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  • La dolorosa derrota teórica de Javier Milei

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 23/03/2025 02:44

    Javier Milei y Luis "Toto" Caputo El viernes 14 de marzo, hace apenas nueve días, ocurrieron dos episodios relevantes casi en el mismo instante. El primero de ellos fue la difusión del índice de inflación de febrero, ese 2,4% que refleja, al mismo tiempo, el éxito del Gobierno para bajarla de los niveles recibidos, y los límites de su estrategia para perforar pisos aún muy altos. En el mismísimo instante, a las cuatro de la tarde, una inquietud recorría a los operadores de los mercados financieros. Algo raro estaba pasando. Sobre el final de la jornada cambiaria, la demanda de dólares libres se había incrementado de una manera inusual, a punto tal que el Gobierno se vio obligado a intervenir con una suma inusual, superior a los USD 500 millones, para evitar que la brecha diera un salto demasiado pronunciado. Si alguien abre el cuadro entenderá el motivo de la preocupación. Desde el arranque del año, hasta ese instante, el Banco Central había perdido USD 4.500 millones de reservas. En la semana siguiente, perdería USD 1.500 millones más. La Argentina, pese al enorme ajuste realizado en 2024, se aproximaba nuevamente hacia uno de esos clásicos sacudones. Algunos medios y analistas han calificado a lo que ocurrió esta semana, este bimestre, como una corrida contra el peso. Es difícil saber si corresponde el término ya que no existe una definición oficial que establezca las magnitudes que lo justifiquen. Además, es un fenómeno en desarrollo, con lo cual resulta imposible conocer aun su dimensión. En cualquier caso, la pérdida de reservas ha sido muy fuerte y muy veloz. Eso ha hecho que el 1 de marzo el Presidente anunciara la inminencia de un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional que no está cerrado 22 días después, que un economista mileísta, de los más relevantes, anticipe una devaluación, que el ministro de Economía salga a calmar y logre el efecto contrario, que los diputados le den luz verde a un acuerdo que desconocen, que el Presidente vuelva a ponerle fecha a ese mismo acuerdo que no está cerrado. Tanta ansiedad solo ha empeorado las cosas porque cada día, la fuga se acentuaba. El ministro de Economía, Luis Caputo Explicar lo que está ocurriendo es materia de profesionales de otras disciplinas. Aun así, tal vez sirva ordenar algunos hechos públicos para entender algo de todo este proceso. Desde abril del año pasado, un número muy relevante de economistas –y en esto no había diferencias entre ortodoxos y heterodoxos—advierten que el esquema cambiario construido por el Gobierno era muy frágil porque impedía sumar reservas. La voz más relevante en ese sentido fue la de Domingo Cavallo, cuya autoridad había sido validada por Milei al calificarlo reiteradas veces como el mejor ministro de la historia. Pero no era solo él: Miguel Angel Broda, Hernán Lacunza, Carlos Rodríguez, Carlos Melconian, Diego Giacomini, Ricardo López Murphy, Martín Redrado, Roberto Cachanosky, entre tantos otros, advertían sobre el mismo problema. Milei se enojaba tanto con ese planteo que dedicó mucha energía a humillar a sus colegas en público. “Mandriles”, “Mandrilandia”, “vaselina”, “infelices”, “fracasados”, fueron insultos que se transformaron en elementos del paisaje durante los largos meses en los que los dólares aún alcanzaban. Por un momento, pareció que Milei tenía razón. Cavallo había pronosticado que los problemas empezarían en el segundo semestre: el mercado vería entonces que las reservas se agotaban y entonces subiría el riesgo país y la Argentina podría enfrentar otra crisis de deuda o una devaluación brusca. Pero en el segundo semestre el éxito del blanqueo le dio al Gobierno una vida más y Milei cantó victoria: “Mandriles”. El ex ministro de Economía Domingo Cavallo A principios de enero las cosas se volvieron a complicar. Y Cavallo insistió: con este esquema el Estado pierde reservas y eso lleva tarde o temprano a un problema serio. Milei se enardeció contra él, al punto de que, en un gesto notable, despidió a Sonia, la hija del ex ministro, que no había hecho nada. Cavallo volvió a insistir mientras el drenaje se hacía cada vez más profundo y rápido. A principios de enero, por ejemplo, Luis Caputo anunció un acuerdo con los bancos que le prestarían USD 1.000 millones a altas tasas de interés. Los efectos de ese acuerdo se disiparon en horas. El Banco Central –los argentinos- quedó rápidamente sin el dinero y con la deuda. En este contexto, el 1 de marzo, durante la apertura de las sesiones ordinarios, Javier Milei reconoció implícitamente su derrota al anunciar un inminente acuerdo con el Fondo Monetario. Para entender la magnitud de su derrota solo hay que recordar lo que decía el propio Milei en 2022 cuando rechazó un acuerdo similar que el gobierno de Alberto Fernández firmó para renegociar la deuda con el FMI. -“Este gobierno, con este acuerdo, está tomando deuda. Y hay que tener claro, que la deuda son impuestos futuros, son impuestos que pagan por ejemplo personas que no votan: nuestros hijos, nuestros nietos, y personas que ni siquiera nacieron todavía. La fiesta de la generación presente se la están cargando en el bolsillo de aquellos que todavía ni nacieron. Estamos frente a algo profundamente inmoral. Es más, sobrerreaccionan el ajuste sobre el sector privado para que siga la joda de la política ¿En qué están pensando? ¡Estamos al borde del abismo y quieren seguir con la fiesta!” Javier Milei votó en contra del acuerdo con el FMI que firmó el gobierno de Alberto Fernández -“El Fondo es una institución perversa. ¿Sabés por qué? Porque cuando un país, después de hacer un montón de zafarranchos, y cuando ya nadie lo financia, y está a punto de explotar, el Fondo le pone la guita y le permite patear el ajuste para adelante”. El Gobierno y sus voceros deberán elongar mucho, realmente, para explicar que aquellas palabras del candidato Milei no se aplican a la situación que enfrenta el presidente Milei. Pero en este derrotero no solo sobresale el contraste entre el repudio a tomar deuda y la decisión de hacerlo sino la caída de todo un diagnóstico. Durante los largos meses en que recibía advertencias, Milei y los economistas que militan su causa, sostenían que no había ningún problema con la demanda de dólares porque no existían pesos para alimentarla. ¿Qué habrá pasado entonces? ¿Por qué la demanda crece y las reservas caen? ¿Era mentira que no había pesos? ¿Hay factores que presionan sobre las reservas que no tienen que ver con los pesos que hay en la economía? ¿Se trata de una combinación de factores? En cualquier caso, parece bastante evidente que los economistas críticos, los mandriles, en términos de Milei, tenían razón: el esquema cambiario llevaba al país, rápidamente, a un problema serio. ¿Será difícil ahora escuchar sin desconfiar los análisis económicos del Presidente, el Ministro, y la media docena de economistas y consultores que defendían sus postulados y agraviaban a quienes advertían lo que se venía. ¿Por qué el Gobierno no vio lo que muchísima gente amiga le señalaba? Una interpretación posible es la obcecación en un error teórico. En ese caso, Milei no será postulado a premio Nobel de Economía. Pero eso es lo menos importante. Porque ese error teórico le costó a los argentinos miles de millones de dólares. Y si se cometen otros esa cifra se va a multiplicar. Pero hay una interpretación menos generosa. Carlos Rodríguez, el economista del CEMA que fue jefe de asesores de Milei durante la campaña, escribió: “El Banco Central está en una trayectoria de colisión. Cuanto más reservas dilapide en una causa perdida, menos chances para que alguien ponga dólares para que sigan. Están timbeando con plata ajena. Nos va a salir muy cara la campaña electoral de La Libertad Avanza”. Según ese punto de vista, el Gobierno entregó miles de millones de dólares para mantener alta la imagen del Presidente, que se sostiene en el dólar bajo y la inflación controlada, su principal efecto. Se le carga a las generaciones futuras el costo de las campañas de la generación presente. La directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalina Georgieva, y el presidente de Argentina, Javier Milei El Gobierno enfrenta ahora un dilema clásico de los esquemas de dólar barato y regulado. Si devalúa suben los precios y cae la imagen presidencial. Si no lo hace, caen las reservas y el abismo se acerca. En las próximas semanas, seguramente se conozca el contenido de un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario. Las generaciones futuras se habrán endeudado por algunas decenas de miles de millones de dólares más. Los tomadores de deuda dirán, como siempre, que esos dólares generarán confianza, que a partir de allí el país se podrá volver a financiar en el mercado y que eso, sumado al equilibrio fiscal, disparará un crecimiento sostenido de la economía. Los críticos recordarán que, al menos en la Argentina, los acuerdos con el Fondo fueron siempre el anticipo de una crisis. De hecho, ¿por qué generará confianza un país que se ha endeudado tantas veces, en manos de un Presidente que volvió a hacerlo pese a que se había expresado violentamente en contra? No se conocen aún los montos del nuevo desembolso ni tampoco las condiciones que deberá cumplir el Gobierno para recibirlos. Todo muy previsible, de tan repetido. Todos estos problemas se producen, además, en el contexto más complicado de todos los que ha enfrentado el Gobierno hasta ahora. El discurso homofóbico de Davos, la participación presidencial en el $Libragate, las histriónicas intervenciones de Santiago Caputo, las dudas sobre si correspondía ayudar o no en la inundación de Bahía Blanca, la represión a las marchas de jubilados que terminaron con un joven fotógrafo herido gravemente, la designación por decreto de miembros de la Corte Suprema, los golpes entre diputados oficialistas, y las reacciones frente a cada uno de estos episodios constituyen una cadena de desafíos realmente temerarios para quien pretende -y necesita- conservar el consenso social. Algunas encuestas –no todas—registran una caída fuerte de la imagen presidencial. Mientras tanto, el protagonismo de Milei ha mermado. Tuitea menos. Concede menos entrevistas. Incluso ha cancelado tres viajes internacionales previstos, a Chile, a Israel y a España. Nadie explicó por qué. Debe estar pasando algo muy serio, para que el Presidente resigne la escena internacional.

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