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  • Cómo enfrentó el estigma social desde la infancia y su lucha contra la gordofobia: la historia de Agustina Cabaleiro en Del otro lado

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 25/03/2025 04:45

    Del Otro Lado - Agustina Cabaleiro Las calorías de una manzana se cuentan con culpa, las inscripciones en el gimnasio aumentan en septiembre porque “hay que llegar al verano” y el espejo devuelve una imagen que se juzga con dureza. En un mundo obsesionado con el peso más que con la salud, la balanza se convierte en juez y verdugo. No se trata de estar fuerte, ágil o sentirse bien, sino de encajar en un ideal que pesa más que cualquier número en la balanza. Agustina Cabaleiro, conocida en redes sociales como Online Mami, es licenciada en publicidad, modelo, autora y referente del movimiento body positive. Se define como una activista del amor propio y utiliza sus plataformas para cuestionar los estándares de belleza. A través de sus textos y su apuesta estética, genera espacios de reflexión y debate. En 2021 publicó Te lo digo por tu bien, un libro que abrió conversaciones sobre la discriminación corporal, y La gorda del grupo, donde recopila historias de personas con cuerpos no hegemónicos en relación con el amor y el sexo. Con solo 3 años, en su primer día de jardín de infantes, escuchó por primera vez la palabra gorda. Desde entonces, el prejuicio, la discriminación y la lucha interna por aceptar aquello que desde afuera se juzgaba, la llevaron a un proceso personal que luego compartió con el mundo. Su mensaje no solo fue poderoso, sino que también brindó un espacio de contención para miles de personas que sufrían las mismas consecuencias. “Lo que pasa con ser gordo es que es una de las pocas identidades reprimidas que parece una elección, cuando en realidad hay estudios recientes en medicina que indican que el tamaño del cuerpo es tan inelegible como la altura”, advirtió Agustina. El camino no fue sencillo y, si bien hoy existe mayor conciencia y apertura tanto en la sociedad como en la medicina y en las redes sociales, la lucha contra la gordofobia, la opinión sobre cuerpos ajenos y las dietas mágicas sigue vigente. “Lo que nosotros planteamos es que hay que tener hábitos sanos, pero no porque odie mi cuerpo, sino porque es mi máquina y lo quiero cuidar. Ese tiene que ser el motor”, remarcó. Agustina Cabaleiro: "El camino a la autoaceptación es un vaivén constante". (Candela Teicheira) Luis: — Antes de saber lo que haces en las redes, si escribís, si sos comunicadora y si les resulta o no interesante lo que difundís, ¿hay una mirada sobre el aspecto físico antes que nada? Agustina: — Sí, por supuesto. Yo creo que todo aquello en lo que nos diferenciamos de la norma es lo primero que se observa, ya sea para bien o para mal, y por lo general para insultar. A veces digo cosas en redes y me equivoco, porque lo entendí mal o porque lo que dije está mal, y siempre está el insulto trampolín, que dice Migue Granados: “Gorda de mierd*, hiciste esto o lo otro”. Está legítimamente mal y me la mandé, pero en vez de decirme: “Sos una mala mina” u otro insulto, siempre antes o después hay un “porque sos una gorda de mierd* y sos mala porque las gordas son malas, envidiosas y bla”. Hasta esa coma tal vez tenías razón, después te fuiste tres pueblos... Luis: — ¿En algún momento dijiste: “No voy a poder con esto”? Agustina: — Sí, muchas veces. Me lo digo incluso hoy. Hay una percepción sobre la autoaceptación y el amor propio y quererse uno mismo que es como una lista que vos vas tildando cosas. Logué que me guste mi cara, lo tildo. Logré que me gusten mis piernas, que me guste mi panza y como que vas tildando cosas. Pero en realidad el camino de autoaceptarse es saber que podés ser libre, feliz y hacer lo que quieras de igual manera aunque no te guste todo lo que te devuelve el espejo. Es todo lo contrario a tildar ítems y decir: “Esto ya lo terminé”. Es un camino constante toda tu vida. Son cosas que van y vienen, es un vaivén y un esfuerzo constante que lamentablemente lo vas a tener que hacer de por vida. Luis: — ¿Recordás cuando hiciste tu primera dieta? Agustina: — Recuerdo la primera vez que me dijeron gorda de manera despectiva que fue en mi primer día de jardín de infantes. El bullying era una constante, era absoluto, todos los días desde que tuve 3 años hasta que tuve 14 o 15. Fueron muchos años, realmente. Me acuerdo mucho de la dieta para mi fiesta de 15 y lo que pasa con las dietas es muy interesante porque siempre es una dieta para un fin: para unas vacaciones, para casarse, para la fiesta de 15. Pero para la fiesta de 15, yo teniendo 14 años, ya venía de varias nutricionistas. No fue la primera, pero es la que más me acuerdo. Debo haber empezado a los 10 años. En esa época había muchos programas de descenso de peso en el prime time. Es horrible lo que voy a decir, pero yo lo miraba y decía: “No quiero llegar a eso”, que ese era básicamente el objetivo del programa más que ayudar gente. Probas noventa cosas, que la semilla, que los papelitos, que me corto el pelo y hago la vertical mientras que me como una manzana, dietas de revista, de todo… Luis: — ¿Qué pasa cuando vas a un médico? ¿Hay prejuicios? Agustina: — El tema médico es muy complejo. Lo que me pasa a mí como comunicadora es que siempre me dicen: “Bárbaro tu contenido. Vos hablando de aceptación y de amor propio estás fomentando que la gente tenga un estilo de vida no saludable”. Lo que pasa en realidad es que se diferencias los cuerpos en normopeso, sobrepeso y obesidad, eso es una escala que arma un señor que se llamó Adolphe Quetelet que era del 1700. ¿Qué pasaba en el 1700? La Revolución Francesa. Este señor era un matemático y lo hace para analizar la masa de los cuerpos en las sociedades. No era médico y esa fórmula no se hizo para ver si la gente era saludable o no. De hecho, es un parámetro que después se usa en la Revolución Industrial para ver cuánto le puedo dar a un cuerpo laburando, tirando piedras hasta que no dé más. Era para analizar cuerpos de varones europeos y ahora el cuerpo es otra máquina. ¿Cuántos años pasaron hasta el 2025? Sin embargo la medicina sigue utilizando esos términos para decir: “Vos estás enfermo y vos estás sano”. En realidad lo que nosotros planteamos es que hay que tener hábitos sanos, pero no porque odio mi cuerpo sino porque es mi máquina y lo quiero quedar. Ese tiene que ser el motor. Luis: — Cuando vas al médico, por ejemplo, por una otitis. ¿Se meten con el sobrepeso? Agustina: — Me pasó muchas veces. Obviamente, no podemos decir el 100 por ciento de los médicos porque sería menospreciar el laburo de un montón de gente que no lo hace. De hecho, me pasó algo muy gracioso que es que hace unos años fui a la ginecóloga, a una de guardia porque la mía estaba de vacaciones. Yo a mí médica la busqué específicamente, que me trate bien, la conozco desde que tengo 14 años, fui con mi mamá 90 veces, le conté mi primer novio, o sea sabe todo. Cuando me enfrenté a esa consulta dije: “¡Uy! Esta mina me va a decir cualquier cosa”. Cuando llego lo primero que escucho es: “¿Cuánto estás pesando?”. Así de una. Le digo: “Y… estoy pesando esto”. Y me dice: “¡¿Eh?!” Y yo me puse roja, bordó. Y le digo: “Me preguntaste cuánto estoy pensando” y ella me dice: “Te pregunté, ¿qué te anda pasando?”. “Ay, perdón”, le dije. O sea lo mal predispuesta que estaba, no porque soy una loca, sino porque eso sucede claramente. Obviamente, en otros momentos no voy a tener tanta suerte o sí. En medicina ahora hay toda una nueva corriente de nutrición integral y una nueva pirámide alimenticia y eso es bueno. Hay que entender que no todos los términos de la salud son absolutistas. Lo que está bueno es pensar en los hábitos. No que un cuerpo es sano y otro es enfermo y se acabó. "Tengas el cuerpo que tengas, el objetivo es tratar de ser feliz, poder vivir tu vida plena y cuidar tu cuerpo porque realmente lo querés y no porque lo odias", sostuvo Agustina. (Candela Teicheira) Luis: — Sufriste bullying desde muy chica. Hablale a un papá o a una mamá de un nene o nena que no responden a los cánones hegemónicos y que sufre por anticipación y se lo están transmitiendo... Agustina: — Para mí cuando hay un problema entre chicos, ya sea de 3 años, 10 o 14 años, siguen siendo nenes. Es clave que los adultos se metan a tomar cartas en el asunto de la manera que puedan. Ir a hablar al colegio, intentar incluso hablar con los padres de los nenes que están perjudicando a tu hijo a ver qué está pasando ahí. Creo que esto es algo muy de los años 90 o 2000 que no se usa más esto de “entre los nenes se van a arreglar. Es un problema entre ellos”. Me ha pasado teniendo 12 años que las profesoras decían: “Bueno la molestan, pero es un problema entre ellos”. Mis amigas salieron a defenderme con la profesora muchas veces. Yo sentía que mientras más invisible fuera, menos chance de que me hagan bullying tenía. Entonces, yo en clase me quedaba quieta en un rincón, en los cumpleaños estaba quietita. Yo ya no le decía nada a la maestra porque era gastar pólvora en chimangos, mis compañeras le decían a la maestra: “¡Por favor, haz algo!. Ella está llorando ahí, estamos en clase, nadie está aprendiendo nada. Los pibes le gritan desde la otra punta del salón”. En esa época era otra escuela, otros docentes... Luis: — El tema es involucrarse. Vos le decís a los papás que estén ahí. Agustina: — Sí involucrar a adultos: a directores, a docentes, a preceptores. Los colegios también son espacios muy exigidos dónde tenés la exigencia de los pibes, de los padres, tenés dos mangos, es un espacio muy complejo. Ser padre también es complejo, pero la escuela es un espacio formador y todos de adultos tenemos que trabajar las cosas que nos pasaron en la niñez, entonces es una etapa para no desestimar. Luis: — Tu modo de ser no infeliz, era ser lo más invisible posible. Agustina: — Sí, 100 por ciento. Luis: — Ni siquiera te digo ser feliz, sino que era no ser infeliz. Agustina: — Mis papás me amaban, tenía todo como niña clase media 2000 y sin embargo era profundamente infeliz por lo que viví en la escuela y porque ningún adulto sentía que saltaba lo suficiente para poder darme una mano y decir: “Che, basta de eso”. Un reto, dos retos, tres retos y no pasa nada, como adulto tenés que hacer algo, más siendo docente, director o preceptor. Luis: — ¿Por qué tengo la impresión de que ser gordo habilita a todo el resto a que hablen de vos? Agustina: — Porque sienten que estás fomentando un estilo de vida insalubre, estás haciendo algo mal. Luis: — Ser gordo está mal. Agustina: — Claro. Ser gordo está mal porque para la mirada social todo lo que está fuera de la hegemonía está mal. Pasa con ser gordo que es una de las únicas o de las pocas identidades reprimidas que parece que es una elección cuando en realidad ahora hay estudios nuevos de medicina más moderna que dicen que el tamaño del cuerpo es inelegible al nivel de la altura, por ejemplo. Vos no elegís qué tan alto sos, vos estiras las rodillas, haces flexiones, pero no vas a ser más alto o más petizo y hay médicos que plantean que con el cuerpo pasa algo muy similar, que es casi tan imposible de elegir como la altura. Luis: — Hoy se puede manifestar el orgullo de ser gay y pensaba en qué pasaría si hubiese un día del orgullo de ser gordo. ¿Te tildarían de ser un fomento de lo insalubre? Agustina: — Totalmente, de querer matar a la gente. Hace poco porque fue el Día en contra de la obesidad, a nivel mundial, y nosotros como activistas gordos nos apropiamos de eso y decimos que es: “El día en contra de la gordofobia”. Lo dimos vuelta completamente. Se habla de la pandemia de la obesidad, que en Argentina tenemos no sé cuánto por ciento de gente obesa y que se están por morir, cuando es algo completamente antiguo y lo que está bueno es pensar en los hábitos porque si una persona flaca va y come cualquier cosa, duerme dos horas por día, toma alcohol hasta que queda inconsciente, no toma ni un vaso de agua y no cuida su salud mental, ¿solamente porque es flaco es más sano que una persona gorda que intenta tener hábitos, dormir bien, hacer ejercicios, estirar, caminar y tener una vida sociable y saludable? "El bullying era una constante, desde los 3 hasta los 15 años", recordó la entrevistada en diálogo con Luis Novaresio. (Candela Teicheira) Luis: — Con tanto prejuicio que viviste, ¿qué te ayudó a pararte en la autoestima y tener amor propio? Agustina: — Me ayudó entender que no era la única que tenía el cuerpo como el que tengo porque en mi época no existían las redes y era todo televisión y revistas, donde siempre estaban los mismos tipos de cuerpos. Luis: — ¿Y qué o quién te ayudó? Agustina: — Creo que las redes sociales tuvieron un gran papel porque ahí podés empezar a elegir qué consumir. Ya no tenés tres revistas, tenés millones y millones de perfiles, empezar a ver otros contenidos culturales de afuera que hablan un poco de estos temas. También creo que es la adultez y la madurez de entender que estaban pasando otras cosas. Obviamente el feminismo tuvo un papel muy importante porque hay un objetivo detrás de que nosotras estemos todo el tiempo a dieta, todo el tiempo comprando cremas, maquillajes y lo digo maquillada porque si nos vamos a poner en el feminitrómetro, estamos todos al horno. Pero hay claramente un objetivo de vendernos y que estemos distraídas tratando de hacer la última dieta de la luna, de la manzana, del apio y de la no sé qué. Hay un objetivo ahí y entender que todo eso a alguien le sirve, alguien está haciendo mucha guita con que nosotros estemos todo el día metidas ahí. Me ayudó también entender, a través de mis propias relaciones sexo afectivas, que esto de que un 5 está con un 5 no es así. Relacionarme con gente que pensaba parecido a mí es lo que me terminó diciendo: “Ok, se puede ser feliz. Se puede ser libre y está todo bien”. Luis: — Ya no más desear no ser infeliz sino ser feliz, que es bien distinto. Agustina: — Ese es el objetivo, tengas el cuerpo que tengas, tratar de ser feliz, poder vivir tu vida plena y cuidar tu cuerpo porque realmente lo querés y no porque lo odias y esperás el día en el que puedas pasar enfrente de un espejo y todo te encante y lo ames todo porque esto lo operaste, lo bajaste, lo corriste o lo subiste. Decir: “Che, esto no me gusta. Pero está todo bien porque a todo el mundo le pasa lo mismo”.

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