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Concordia » Despertar Entrerriano
Fecha: 25/03/2025 13:53
El físico que postuló la Teoría de la Relatividad, ganó sin embargo el Nobel al descubrir el efecto fotoeléctrico, un enorme paso para la humanidad que lo convirtió en precursor de la física médica. Con sus aportes, los tratamientos oncológicos avanzaron años luz: radioterapia, tomografía y más. Sin embargo, en algo se equivocó. Otoño de 1925. Dos elegantes caballeros caminan del brazo por la peatonal calle Florida, conversan, miran las vidrieras de las Galerías Pacífico. Algo completamente normal sino fuera que detrás les seguía una masa de periodistas, curiosos y admiradores. Esos dos señores eran Albert Einstein y Leopoldo Lugones absortos en su charla, dirigiéndose a cenar a la casa del escritor. Lugones, era el único intelectual argentino, a quien Einstein había conocido antes de su viaje a la Argentina. Einstein había compartido con Lugones, Marie Curie, Henri Bergson, Tommas Mann y otras figuras eminentes la mesa de discusiones de uno de los foros intelectuales más importantes de esa época: el Comité Internacional de Cooperación Intelectual de la Liga de las Naciones (antecesora de las Naciones Unidas). Einstein paso un mes en Argentina, del 25 de marzo al 24 de abril de 1925. En Buenos Aires vivió en la residencia de Bruno Wassermann, un rico comerciante de origen judío-alemán, situada en Belgrano. Y los fines de semana iban a descansar a la mansión de fin de semana de Wasserman en Lavallol. Allí, Einstein podía tomarse breves descansos, escribiendo: «Tranquilidad por fin, estoy totalmente deshecho». Veinte años antes, en 1905, cuando todavía era un joven físico poco conocido y trabajaba como empleado en la Oficina de Patentes de Berna, publicó su teoría de la relatividad especial, que trata sobre la física del movimiento de los cuerpos en ausencia de gravedad y unifica los conceptos de espacio y tiempo en un entramado de cuatro dimensiones, denominado espacio-tiempo. Como consecuencia lógica de dicha teoría, dedujo la ecuación más célebre de la física para el público general: la equivalencia entre masa y energía, E = mc². En 1915, dio a conocer la teoría de la relatividad general, incorporando la gravedad a su teoría y modificando por completo la noción de la gravedad descripta por Newton. Era una teoría basada en sólidas ecuaciones matemáticas, pero para demostrar su validez había que probar que la luz se curvaba ante la presencia de sólidos masivos. En 1919, cuando observaciones realizadas por astrónomos británicos durante un eclipse solar confirmaron sus predicciones sobre la curvatura de la luz, la prensa lo elevó a la categoría de rockstar. Einstein se transformó en un símbolo popular de la ciencia, alcanzando fama mundial. Por sus investigaciones sobre el efecto fotoeléctrico (que describe cómo la luz incide sobre ciertos materiales y provoca la emisión de electrones, generando una corriente eléctrica) y “sus numerosas aportaciones a la física teórica”, recibió en 1921 el Premio Nobel de Física. No lo recibió por la Teoría de la Relatividad, ya que el experto encargado de evaluarla no logró comprenderla y se temía correr el riesgo de que más adelante fuera refutada. Durante su visita a la Argentina, invitado por la Universidad de Buenos Aires y la Sociedad Hebraica con el objetivo de difundir la teoría de la relatividad, tuvo en nuestro país una agenda extremadamente agobiante. Dictó 12 conferencias, participó en numerosas reuniones, recepciones y banquetes en su honor. Su itinerario incluyó visitas a La Plata y Córdoba. El miércoles 1º de abril Einstein realizó un vuelo corto sobre la ciudad de Buenos Aires a bordo de un avión Junker acompañado por la señora Wassermann. Este era su primer vuelo en avión; Einstein comentó luego cuánto lo impresionó esa experiencia, «particularmente el despegue» de la aeronave. Por la tarde Einstein fue recibido por el presidente Marcelo T. de Alvear en un cordial encuentro donde se lo distinguió como huésped ilustre. Estuvieron un rato a solas conversando sobre la situación europea, no había necesidad de traductores, ambos hablaban un impecable francés. El lunes 6 de abril continuó su contacto con científicos locales: en compañía del joven fisiólogo Bernardo A. Houssay (que 22 años más tarde sería galardonado con el Premio Nobel de Medicina). El miércoles 22 fue invitado a un almuerzo de despedida organizado por la cúpula científica y política de Argentina en el Jockey Club, donde participaron rectores, decanos y ministros. El cierre de la jornada fue menos formal y algo más divertido: esa noche Einstein asistió a una fiesta organizada por el Centro de Estudiantes de Ingeniería en la Asociación Cristiana de Jóvenes. Los estudiantes improvisaron una orquesta con una guitarra, un bombo y una flauta. Un avispado había llevado un violín que Einstein tocó con gusto. Ese día lleno de personajes célebres, Einstein escribió solo una frase en su diario:»estudiantes, guitarras y canto». Einstein entendía que la terminada Primera Guerra Mundial era solo el entorno temporal donde se incubaba el huevo de la serpiente de la Segunda Guerra. A su regreso de Argentina, en julio de 1925 Einstein leyó el primer tomo de Mi Lucha, un largo panfleto perpetrado por un ascendente político esquizoide. Un tal Adolf Hitler. Todo su plan quedaba claramente expuesto. Antes del acceso de Hitler a la Cancillería del Reich, Einstein y su prestigio emigraron a la Universidad de Princeton. Luego de esa guerra obtusa, se consolidó la diferencia entre ciencia básica y ciencia aplicada. Una estupidez epistemológica. Lástima que ninguno de nuestros gobernantes haya leído el Informe Vannevar Bush (1945) – Science, The Endless Frontier. Este informe al presidente de EEUU resalta la necesidad de financiar la ciencia básica, argumentando que, aunque no tenga aplicaciones inmediatas, es la fuente de futuros avances aplicados. Y volviendo a Einstein que realizaba puramente ciencia básica tuvo efectos prácticos increíbles en varias áreas. Hablaré sólo de la que conozco: la oncología. Aunque Albert Einstein no trabajó directamente en tratamientos contra el cáncer, su legado científico tuvo un impacto fundamental en varias tecnologías y enfoques que luego fueron clave en la lucha contra esta enfermedad. Algunos ejemplos. El efecto fotoeléctrico y la radioterapia: que sentó las bases para entender cómo la radiación interactúa con la materia. Esta comprensión es esencial en el desarrollo y optimización de tecnologías como la radioterapia, una de las principales herramientas en el tratamiento del cáncer. También cambió las ciencias de la salud la teoría de la relatividad y su relación con la Medicina Nuclear. La famosa fórmula de Einstein, E = mc² (que explica que la masa puede transformarse en energía y viceversa) es crucial para entender cómo se libera la energía en reacciones nucleares. Esto está directamente relacionado con la producción de radioisótopos utilizados en medicina nuclear, tanto para el diagnóstico como para el tratamiento de ciertos tipos de cáncer (por ejemplo, la braquiterapia y los radiofármacos como el Iodo-131 en cáncer de tiroides). Gracias a estos avances, hoy contamos con técnicas como el PET (Tomografía por Emisión de Positrones). Y también un impacto Indirecto: la creación de la Física Médica. Einstein inspiró generaciones de físicos que luego aplicaron principios físicos a la medicina, dando nacimiento a la disciplina de física médica, clave en el desarrollo de tecnologías como: aceleradores lineales para radioterapia, sistemas avanzados de imágenes y modelos matemáticos para calcular dosis y planificar tratamientos de cáncer. A su retorno de Argentina a Alemania, fue entrevistado por su amigo Otto Buek, corresponsal de La Nación en Berlín. Einstein le pronosticó «un gran porvenir económico y cultural» para Argentina. No fue así, hasta Einstein se equivoca.
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