado completamente de su derecho a la autonomía. El concepto de autonomía en este contexto no debe ser entendido de manera estrictamente jurídica o formal. En lugar de simplemente considerar la capacidad cognitiva del paciente para tomar decisiones, la autonomía también debe comprenderse como el derecho a ser escuchado, a expresar deseos y a participar, en la medida de lo posible, en las decisiones sobre su tratamiento. Aquí entra en juego la capacidad del médico de facilitar este proceso, escuchando al paciente, promoviendo su participación y respetando sus preferencias. El médico debe ser consciente de que la relación con el adulto mayor es un proceso dinámico y no una interacción unidireccional. De este modo, incluso en situaciones en las que el paciente no pueda tomar decisiones plenamente informadas, debe trabajar de manera conjunta con la familia o los representantes legales del paciente para garantizar que sus deseos sean respetados. Toma de decisiones y comunicación En el tratamiento de adultos mayores que sufren enfermedades graves, especialmente aquellas que afectan el estado cognitivo y emocional, la toma de decisiones se vuelve un proceso complejo y cargado de desafíos éticos. En muchas ocasiones, las decisiones que se toman no son solo sobre tratamientos médicos, sino también sobre aspectos emocionales, sociales y espirituales. Uno de los momentos más delicados de este proceso es la comunicación de malas noticias. Los adultos mayores pueden experimentar una angustia significativa al enterarse de diagnósticos graves. Sin embargo, la ética médica nos enseña que es fundamental proporcionar esta información de manera clara, honesta y respetuosa, tomando en cuenta capacidades cognitivas y necesidades emocionales. La comunicación debe ser adaptada a las circunstancias del paciente, teniendo en cuenta su nivel de comprensión y emocionalidad. El enfoque personalista exige que el médico no solo se limite a informar, sino que también acompañe al paciente en su proceso emocional, brindándole apoyo psicológico y ofreciendo opciones que le permitan sentir que, a pesar de su enfermedad, sigue siendo dueño de su vida. La transmisión de malas noticias debe ser un proceso gradual, respetuoso y profundamente humano, que considere la necesidad del adulto mayor de mantener su dignidad intacta. Una perspectiva integral El cuidado de los adultos mayores debe ser siempre considerado desde una perspectiva integral que abarque sus necesidades físicas, emocionales, sociales y espirituales. La bioética, especialmente cuando se aborda desde el enfoque personalista, subraya que la dignidad y el valor de la persona nunca deben ser sacrificados en nombre de la eficiencia o la economía en el cuidado. Los adultos mayores no son solo pacientes, sino seres humanos con derechos, historias, deseos y aspiraciones que deben ser respetados, aun cuando enfrentan limitaciones por enfermedad. La bioética debe guiarnos para ofrecerles un trato humano, empático y respetuoso, garantizando que su autonomía se respete en la medida de lo posible, y que sus deseos y valores sean considerados en cada decisión. Solo así podremos garantizar un cuidado ético y compasivo que preserve la dignidad. Conclusión El envejecimiento de la población y el aumento de enfermedades mentales en los adultos mayores nos presentan desafíos éticos significativos en el ámbito de la salud. El enfoque personalista de la bioética, que sitúa a la persona humana como el centro de la atención, resulta fundamental para garantizar un trato respetuoso y digno. La autonomía, la relación médico-paciente, la toma de decisiones y la transmisión de malas noticias deben ser gestionadas con empatía, respeto y consideración por la dignidad humana, para que los adultos mayores puedan envejecer con la dignidad que merecen. (*) Abogada. Especialista en Bioética. Integrante del comité de Bioética del Incucai (antes, de la SAU y del Hospital Vélez Sarsfield). Directora Regional para Latinoamérica, división Bioethx, Aquas.inc. (Washington DC). Consultora.
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