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  • Días de lluvia

    » Diario Cordoba

    Fecha: 27/03/2025 20:43

    Zona afectada por las lluvias en Madrid. / EP No es verdad que la gente conozca bien la palma de su mano. No lo notaría si se la cambiaran por otra. Dicho esto, empiezo a contemplar la mía y veo que está llena de carreteras secundarias que podrían pertenecer a una mano cualquiera. Por un momento, se me ocurre la idea de mapearla, pero no es sencillo: está surcada por multitud de rayas delgadísimas, la mayoría de las cuales no van a ningún sitio. Dejemos de decir, pues, que Fulano conoce Valladolid o Nueva York, por poner dos ejemplos, como la palma de su mano porque la palma de la mano es la gran desconocida, de ahí que haya gente especializada en su lectura. A mí me la han leído tres veces, dos de ellas con resultados convencionales, o sea, de mentira, y una con resultados inquietantes, o sea, de verdad. La de verdad ocurrió en un soportal de Turín, ciudad en la que me hallaba haciendo un turismo siniestro porque se trata de una ciudad bellísima por la que pasa el río Po. Pues bien, estaba yo debajo de un soportal, a cubierto de una lluvia aciaga, cuyas gotas parecían lágrimas de ámbar, cuando se acercó una mujer que se ofreció a leérmela gratis. Le pregunté que por qué gratis y dijo que porque, tras observarme un rato, se había dado cuenta de que miraba la lluvia de un modo distinto. -¿Cómo de distinto? -pregunté. -Quiero decir que no la da por hecha. Como su respuesta me halagó, le ofrecí la palma de mi mano izquierda bajo aquel soportal sombrío en el que había una quesería cerrada por defunción. La mujer la exploró visualmente unos minutos (recuerdo el tacto de sus dedos largos, finos y enguantados en piel) tras los cuales la abandonó con gesto de derrota. -No lo veo -dijo. -¿Qué es lo que no ve? -Es como si estuviera todo escrito en chino y yo no sé chino. Que tenga usted buen día. Me dejó inquieto. Quizá, pensé, había visto algo malo que prefirió no revelarme. Durante días recorrí las calles de un Turín lluvioso buscando en ellas un significado, que no encontré, para mi vida. Pero puedo decir sin miedo a equivocarme que conozco aquella ciudad atroz (en el buen sentido de la palabra) mejor que la palma de mi mano.

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