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  • La juventud maravillosa de Milei

    » El litoral Corrientes

    Fecha: 31/03/2025 06:21

    "Creo que era tal el enojo, tal el descontento, la rabia, la insatisfacción con lo que había, y tantas esperanzas cifradas en algo distinto o algo supuestamente nuevo, que no les importaba la racionalización de ese voto" Pablo Vommaro, especialista en estudio de juventudes y participación política de la UBA Una docente e investigadora del Conicet, Belén Almejún, fue víctima de hostigamiento y ataque a su domicilio luego de discutir con militantes libertarios en los pasillos de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA. Tras viralizarse el video del cruce, sus datos personales fueron difundidos en redes sociales, y horas más tarde, desconocidos ingresaron a su casa y vandalizaron las instalaciones. Hubo dos tipos de reacciones. Una, la de las autoridades universitarias repudiando el hecho. La otra, la del productor cinematográfico y asesor presidencial, Santiago Oria, expresando por X: “Vamos la juventud liberal peleando en la universidad pública”. Milei retuiteó el posteo de Oria. Violencia y más violencia, con los jóvenes libertarios como protagonistas fundamentales. Los que “pelean”, literalmente, por la universidad pública, pertenecen a la agrupación “Somos Libres”, que se autodefinen como “agrupación universitaria estudiantil de Derecha Liberal”. El lamentable episodio nos sirve para reflexionar acerca de la participación juvenil en política, su relación con la violencia social, y fundamentalmente aquélla que se refiere a la constitución de grupos de jóvenes fanatizados, que responden a la lógica binaria de odio difundida desde el poder. “El hostigamiento y posterior ataque al domicilio de una docente por parte de una agrupación estudiantil libertaria, nos debe alertar en grande”. No necesitamos remitirnos a tiempos remotos de nuestra historia política, para comprobar lo dañoso que resultó de la relación insana entre poder político y juventud. Esa insanía surge del vínculo de fanatismo y pensamiento único. “La juventud maravillosa” a la que se refería Perón, era vista como una facción del partido del poder, desde dónde se hostigaba permanentemente a los opositores. El tiempo pasó, y esa rama juvenil se convirtió en la rama guerrillera, que ni siquiera respondía ya a su antiguo mentor. La autonomización política de la Juventud Peronista y de Montoneros, que fueron echados por el propio Perón de la plaza, los convirtió en jóvenes mesiánicos que hacían del asesinato, secuestros y atentados una forma de imponer una visión sesgada. Lo que siguió, ya lo sabemos. No está demás destacar que los protagonistas de la violencia guerrillera, en su mayoría, eran jóvenes de clases media y media alta, católicos muchos de ellos, lo que nos lleva necesariamente a revisar el presente con las prevenciones del pasado. Los años setenta, como bien es sabido, marcaron a fuego el futuro del país. El terrorismo de estado, que fue instrumentado como la manera clandestina de eliminar, sin leyes ni juicios previos, la violencia guerrillera, determinó el formato de nación que vendría después, dividido fuertemente en sectores irreconciliables. El tiempo pasó, pero esa grieta no se superó. Es más, sobre esa gigantesca falla en la cohesión social, se construyó un relato desde el poder, que planteó cuestiones ideológicas y políticas con pretensiones de verdad única impuesta desde las alturas del estado: o sos libertario o sos zurdo hdp. La cuestión es que, gran parte de la base electoral del libertarismo, se instaló en la juventud, principalmente en jóvenes masculinos, blancos, de clase media y media alta. Cualquier similitud con los jóvenes del setenta, parece no ser pura casualidad. Los jóvenes libertarios, también tienen una concepción mesiánica del poder, un líder confrontativo, un mensaje con traducción de verdad revelada, y una incapacidad para entender o razonar con la otredad. Al “cinco por uno” del glosario peronista, lo convirtieron en “los vamos a ir a buscar zurdos hdp”, a las armas y bombas que mataban personas, las reemplazaron con la nueva parafernalia virtual de las redes sociales, capaz de cancelar cualquier disidencia, y ahora, a estar a sucesos recientes, comienzan a tomar visos de violencia material, como en los setenta, vió? “El retuit presidencial saludando a los agresores, nos pone ante un escenario de estimulación de la violencia por parte del poder político”. Los muchachos de Milei son conscientes que representan una manera de cosechar votos difundiendo mensajes de violencia. ¿Qué otra cosa significa la inauguración del boliche “La Legíón”, exclusivo para jóvenes libertarios, dónde, asegura la publicidad, no correrán el peligro de ser agredidos? ¿Agredidos? ¿Por qué? ¿Por quiénes? A confesión de parte… Pero la cuestión más significativa en esta rueda interminable del toma y daca verbal, y algo más, es el apoyo que la más alta magistratura del país les brinda. La invasión y vandalización del domicilio de la docente, que merece la atención de la seguridad del estado y la solidaridad de las autoridades, generó una respuesta contraria de las mismas. Milei se solidarizó con los agresores. Sin palabras. La juventud, según las investigadoras Lydia Alpízar y Marina Bernal (“La construcción social de las juventudes”, Scielo), se está construyendo y reconstruyendo permanentemente. Dicen que “cada sociedad define a la “juventud” a partir de sus propios parámetros culturales, sociales, políticos y económicos”. Es decir que el concepto de “juventud” no es estático. y está en permanente redefinición. Sin embargo, algunas características comunes tienen los jóvenes de todas las épocas. Son los elementos dinamizadores en la sociedad. No en vano los adultos apuntan hacia ellos para hacer “su revolución”. “Los setenta abonaron a una juventud con concepciones mesiánicas. Cincuenta años después, pareciera que comienza a repetirse el proceso”. Pasó con Perón y pasa con Milei. Salvando las distancias y las épocas, los menores de treinta años, por poner algún parámetro, son el sector maravilloso que instrumentará el cambio que se articula desde los mandos del estado. La cuestión es que no se trata meramente de un cambio cultural, que pueda ser objeto de debate en los distintos escenarios que presenta la política y la sociedad. Sino de una biblia militante, que el propio poder se encarga de instrumentar, y que debe ser impuesta a como dé lugar. Y para ello, ¿qué mejor que los jóvenes? Es cierto que el candidato Milei atrajo el voto joven, parte de él, en un campo orégano para sus propuestas disruptivas. La precarización material que afectó principalmente a ese sector etario, sin trabajo y sin perspectivas, el aislamiento social a raíz de la pandemia, un mundo adulto que no los comprendía, fue la tierra propicia para ser plantada la semilla libertaria a través de un hábil manejo de las redes sociales. Hasta allí, todo bien. Pero luego, la inoculación en sus mentes de portadores monopólicos de la verdad, la división maniquea entre nosotros los buenos y los otros los malos, la máxima no escrita, pero sí actuada, de “el líder siempre tiene la razón, más cuando no la tiene”, terminan por construir una realidad forjada a base de los duros martillazos de la intolerancia. El filósofo austríaco liberal Karl Popper, llama “sociedad abierta” a aquélla dónde la libertad de crítica está garantizada por instituciones sociales y políticas que la sostengan. Tal vez los jóvenes no hayan leído a Popper. Lo habrá hecho Milei?

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