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» Diario Cordoba
Fecha: 29/03/2025 12:14
El colegio diocesano Reales Escuelas La Inmaculada organiza desde hace unos años las jornadas Puerta Abierta a la Historia para mostrar, por un lado, las joyas que atesora este inmueble del siglo XVI (sobre todo la escalera barroca muy similar en porte y belleza a la de la Diputación de Córdoba y el patio barroco declarados Bien de Interés Cultural y obras, según apuntan las últimas investigaciones, de Alonso Gómez de Sandoval y Jerónimo Sánchez de Rueda) y, por otro, el legado de la institución pedagógica decana de Córdoba y una de las más antiguas de Andalucía. Los centenares de generaciones de cordobeses que han tenido la suerte de pasar por estas aulas de techos altísimos, bóvedas policromadas y suelos de mármol se emocionan al regresar al lugar de su infancia. Quienes no lo conocen descubren un tesoro oculto. «La historia de la educación en Córdoba empieza aquí, en esta plaza, en este edificio», afirma categórico Giuseppe Palmieri, arqueólogo y profesor de Ciencias Sociales del centro que nos acompaña, junto a la jefa de estudios María Arias y es responsable del proyecto para la puesta en valor del colegio de la plaza de la Compañía. Palmieri invita a reparar, antes de entrar al edificio, en la lápida que recuerda que el mismísimo Miguel de Cervantes fue alumno de este colegio, como apunta Luis Astrana, uno de sus principales biógrafos. Giuseppe Palmieri y María Arias, en el colegio de La Inmaculada. / CHENCHO MARTÍNEZ «Cuando entendimos la trascendencia que tiene nuestra institución en la historia de la educación, decidimos compartir este conocimiento con la ciudadanía de Córdoba», añade. El proyecto como tal nació hace cinco años para proteger y divulgar esta joya que, aunque hay leyendas que así lo cuenten, nunca fue convento: de palacio pasó a ser colegio de Santa Catalina en 1533. La marquesa de Priego, gran amiga de San Juan de Ávila, patrocinó el proyecto secundando la propuesta de su hijo Antonio, que entrado en la orden de los jesuitas, quería poner en marcha un proyecto educativo inspirado en las reglas de San Ignacio de Loyola. “Empieza una colaboración entre Juan de Ávila e Ignacio de Loyola, con el patrocinio de la marquesa, y montan el primer colegio en una casa de Doña Catalina, lo que es hoy el restaurante El Bandolero, hasta que el deán -don Juan Fernández de Córdoba, primo de la marquesa-, dona este palacio y se trasladan aquí”. El actual inmueble lo forman tres casas solariegas unidas y articuladas en torno a tres patios que transitaron del Renacimiento al Barroco. La magnífica escalinata representa el cénit y la caída de la Compañía de Jesús en España, resumiendo a la perfección ese capítulo de la historia del siglo XVIII. “Los jesuitas construyeron la escalera que subraya el prestigio de la institución, como la joya de la corona, pero pocas después de su finalización en 1767 se tienen que ir del país casi de un día para otro”, recuerda el profesor. Entonces, era una de las instituciones más prestigiosa de Andalucía, donde llegan a estudiar 1.100 alumnos (en la actualidad son 800), hijos en su mayoría de la alta burguesía y la nobleza de Córdoba, Jaén y Málaga (se hospedaban en lo que hoy es el IES Góngora, entonces colegio de la Asunción) y niños sin recursos a los que la institución también abrió las puertas (las niñas estudian aquí desde finales del siglo XVIII o principios del XIX). Tras la expulsión de los jesuitas será otro Fernández de Córdoba, el deán Francisco Javier, quien le pida a Carlos III hacerse cargo de la institución para mantener vivo el proyecto educativo y fundar las Reales Escuelas Pías. Aquel cambio de titularidad también tuvo su trasunto en la vivienda con un cambio de los símbolos jesuitas por los de la corona, algo que puede verse en la cúpula de la escalinata, que guarda gran parecido a la de la Iglesia Madre de Dios de Priego. Con vistas al futuro Poder tocar la historia con la mano no es óbice para convertirse en piedra. En el colegio de la Inmaculada viven el patrimonio como algo vivo. “Esto es un espacio donde vivimos; los niños suben y bajan por la escalera y simplemente saben que cuando llegan aquí tienen que coger la mochila de ruedas para no arrastrarla”, comenta la jefa de estudios, hija de la institución. “Estuve con los maristas, entre aquí con cinco años y desde entonces no me he marchado”, explica María. Zona polivalente, bajo la escalinata barroca. Historia y vanguardia en uno. / CHENCHO MARTÍNEZ La prueba más evidente de que el presente late entre los testigos del pasado es la propia escalinata cuya su estructura se oculta un espacio multimedia para los alumnos. “Cuando nosotros éramos pequeños esto lo llamábamos la cueva, porque era una zona de juego, y aquí ahora se combinan esas dos realidades de tradición y vanguardia educativa con nuestro modelo de escuela 5.0”, apunta. Así bajo el mármol de Cabra, piedra de Los Pedroches y posiblemente de Carrara, se abre un espacio polivalente donde los niños pueden hacer asambleas, leer, experimentar o conectarse al mundo a través del wifi. El proyecto de puesta en valor En el proyecto de investigación y puesta en valor del patrimonio material e inmaterial del colegio han participado historiadores de calibre internacional, miembros de la Real Academia de Córdoba, y el historiador jesuita Wenceslao Soto Artuñedo, que ha bebido de las fuentes primarias que la Compañía de Jesús conserva en el Vaticano para reconstruir la historia de la institución. Además de las fuentes historiográficas se ha hecho un escaneado láser en 3D de la caja de la escalera y la cúpula que permite estudiar y preservar el monumento. Además, el colegio elaboró un documental para contar su historia y un libro en versión bilingüe que es una herramienta educativa más. Bóveda de una de las aulas del colegio La Inmaculada. / CHENCHO MARTÍNEZ El claustro del colegio de la Inmaculada, que pertenece a nivel educativo a la Fundación Santos Mártires, pero es un patronato formado por el deán, el magistral y el doctoral de la Iglesia Catedral quien se ocupa de su conservación, está comprometido con el objetivo de mantener vivo el espíritu educativo que habita estas paredes desde hace cinco siglos. "Queremos que nuestros alumnos sepan que se han educado en una institución educativa que no es comparable a ninguna otra, que tiene un sello distintivo y que son responsables de transmitir su legado y de hacer que los cordobeses estén orgullosos de su historia". Por eso, las Reales Escuelas Pías abren hoy sus puertas. Suscríbete para seguir leyendo
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