24/03/2025 16:20
24/03/2025 16:19
24/03/2025 16:18
24/03/2025 16:18
24/03/2025 16:18
24/03/2025 16:11
24/03/2025 16:11
24/03/2025 16:11
24/03/2025 16:08
24/03/2025 16:06
Buenos Aires » Infobae
Fecha: 23/03/2025 03:03
Matías y Beatrice en Italia, donde actualmente viven. Se conocieron el 6 de marzo de 2024: él trabajaba en un hostel al que ella había llegado. A ella, ese argentino le pareció muy simpático y carismático A Matías la cosa social no se le daba. Eso del millón de amigos, de ser popular entre los compañeros de estudios o de tener varias aspirantes a novia, era algo que solo formaba parte del mundo de sus deseos y aspiraciones adolescentes. Le costaba pertenecer, se percibía distinto al resto y se sentía cero atractivo para los parámetros idealizados de la sociedad argentina donde el físico, demasiadas veces, se lleva puesto al espíritu. Le llevó unos años encontrarse con ese yo que soñaba construir. Lo hizo, finalmente, del otro lado del océano donde, después de mucho andar, una noche chocó de frente con el gran amor de su vida. La mancha de nacimiento Matías (29) nació en Buenos Aires el 23 de marzo de 1996. Fue prematuro y traía consigo, en el lado derecho de su cara, una gran mancha roja. Un angioma que sus padres se preocuparon por empezar a borrar para disminuir el impacto que pudiera causar, en el resto de las personas, esa imagen. De los 3 a los 5 años, con cirugías láser, lograron reducirla bastante. En la crisis de 2001 la familia de tres, Matías ya tenía 6 años, dejó la ciudad de Buenos Aires para instalarse en Santa Rosa de Calamuchita, Córdoba, buscando mejores oportunidades económicas y una vida más tranquila. Hoy la familia sigue viviendo allí, donde su padre es profesor de artes marciales y su madre gerente de un hotel. La cuestión es que en Córdoba se acabaron las sesiones de cirugía láser y la mancha quedó parcialmente visible. Cuando Matías tenía 16 años y ya era un hijo único consumado que había disfrutado de la atención completa de sus padres, nació Luca (hoy 12) y, luego, llegó Josefina (9). La familia se había agrandado de manera imprevista y Matías tuvo que acostumbrarse a compartir a sus padres con dos hermanos pequeños. Pero lo realmente difícil para él ocurría dentro de su colegio secundario. El chico con acné que no encaja Lo cuenta él: “El primario no lo sufrí tanto, pero el secundario fue espantoso. Nunca me adapté. Era el porteño, el gordito y ¡encima tenía un angioma de nacimiento en la cara! No era un chico popular, ni tenía muchos amigos. Era más bien solitario. El bullying me resultó horrible. Por mis problemas de peso y por esa mancha me volví muy inseguro. Nunca terminé de pertenecer. Para mí el angioma era muy notorio y a la gente le daba impresión. Pero encima de eso en la adolescencia el tema se agravó con el acné y mis kilos de más. ¡A esa edad te mirás mucho al espejo! El secundario me abrumó completamente así que cuando terminé no tenía más ganas de nada. Hasta que decidí irme a la ciudad de Córdoba para estudiar actuación, mi vocación. Me gustaban, también, los medios audiovisuales. Tenía algún grupo pequeño de amigos, pero casi no salía. Tampoco tenía novia. Trataba de disfrutar conmigo mismo. Las películas fueron siempre un buen pasatiempo a solas y un gran escape. Mientras, pensaba quién quería ser. Trabajaba los fines de semana en un parque de diversiones para poder mantenerme. Estudié durante tres años, pero tampoco me encontré a gusto y la experiencia en la ciudad de Córdoba me resultó negativa. Me empecé a preguntar dónde quería vivir, si mi lugar era en la Argentina o si podría ser algún otro sitio del mundo. Sentía que donde estaba no tenía chances de crecer como persona ni en lo económico porque no podía conectar con nadie. A los 23, con la ayuda de mis padres, me fui de viaje por un mes a Europa. Quería ver cómo era vivir en otro lado, cómo resultaban las cosas y si podía conectar con otras personas”. Matías habla con lentitud, pensando lo que dice. Se acomoda su pelo a lo Beatle que le tapa un lado de la cara. Justo el del angioma. Le digo que no se le ve la mancha de la que tanto me habla y, entonces, me la muestra. La verdad es que hoy no llama la atención, pero ya sabemos lo crueles que pueden ser los adolescentes con sus compañeros. Matías en Venecia. Nació en Buenos Aires, vivió su niñez y adolescencia en Córdoba, trabajó en Budapest, Londres, Riga, Praga, Cracovia y Frankfurt. Ahora vive en Italia Aterrizaje en un mundo distinto El punto de llegada al continente Europeo no fue casual. Matías escogió Londres. Llegó en agosto de 2019. “Enseguida sentí que estaba en otro planeta. Era maravilloso. Me identificaba con esa ciudad y ese barullo. Me sentía parecido a la ciudad. ¡Me gusta el rock, el fútbol y el cine! Londres tiene lo mejor de todo eso. Led Zeppelin, Sex Pistols, los Rolling, excelente fútbol y excelentes actores. Eso era lo que yo quería. ¡No ver todos los días a la misma gente como pasa en los pueblos o las ciudades chicas! Mi viaje siguió por Holanda, Alemania, Luxemburgo, Bélgica y Francia. Me sentí maravillosamente bien y volví convencido de que había descubierto el mundo para mí. Ese donde encajaba. Pero ¿cómo seguía? ¿Podría vivir para siempre en Europa? Me prometí: lo voy a conseguir. Empecé a buscar una opción con las visas que combinan estudios y vacaciones para Gran Bretaña, pero era 2020 y el Brexit me complicó los planes y encima, enseguida, comenzó la Pandemia. Quedé atrapado con mis padres. Pero, visto desde hoy, sucedió lo mejor que me podía pasar. Empecé a entrenar artes marciales con mi papá y ¡dejé de ser el gordito! Bajé de peso, unos 19 kilos, y me empecé a sentir muchísimo mejor. ¡Mientras muchos engordaban, yo adelgacé y me puse fit!”. Respecto de los amores Matías cuenta: “Había tenido algunas relaciones cortas, pero ningún noviazgo formal. Sobre todo por inseguridades mías. Idealizaba mucho, había visto demasiadas películas y hoy te puedo decir que nunca me había enamorado de verdad. ¡Eran más bien amores platónicos con chicas que estaban lejísimos de mi alcance! Esas adolescentes buscaban chicos perfectos, como esos que actuaban en la serie de Cris Morena”, remata con risas. “Haciendo autocrítica creo que me gustaban las inalcanzables. ¡Gordito y con acné no podía tener mucha suerte en ese contexto! Pero tampoco creas que yo era el hombre elefante”, aclara con humor. Terminada la pandemia, Matías corría veinte kilómetros por día y ya era otro. “Londres había quedado descartado y yo no tengo pasaporte de ningún país europeo. Entonces empecé a averiguar y me enteré del programa de visas working holiday. En el 2021 todavía había restricciones. Solamente podía aplicar para dos países: Alemania o Hungría. Elegí el segundo, pero iría con la visa de turista y pediría la working holiday estando ya en la ciudad de destino: Budapest. Me fui de Argentina el 11 de noviembre de 2021 y allá inicié el papeleo. No es algo automático, tenés que esperar un par de meses para que salga. Así que, mientras lo hacía, para no gastarme la plata que tenía, encontré una opción: hacer voluntariados donde trabajás a cambio de casa y comida. Era la mejor solución. Pagué la suscripción a una plataforma que se llama workaway así tenía acceso a los trabajos a disposición. Primero conseguí un empleo en un santuario de animales en Pecs. Estuve solo tres semanas porque me llamaron de un hostel de Budapest y eso me pareció mucho más divertido para mí y me fui. Ahí éramos doce voluntarios. Limpiaba baños, habitaciones, hacía de recepcionista y de guía turístico. El lugar era alegre y un poco loco porque era un party hostel, donde la gente no va a dormir sino que va a tener fiestas, música y sexo muy libre… Un mundo atrevido, muy distinto. Dormíamos ocho voluntarios en un cuarto de 5x4, en cuchetas. Yo dormía arriba y más de una vez no pude conciliar el sueño, la cama se me movía porque el que dormía abajo estaba teniendo relaciones. No había intimidad. Un día el manager, un argentino con un carácter muy volátil, me llamó la atención por algo que yo había hecho mal y me despaché y le dije todo lo que pensaba de lo que pasaba. Terminó echándome. Me sentí maltratado, como me había pasado en el secundario. ¡Solamente había dicho la verdad y que no me gustaba que mi cama temblara de noche! Al final, él me dijo que no me había echado antes porque le daba lástima. ¡Me quedé más furioso todavía! Era un maleducado hipócrita”. "Ella me parecía tan genial que no quería que tomara a mal algo que yo hiciera. Así que no avancé. Esa noche no pasó nada. La acompañé por las escaleras hasta su cuarto y me despedí con ¡un apretón de manos!", contó él del primer encuentro Girando por Europa “Enseguida conseguí otro voluntariado en Praga, pero la desgracia fue que era de la misma cadena de hostels del que me habían echado. Cuando llegué a la entrevista a ellos les figuraba el despido y no pudo ser. Volví a sentirme horrible. Justo me contactaron desde un hotel de Cracovia, en Polonia, a donde fui en febrero de 2022. Cuando llegué, me sentí como en casa y me quedé nueve meses. ¿Amores? Algo. Tuve una relación con una madre soltera española, de Valencia, que me invitó a que fuera a verla. Fui a visitarla unos días, pero no funcionó. Ella resultó emocionalmente inestable. Un día fuimos a la playa con un amigo suyo y por algo que él le dijo tuvo una reacción que fue como un brote psicótico. Un escándalo, gritaba enloquecida. Estaba tan sacada que trepaba por las paredes. Por esa experiencia emocional me volví muy asustado de España. Lo cierto es que en los hostels, en general, se dan relaciones esporádicas, de una o dos noches. Yo quería algo más estable, pero no se me daba. En un momento tuve, con una compañera inglesa, algo que duró un poco más. Pero ella era poliamorosa y eso del amor libre no va bien conmigo. No lo critico, solo que no es para mí. Yo buscaba una conexión emocional profunda con alguien, pero sentía que me iba vaciando por dentro. Quería construir puentes emocionales para seguir caminando las relaciones y no podía”, relata con sinceridad Matías. “En noviembre de 2022 me fui a vivir a Riga, Letonia, un país báltico, a un hostal con un ambiente similar a los otros. Fueron tres meses, la pasé bien y justo me tocó el mundial de fútbol. Era el único argentino, así que era muy raro. Pensá que el deporte nacional es el hockey sobre hielo, el fútbol no les importa nada. Se me estaba terminando la visa y no quería volver a Argentina derrotado sin haber conseguido nada. Por orgullo eso no era una opción. Estando en Irlanda en otro voluntariado apliqué nuevamente para una visa de working holiday, esta vez para Alemania. Un mes después salió y me fui a una granja en Düsseldorf donde pasé cuatro semanas trabajando con animales. Por suerte, enseguida conseguí otro empleo en un hostel en Frankfurt que me ofrecía vivienda. Era un barrio rojo, horrible, pero todo funcionó bien y había muchos argentinos trabajando. Hacía limpieza, cuatro horas al día y me pagaban algo. Otra vez hubo una argentina en mi camino… la encargada del grupo que me echó. El trabajo estaba muy mal organizado, pero bueno me quedé fuera otra vez. Seguí con varios voluntariados más y fue así que conocí a un brasilero que me aconsejó seguir mis deseos. Si soñaba con ir a Londres, tenía que ir. Me pasó unos contactos para trabajar en negro. Era arriesgado, porque me salía del sistema de visas working holiday, pero opté por correr el riesgo y ver qué pasaba”. La médica fanática de Harry Potter “Terminaba el 2022 cuando llegué a Londres. Conseguí algunos trabajos en restaurantes y volví a sentirme feliz. La buena vibra de la ciudad era genial y estaba haciendo lo que yo quería. Volví a estar bien conmigo mismo. Apareció una oferta de la misma cadena de hostels de Budapest del que me habían echado y me permití correr el riesgo. ¿Qué podía perder? El mánager era un colombiano que me dijo que creía en las segundas oportunidades, ¡así que me tomó! Éramos doce durmiendo en una habitación sin ventanas. Uno se engripaba ¡y al otro día todos estábamos igual! Pero el buen ambiente funcionó. Era una revancha para mí. Estaba feliz”. Faltaba todavía el mejor capítulo. El 6 de marzo de 2024 conoció a alguien que le cambiaría la vida. Era de noche y estaban con los huéspedes con un juego de mesa que se llama 21, con números y bebidas. Una mujer, de más o menos su misma edad, lo impactó. Ella llevaba puestos unos pantalones que tenían una pierna negra y otra blanca. En medio del ruido, la música y las risas, intercambiaron unas pocas palabras. Ella le dijo que era italiana, de Reggio Emilia, que tenía 26 años y que era médica. Se llamaba Beatrice y estaba sola en el hostal. A Beatrice ese argentino llamado Matías le pareció muy simpático y carismático. Al otro día, Beatrice salió de excursión a los castillos de Harry Potter. Volvió feliz y apenas vio a Matías le preguntó si no quería mirar con ella una película en la sala del hostel. “¡Para mí era la mejor estrategia! Mucho más fácil para una conquista que ir a un boliche”, admite Matías. Vieron Harry Potter y el prisionero de Azkaban. “Charlamos bastante. Le conté a qué me dedicaba y le confesé que yo transitaba una etapa de autodescubrimiento. Que para mí parte del viaje era vivir nuevas emociones, cosas que no había sentido nunca y que en un pueblo chico no las iba a descubrir jamás. Que buscaba ser valorado, que quería dejar de sentirme pisoteado. Ella me contó que venía de una relación de cinco años, que había cortado hacía unos meses. Hablamos de la vida. Pero yo seguía siendo tímido. Estábamos en un sillón en un lugar público. Ella me parecía tan genial que no quería que tomara a mal algo que yo hiciera. Así que no avancé. Esa noche no pasó nada. La acompañé por las escaleras hasta su cuarto y me despedí con ¡un apretón de manos! No quería apresurarme”, confiesa. Matías y Beatrice, protagonistas de un amor veloz e inesperado. Después de su primer encuentro sexual, ella volvió a su país. Una semana después, ella le preguntó a Matías qué quería hacer de su vida... Cita en el baño Al día siguiente, 8 de marzo de 2024, volvieron al sillón de la sala para ver Harry Potter y el cáliz de fuego. “Ella es muy fanática de la saga. Usé una estrategia de un ping pong de preguntas y respuestas para conocernos mejor. Lo hicimos todo por escrito. Al final le puse: “Si te llegara a besar ¿te molestaría?”. Ella leyó la pregunta y escribió: “No”. Estábamos en dos sillones distintos y Beatrice se acercó a mí. Pero había mucha gente dando vueltas y le dije de esperar a que se fuera el resto. Pero nadie se iba y, por el contrario, llegaban más personas. Entonces, en un momento agarré una manta que había ahí, y nos tapé. Me di ánimos y me dije dale… ¡¡¡y la besé!!! Sentí algo que no había sentido jamás con nadie antes. Además cada cosa que le preguntaba ella me respondía con tanto sentimiento que yo no podía no creerle. Le gustaba, no era solo para una noche y listo… Lo que te voy a contar no es muy romántico, pero es la verdad. Acordamos tener relaciones en el baño del hotel. Una amiga austríaca me prestó un preservativo. Acordate que en estos party hostels todo es muy libre. Beatrice venía de una relación larga y en toda su vida solo había tenído relaciones sexuales con dos hombres antes que yo. Ella es doctora y los médicos no suelen tomar muchos riesgos, pero esa noche decidió correrlos y tener historia en un baño con alguien a quien apenas conocía. Fue todo magnífico, espontáneo”. Esa misma madrugada Beatrice volvía a su país. Se subió a un tren y se fue al aeropuerto. Dice Matías: “Me quedé angustiado. Me gustaba mucho, me había identificado con ella, era una persona muy interesante para mí”. Solo se habían intercambiado sus cuentas de Instagram. Treinta horas de ómnibus Matías no se hacía muchas ilusiones. Se mensajearon unos días después para ver cómo había llegado ella a destino. La charla siguió y, una semana más tarde, Beatrice le preguntó qué quería hacer de su vida. Matías se quedó recalculando. “Yo quería vivir en Londres, pero tenía un tiempo límite por mi visa. Tenía planes de irme un tiempo a Estambul, Turquía. Y Beatrice que aparece y me pregunta si no quería irme un tiempo a Italia, donde estaba ella. Me impactó, por primera vez alguien quería que nos siguiéramos conociendo. Me gustó mucho la idea. No era que había sido un rato y nada más. Pero dudaba. ¿Irme a Italia? ¿A su casa? Me preguntaba qué podía perder o ganar. ¿Puedo ganar una relación estable? ¿Un amor? ¿Una relación verdadera? Lo peor que podía pasar es que se aburriera de mí, que no funcionara, no mucho más que eso. Pero tenía el recuerdo de lo que me había pasado en Valencia…¿podría pasarme algo parecido? Tomé el riesgo y me subí a un ómnibus con rumbo a Milán. Fueron 30 horas con un ruso alcoholizado al lado y, luego, otro colectivo hacia la ciudad de Reggio Emilia. Era un domingo por la tarde, 17 de marzo de 2024… ¡Mirá que loco, justo hoy que estamos hablando, hace un año de todo eso! Ella vino a buscarme en auto y fue muy lindo verla llegar. Desde el primer momento me dio total seguridad. La relación era de un bienestar perfecto. Que se mostrara feliz de verme, me produjo mucha satisfacción”. Llegaron al edificio de departamentos que pertenece a la familia de Beatrice y donde hoy viven. “El departamento está casi todo pintado de rosa y ella tiene tres gatos… La situación era rara porque no nos conocíamos nada. Todo el tiempo pensaba en que no tenía que ponerla incómoda y arruinar la relación. Ella me cedió un sector del placard y yo metí mis cosas hechas una bola. Beatrice pegó un salto y me dijo que no la pusiera así, que la colgara y la doblara. Yo era un desastre, venía de vivir en hostels”, se ríe Matías. Diferencias superadas “Si es difícil la convivencia de las parejas que se conocen desde hace mucho tiempo imaginate para nosotros que nos mudamos juntos luego de conocernos unas horas… Había mucho por atravesar. Resultó que ella era vegana y lo primero que me comí esa noche que llegué fue una pizza calabresa. ¡Ese fue el último plato con carne que comí! Me hizo ver películas de animales maltratados y explotados. No era mi idea inicial, pero estaba en su departamento, bajo sus reglas. No le gustaba que comieran carne en su casa. Finalmente me terminó convenciendo y también me hice vegano. No usamos ningún producto de origen animal en casa -relata-. Al principio, discutíamos por tonterías. Como, por ejemplo, por no saber usar el bidet que acá tiene el chorro horizontal en vez de vertical. O porque yo era un bruto que quemaba la sartén porque usaba demasiado aceite o porque le ponía especias a la salsa. Una vez le preparé unos spaghettis y los partí antes de ponerlos en la olla y eso para los italianos es como un pecado. Encima, como no encontré salsa de tomate, les tiré ketchup. ¡Todo mal! Otro tema fue que yo venía de una familia con perros, sin gatos. Me tuve que acostumbrar a los suyos. Porque los gatos, durante la noche, se te suben a la cama, hacen ruidos y saltan de placard a placard. Beatrice tampoco podía creer lo mal que andaba en bicicleta, de un lado para otro, sin mantener mi carril. Fuimos aprendiendo a modificar conductas y a tolerarnos el uno al otro, sin enojarnos por esas pequeñas diferencias de costumbres que fuimos superando. Hoy nos llevamos diez puntos y sexualmente todo es maravilloso”. Tan bien fueron las cosas que “un par de meses después de que llegara a Italia, formalizamos la relación. Conocí a sus padres que están divorciados -él tiene un negocio y su madre es profesora de matemática-, a su hermano menor y a su abuela. Pero como yo no tenía papeles y no podía trabajar, me sentía medio impotente para ayudarla en lo económico. Yo era como un amo de casa”. "Yo me maquillaba lo que había quedado de mi angioma para taparlo, por inseguridad. No quería que se me viera. Bea me quitó todo eso. Me dijo: 'no necesitás ponerte nada, te quiero igual, aceptate como sos'", relató Matías La sorpresa doble “Encontrarla a ella fue como un faro en medio de un camino oscuro de tanta incertidumbre y desde que vivo con Beatrice me han sucedido cosas tan hilarantes, que parecen sacadas de una película de Ben Stiller, como aprendizajes profundos”, sintetiza para seguir contando que terminaron haciendo un contrato de convivencia para que él pudiera permanecer legalmente en Italia y así poder trabajar y acceder a los beneficios de salud. “Afortunadamente, después de un par de meses, me dieron un recibo temporal que me permitía trabajar aunque no tuviera la residencia. Estudiaba italiano y me esforzaba, pero como no hablaba bien la lengua todavía, no era fácil conseguir trabajo”. “En julio del año pasado Beatrice se fue de viaje con su mamá y su tía a Nueva York. Me quedé acá solo. Nos extrañamos un montón. Esos sentimientos nos hicieron pensar en la idea de sumar un hijo a la pareja y convertirnos en una familia. Podés preguntarte por qué una chica italiana, profesional, quiere embarazarse de un argentino ilegal sin plata, sin nada…. La respuesta es ¡¡¡por amor!!!! Empezamos a probar porque pensábamos que podríamos demorar bastante en quedar embarazados, pero no pasó nada de tiempo. En septiembre de 2024 sucedió”, relata. El 8 de septiembre Beatrice se hizo un test de embarazo, pero una de las dos líneas estaba borrosa. Al día siguiente lo repitió: positivo. En solo seis meses Matías había conocido a una mujer, se había mudado con ella y estaba esperando un hijo. Sentían felicidad, sorpresa y, también, un poco de susto. Festejaron. Se lo contaron a sus respectivas madres y decidieron ser precavidos. Beatrice sabía, como médica, de los riesgos de los primeros meses de embarazo. Esperarían a los tres meses para decírselo al resto. El 23 de octubre tenían turno para la primera ecografía. Fueron ilusionados. El médico exploró con el gel una y otra vez, meticulosamente, hasta que les tiró la bomba: “No es un bebé… son dos bebés”. No podían creerlo. ¿Cómo dos? Sí, mellizos. Matías durante 28 años buscó un lugar donde encajar, donde establecerse, donde ser feliz. En seis meses, conoció a Beatrice, se mudó con ella y espera que nazcan sus mellizos en mayo Beatrice estaba azorada, la posibilidad de mellizos en una familia en las que no hay casos es baja, pero les había tocado. Eran dos varones. La fecha prevista en la que, Nicolo y Leo, saldrán al mundo es el 20 de mayo próximo. Hasta entonces Matías y Beatrice (que asoma su panza en la pantalla durante la llamada) esperan ese momento con tanta felicidad como ansiedad. En noviembre pasado Matías consiguió trabajo: “Yo sabía que iba a conseguir trabajo, siempre hay una luz al fondo del túnel. Siempre hay una salvación. Empecé en un local de comida Hawaiana en un shopping”. El mensaje que quiere transmitir es de aliento: “Pensá que yo me maquillaba lo que había quedado de mi angioma para taparlo, por inseguridad. No quería que se me viera. Bea me quitó todo eso. Me dijo: ‘No necesitás ponerte nada, te quiero igual, aceptate como sos’. Me gustaría que mi historia sea inspiradora para otros. Que la gente se atreva a ser feliz. Que se anime a correr riesgos y a salir de su zona de confort. A valorarse. Te puede ir bien o mal, pero siempre vas a aprender algo. Yo todavía tengo sueños, por ejemplo concretar mi vocación de actuación. Sigo con los castings y tengo ahora uno avanzado en Roma. Mi familia nos vendrá a visitar en septiembre para conocer a los mellizos. Quisiera decirle al que no se anima a dar el paso: el tiempo, el lugar y el momento perfectos no existen. Tomen la iniciativa, arriésguense a vivir, vale la pena. ¡Yo me gané el amor y mi nueva vida en familia!”. * Escribinos y contanos tu historia. amoresreales@infobae.com * Amores Reales es una serie de historias verdaderas, contadas por sus protagonistas. En algunas de ellas, los nombres de los protagonistas serán cambiados para proteger su identidad y las fotos, ilustrativas
Ver noticia original