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» Diario Cordoba
Fecha: 28/03/2025 05:39
Confiábamos en que todo iba razonablemente, al menos para esta parte del planeta. 80 años después del término de la II Guerra Mundial, la Europa tejida entre conflictos e imperios había conocido una era inédita de paz y prosperidad. Todos nosotros vivimos mucho mejor que hace cien años. Después de la guerra fría y un sistema de bloques, llegó la política del deshielo, de los acuerdos comerciales, del régimen mixto chino, de la caída del muro de Berlín, de los tratados de no proliferación de armas nucleares, de las grandes agencias internacionales, de los tratados por el clima y la Agenda 2030. El enemigo común eran los fundamentalismos sin domeñar, pues los instrumentales que desestabilizan regímenes incómodos sí eran útiles. Y todo, sobre la base de la explotación de recursos ajenos que pudieran mantener nuestro bienestar. Nadie aventuraba hace 4 meses que se avecinaba el cambio de rumbo en la geopolítica mundial, básicamente motivado por el cambio de intereses de uno de sus grandes protagonistas, los Estados Unidos. El nuevo gobierno norteamericano no solamente quiere proteger sus productos nacionales y tensionar el mercado mundial, sino cambiar las reglas del juego. Ya no hay más principios que el negocio, defienden desde el otro lado del Atlántico. Adiós a las alianzas y que cada uno se salve a sí mismo: lo que nos coge con el paso cambiado ayunos de una cultura de seguridad y autodefensa colectivas. Este el es camino, no para el fin de la Europa milenaria, sino para el declive irreversible de Norteamérica, que se enfrenta con todos sus vecinos y con quienes participan de su cultura. Se impone la ley del Far West, del lejano oeste. Del más fuerte y mejor armado. La ley del miedo. Tanto tiempo diciendo algunos que las amenazas llegaban del Sur para distraernos, y resulta que vienen del Norte. Con las armas se ganan las guerras, pero con los valores avanzan las civilizaciones. Y en estas nos vemos, anunciando desde las instituciones europeas la necesidad urgente de un kit de supervivencia para todos, que nos salve in extremis de todo tipo de males y catástrofes, naturales o bélicas. Agua embotellada, conservas, linternas y pilas, cerillas, botiquín y medicamentos, navaja multiusos, dinero metálico y una radio. Se puede engrosar con libros, ropa o aquello que quepa en una mochila. No es mucho, ni es esta la civilización a la que aspirábamos. Incertidumbre y miedo, mala combinación. Me pregunto cuántas empresas, salvo las de armamento, harán grandes desembolsos y planes de inversión en este contexto, y hacia dónde irá la economía que hace de dique de salvación de nuestras seguridades, derechos sociales y modo de vida. Debate que se plantea en la trama de una sociedad líquida sin liderazgos claros, desorientada y sin principios fuertes, imbuida del relativismo y una errónea visión eurocéntrica. La sociedad del vermut, que opina de todo en barras de bar, redes sociales o tertulias mediáticas, pero muchas veces incapaz de compromisos, sacrificios y coherencia. Hace falta conciencia y movilización social. Con la que está cayendo, no podemos seguir tocando la orquesta en la sala de baile, mientras el lujoso Titanic camina de frente hacia el iceberg. Para salir adelante, en el kit europeo además tenemos que llevar unidad, determinación y horizontes claros para la defensa colectiva de nuestras democracias y valores. Europa tiene potencial y recursos suficientes para recuperar el protagonismo perdido en el tablero mundial. *Abogado y mediador
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