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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 30/03/2025 05:06
El presente comienza a teñirse con un inocultable barniz electoral. Está marcado por los interrogantes respecto al rumbo del plan económico del gobierno nacional tras el acuerdo con el FMI, la tensión en los mercados y las expectativas respecto a las modificaciones al régimen cambiario, con las lógicas incertidumbres que se amplifican inexorablemente al compás del inminente calendario electoral. Un proceso electoral de capital importancia que da cuentas de un sistema político y de partidos en transición en el sentido gramsciano de dicha expresión: un tiempo en el que el viejo sistema no acaba por morir pero el nuevo no termina de nacer. Es decir, un tiempo de crisis, cuya manifestación más acabada se ha revelado esta semana al operar el plazo de vencimiento para la presentación de candidaturas para las elecciones en las que el próximo 18 de mayo se elegirán 30 bancas en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires. Un sistema marcado por una altísima fragmentación, rayana con la atomización, con espacios que en su mayoría tienen fronteras lábiles y perfiles poco nítidos. Una oferta electoral que propone muy pocas novedades, exponiendo la carencia de nuevos liderazgos capaces de interpelar a ciudadanos con renovadas demandas y expectativas. Un sistema agonizante que tendrá su primer contraste con la realidad en un distrito que, como caja de resonancia nacional, tiene una importancia que trasciende su representatividad en el padrón nacional (7%), y en una elección que pese a ser de carácter local, puede tener consecuencias relevantes en términos de potenciales realineamientos de cara a las nacionales de octubre. La principal novedad reside, sin dudas, en el debut electoral de LLA como sello propio, tras el proceso de armado partidario encabezado por Karina Milei. Un estreno que, nada más ni nada menos, los verá testeando el peso específico y la capacidad de arrastre de la “marca” libertaria sin la contención de un esquema de alianzas o coaliciones. Precisamente esa decisión del oficialismo nacional acabó por dinamitar cualquier posibilidad de lo que hasta hace no tanto tiempo atrás parecía una confluencia lógica con el PRO, que ahora se enfrentará a una elección que no solo podría acabar con la hegemonía del partido fundado por Macri en tierras porteñas sino que seguramente complejizará enormemente la dinámica de la legislatura y la gobernabilidad de la ya complicada gestión local de Jorge Macri. El principal beneficiario de la dispersión de la oferta de centro-derecha (a la que se suma la “sorpresiva” candidatura de Marra con el sello de la Ucedé, y la del MID de Oscar Zago que presenta a Ricardo Caruso Lombardi) es sin dudas Leandro Santoro, que logró encolumnar detrás de su candidatura a casi la totalidad de las diversas tribus del peronismo porteño y el kirchnerismo (con la excepción del Movimiento Evita y del espacio referenciado en Guillermo Moreno), y podría aspirar a ganar una elección legislativa en la ciudad por primera vez desde que Erman González triunfara en las legislativas nacionales de 1991 (curiosamente, con Patricia Bullrich en el tercer lugar de dicha nómina). El panorama, tras consumarse asimismo el previsible final de la experiencia de Juntos por el Cambio, se completa con la “revivida” coalición Evolución (el radicalismo de Lousteau, el socialismo de Roy Cortina y el GEN de Stolbizer) que se decantó por una apuesta de riesgo en una elección de “grandes nombres” (una joven referente del movimiento universitario), la Coalición Cívica, y el nuevo espacio liderado por Horacio Rodríguez Larreta, a lo que se suman las diferentes expresiones de la izquierda, y otros espacios -a priori- menos competitivos que configuran un escenario hiper-fragmentado con más de 12 ofertas que estarán en la boleta única con la que votaran los porteños en apenas 50 días. Confirmado entonces este peculiar escenario pueden comenzar a esbozarse las primeras hipótesis con respecto al posicionamiento de los principales espacios y candidatos, y las probables estrategias con las que buscarán maximizar sus chances electorales. En principio, la mayor atención estará puesta en las estrategias de los dos oficialismos (el nacional y el local), tanto por lo que ponen en juego (la fortaleza de la adhesión al gobierno nacional, y la hegemonía en la ciudad, respectivamente), como por el hecho de que compiten esencialmente por un mismo electorado. Es que las encuestas dejan en evidencia que la amplia mayoría de quienes sustentan la intención de voto del PRO en la ciudad tienen una buena o muy buena opinión respecto al gobierno de Milei: el interrogante a develar en este caso será, fundamentalmente, si pesará más la identidad local o la adhesión en el plano nacional. En otras palabras, habrá una puja, aunque seguramente no será tan lineal, entre nacionalizar la elección o intentar llevarla al plano local. Decimos que la disputa de ese terreno de la campaña no será tan lineal (lo local versus lo nacional) porque precisamente el PRO, a contramano de lo que ocurría durante las gestiones de Mauricio Macri y de Horacio Rodríguez Larreta, no tiene actualmente una buena gestión que mostrar, y ello es un obstáculo que se avizora difícil de sortear. Por ello, una primera lectura de los candidatos que encabezan la lista del PRO pareciera indicar que la intención fue elegir a alguien que no aparezca como muy vinculado a la gestión local. Sin embargo, si bien la elección de Lospennato cumple con la premisa de relativa lejanía de la gestión, pareciera ofrecer -siempre en un análisis todavía muy provisional- algunas desventajas que podrían complejizar un posicionamiento competitivo: no solo está muy asociada a la defensa del aborto y posiciones feministas, lo que no pareciera muy conveniente para disputar el mismo electorado que LLA en la coyuntura actual, sino que, además de ser relativamente poco conocida, no está directamente asociada a Mauricio Macri, que sigue siendo -a pesar de todo- el principal factor movilizador del espacio. En este sentido, son varios los interrogantes que resuenan: ¿se animará el PRO a nacionalizar la campaña en línea con la crítica al “escaso apego institucional” esbozada por el propio Macri en las últimas horas? Y en caso de que se opte por ese mensaje, ¿la “defensa” de los principios republicanos o el respeto a los mecanismos institucionales son hoy vectores para construir “razones de voto” en una contienda electoral? Por el contrario, la candidatura de LLA resultó, a todas luces, bastante previsible. A diferencia del resto de las fuerzas en pugna, para el oficialismo era aconsejable buscar una opción que no solo reflejara algunos atributos del presidente reconocibles y valorados por el electorado (impronta rupturista, carácter confrontativo, incorrección política, etc.), sino además una figura que se asociara estrechamente a Milei. Si bien Adorni, tanto por el estilo que le imprimió a su rol de vocero, como por su cercanía personal con Milei y su nivel de conocimiento pareciera cumplir con esas condiciones, su escaso conocimiento de la Ciudad, su nula experiencia como candidato y, sobre todo, su perfil muy orientado a hablarle casi exclusivamente a los votantes de Milei plantean interrogantes que habrá que develar. Interrogantes que responden a una incógnita de orden mayor: ¿será suficiente para alcanzar un buen resultado una estrategia centrada casi exclusivamente en la fidelización de lo que los libertarios consideran un electorado propio, aunque este pueda ser en cierta forma compartido con el PRO? Estas incógnitas parecieran favorecer las chances de Santoro, quien no solo ya cuenta con un posicionamiento relativamente competitivo fruto de haber sido candidato en la Ciudad y con un piso importante que se amplifica en un escenario de altísima dispersión, sino que además ofrece una imagen de “renovación” del espacio alejada de algunos referentes kirchneristas con altos niveles de rechazo, y un mayor margen de autonomía estratégica, que le permitirá desplazarse discursivamente según la necesidad desde debates locales a temas nacionales, atacando alternativamente al gobierno nacional o a la gestión loca, incluso a las dos simultáneamente. Sin despreciar el posicionamiento y las estrategias de las otras fuerzas y espacios, que en algunos casos pueden incluso horadar la intención de voto de los principales contendientes (fundamentalmente Marra y Rodríguez Larreta), la campaña seguramente gravitará en torno a los tres principales espacios, lo que no quiere decir en absoluto que pueda a esta altura hablarse de una clásica elección de “tercios”. Así las cosas, la lógica de “manual” indicaría que LLA intentará nacionalizar la elección, no solo intentando proyectar la imagen de que acompañando a Adorni el votante le está dando su voto de confianza al propio Milei, sino priorizando la polarización con Santoro, en la línea de patentizar que allí reside la batalla de fondo que se prolongará en octubre y ampliará a territorio bonaerense. Y en tanto resulta probable que, con atendibles dosis de pragmatismo, Santoro acepte el convite de subirse a ese ring (pese a que debiera evaluar no despreciar oportunidad alguna para profundizar la división del voto de centro-derecha), el panorama para el PRO puede deslizarse rápidamente hacia la ya conocida “maldición” de las terceras fuerzas.
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