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Parana » AIM Digital
Fecha: 30/03/2025 10:04
El tiempo es en física la magnitud que sirve para medir la separación entre acontecimientos; pero lo que se mide en realidad no son duraciones sino distancias, como observó hace más de un siglo el filósofo francés Henri Bergson. Esa observación de Bergson, que lo llevó a afirmar que el tiempo físico "no dura" fue anterior a la mecánica cuántica, que vino a complicar mucho más y arrojar nuevas dudas sobre la esquiva naturaleza del tiempo. En el prólogo de su cuento "El Jardín de los senderos que se bifurcan", Borges da una versión laberíntica del tiempo: el astrólogo chino Ts'ui Pen se había propuesto construir un laberinto infinitamente complejo y escribir una novela interminable, el libro extraordinario. "A diferencia de Newton y de Schopenhauer, no creía en un tiempo uniforme, absoluto. Creía en infinitas series de tiempos, en una red creciente y vertiginosa de tiempos divergentes, convergentes y paralelos. Esa trama de tiempos que se aproximan, se bifurcan, se cortan o que secularmente se ignoran, abarca todas las posibilidades". Quizá Borges haya tomado esta idea de autores anteriores, pero es la idea que vino a instalar poco después una versión de la mecánica cuántica con el multiverso. La física es una ciencia experimental que se basa en la medición, de modo que lo que no se pueda medir ni deducir lógicamente de una medición, no tiene sentido físico; pero la filosofía, que a veces no mide las consecuencias, se permite las especulaciones y la teología mucho más. Sin embargo, la mecánica cuántica sacó al observador de la objetividad y lo incorporó en la naturaleza de los fenómenos; se abrió entonces también para la ciencia natural el camino de la especulación, que se ha hecho frondosísima y no parece tener límites ni siquiera en la cordura y admitió los laberintos que Borges atribuye a su astrónomo literario Ts'ui Pen. La física de las partículas debió renunciar a la idea de que los fenómenos son independientes del observador. Un ejemplo poderoso de esta tendencia es la llamada "inmortalidad cuántica", que deriva de la teoría de los mundos paralelos del físico estadounidense Hugh Everett, que a su vez se apoya en el experimento ideal del "gato de Schrödinger". Schrödinger fue un físico vienés que propuso a partir del hinduismo que la consciencia es una sola, y que si aparece como separada en nosotros es porque estamos vinculados una porción de materia, nuestro cuerpo, que la limita. Qué pasa cuando el cuerpo se descompone y desaparece es lo que nadie sabe, pero muchos conjeturan y algunos creen saber, aunque creer no es saber. La convicción de que la conciencia es la raíz de donde provienen todas las cosas particulares y a la que regresan cuando su ciclo termina, vino a tener un apoyo impensado en algunas interpretaciones de la mecánica cuántica. Schrödinger imaginó una caja opaca con un gato adentro junto a una ampolla llena de gas venenoso y un martillo que la rompería si cae sobre ella y mataría al gato. El martillo estaba conectado a un mecanismo detector de partículas junto al que había un átomo radiactivo. Había 50 por ciento de posibilidades de que este liberara una partícula en una hora y, de esta manera, pusiera en marcha el mecanismo letal que mataría al gato. Había que esperar una hora para abrir la caja y comprobar si el gato había muerto, porque el mecanismo se había activado, o si continuaba con vida. Sin embargo, mientras la caja estaba cerrada, el gato estaba vivo y muerto al mismo tiempo. Es decir, en una indefinida "superposición de estados", vivo y muerto, que deriva de que los electrones se comportan como ondas si no son observados y como partículas si son observados. Una primera especulación incomprobable es que no hay un solo mundo, una sola realidad, sino varias. En una el gato vive y otra en la que está muerto al mismo tiempo sin interferir entre ellas. Nuestra vida es un viaje hacia la muerte, pero la muerte no se ve ahora como un mero acabóse sino como un salto a otro orden de vida, a otro de los mundos que Everett postuló para que el gato de Schrödinger no estuviera simultáneamente vivo y muerto sino muerto en un mundo y vivo en otro. Extremando la especulación, podríamos suponer que si ayer ocurrió el apocalipsis, hoy estamos en otro mundo donde quizá no haya apocalipsis o todavía no ocurrió. En su momento, cuando presentó su teoría en 1957, Everett no fue escuchado por los otros físicos. Como descubrió un algoritmo que le rindió económicamente, abandonó la física pero incorporó el alcoholismo y murió de un infarto a los 51 años. Quién podría decir si está o no en una vida nueva en un mundo paralelo. Años después se suicidó su hija Isabel y dejó un escrito en que pedía ser arrojada a un basural, como su padre, para ir al mismo mundo paralelo donde estaría él. La formalización científica de la teoría de Everett se asienta en que la superposición de estados cuánticos, que mantendría vivo y muerto al gato de Schrödenger, no tiene justificación empírica. La separación de estados que implican los mundos paralelos sí la tendría, aunque la justificación se desplaza ahora a comprobar los mundos paralelos. Cuando alguien sufre un accidente y muere, es velado, llorado y enterrado por sus deudos; pero como la consciencia no conoce la muerte es trasladado a otro mundo donde la consciencia se preserva. Si los electrones no son observados en algunos experimentos cuánticos conservan su naturaleza de ondas, pero si son observados "colapsan" y se comportan como corpúsculos. De allí Everett dedujo que las observaciones de los fenómenos cuánticos dividen el mundo, crean otras realidades. En lugar de indeterminación, de un gato simultáneamente vivo y muerto, no habría estados indefinidos sino estados múltiples en mundos diversos. La superposición de estados como vivo y muerto, incomprensible en un solo mundo para un individuo, se reemplaza por dos estados bien definidos: vivo y muerto, en dos mundos diferentes. Los mundos de existencia simultánea no pueden interactuar entre sí, de modo que el gato vivo no puede convivir con el gato muerto. Cada uno de nosotros solo puede estar en un mundo e ignora los acontecimientos de cualquier otro mundo, incluso su existencia Estrictamente hablando, esta es la interpretación que Everett hace de la mecánica cuántica. No hay lugar para postulados físicos sobre cómo se produce la ramificación de los mundos. Everett trata el formalismo matemático de la cuántica tal como viene, sin añadir nada. La tesis doctoral en que Everett fijó su teoría termina con una afirmación que sus detractores debieron aceptar: “debemos renunciar a la esperanza de encontrar una teoría correcta de las cosas… sencillamente porque no tenemos acceso a la totalidad de las cosas ni experimentamos todo lo que hay”. Una derivación de su teoría es que la muerte consiste en un salto de un mundo a otro porque la consciencia continúa. Es entonces posible que hayamos muerto muchas veces y que en algunos mundos nos recuerden, en otros nos hayan olvidado, en otros nos esperen. Quizá nadie pueda experimentar la muerte, no porque llegado el momento no esté ya en condiciones de experimentar nada, sino porque cuando su cuerpo deja de percibir su consciencia ha saltado a otro mundo donde sigue percibiendo sin recuerdo de dónde vino. Y sin embargo, no faltarán quienes adviertan que con cada cambio de estado, o de mundo, el ser consciente sentirá que todo se va apagando, que los que conoció ya murieron en el mundo en que está y que en al final la ínfima parte de la consciencia universal que fluye en él se detendrá. De la Redacción de AIM.
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