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  • Ser una higuera frondosa

    » Diario Cordoba

    Fecha: 23/03/2025 08:10

    Cada vez que ocurre una desgracia natural o las personas sufren violencia o muerte injustamente, cuando acontece una enfermedad o una tribulación personal que escapa a nuestra razón y no encontramos explicación alguna, puede darse la actitud de rebelarnos ante Dios y hacerle responsable de todos esos males. Salvando las distancias, la situación que describe el Evangelio, nos muestra cómo detrás de esos acontecimientos horribles no está la mano de Dios. Lo cierto es que no afrontamos las contrariedades de la vida si nuestra existencia la vivimos sin sentido. En el encuentro con Cristo descubrimos respuestas y hallamos consuelo ante los infortunios que inesperadamente acontecen. Vivir conforme al Evangelio, cultivar la amistad constante con Jesús, nos prepara para imitarle con el objeto de no prepararnos para la desgracia ni la muerte sino para vivir con dignidad, con sabiduría, con fe, caridad y esperanza. Su amistad nos fortalece y nos sostiene en la oscuridad del dolor y el sufrimiento, nos prepara para acoger que nuestra verdadera paz y justicia está en hacernos merecedores de la vida en plenitud, la vida de la gloria para siempre. Para llegar a ello, la higuera no puede estar seca, debe ser frondosa y dar abundantes frutos. Este árbol tiene raíces muy duras, difíciles de secarse y de acabar con él mismo. Imaginemos por un instante que esa higuera somos cada uno de nosotros. Basta que vivamos de la gracia de Dios, como el encuentro que mantiene Moisés ante la zarza ardiente. Una experiencia que nos rebosa y nos nutre para dar abundantes frutos de amor y llevar a muchos otros la libertad y la paz. Sólo desde ese encuentro personal con Cristo acontecerá en nosotros un cambio radical de vida. Muchos de los padecimientos, desolaciones y amarguras que viven los demás, no son causa de una desgracia natural o algún mal sobrevenido, más bien son consecuencia de nuestros propios pecados. ¿Cuánto dolor y desolación generamos a nuestro alrededor? Conviene que en este tiempo de Cuaresma nos hagamos esta pregunta, y también, ¿cómo podemos remediar el mal causado y evitarlo en el futuro? Como nos indica San Pablo, nadie está seguro de que vuelva a caer. El camino para alcanzar el éxito en esta aventura pasa por entrar en la intimidad del corazón de Cristo.

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