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  • DEF en Bahía Blanca: el rol crucial de las Fuerzas Armadas tras las inundaciones

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 22/03/2025 05:00

    El viernes 7 de marzo, por la madrugada, comenzó a llover de manera incesante en Bahía Blanca. Las alertas meteorológicas difundidas anticipaban una tragedia. Los bahienses comenzaron a sentir las primeras consecuencias de la lluvia temprano por la mañana. Cerca de las seis, la situación encendió todas las alarmas. Fue el intendente quien se comunicó con la máxima autoridad militar en la ciudad, el comandante de la III División del Ejército Argentino, el general Jorge Luis Díaz: necesitaban a las Fuerzas Armadas. Los militares no lo dudaron, de hecho, desde el día anterior, habían sido advertidos de la probable emergencia y permanecían alistados. Algunos efectivos, sin la necesidad de una orden, se acercaron a los cuarteles. ¿Qué los motivó? Sabían que la comunidad los iba a necesitar. Esa jornada fue el inicio de historias, protagonizadas por hombres y mujeres militares, tan devastadoras como conmovedoras. Muchos de ellos, aun habiendo perdido todo, se pusieron a disposición de las autoridades, y el compromiso con los damnificados fue más allá de la orden recibida. Los militares no lo dudaron, de hecho, desde el día anterior, habían sido advertidos de la probable emergencia y permanecían alistados. (Foto: archivo DEF) La creación de un Comando Conjunto de Zona de Emergencia Esa misma mañana, desde el Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas y el Ministerio de Defensa, el general Jorge Luis Díaz fue designado como comandante conjunto de la Zona de Emergencia Buenos Aires Sur: él sería quien, a partir de los escenarios, evaluaría el modo de acción de los medios y efectivos de las FF. AA. Enseguida, se comunicó con la Armada Argentina: necesitaba que, desde Puerto Belgrano, enviasen vehículos anfibios y personal para operarlos. En algunas zonas, el agua alcanzaba los dos metros de altura y eso impedía que los camiones del Ejército pudieran llegar. A las tropas especiales de la Compañía de Comandos 603, les pidió que salieran con sus botes y vehículos tácticos. Para ellos, entrenados para realizar incursiones y operar tras las líneas enemigas, el de Bahía Blanca representó el primer apoyo a la comunidad realizado en la historia de la unidad. El paso de los días trajo un mínimo alivio a los bahienses. De todas maneras, aún hay militares trabajando en la ciudad. (Foto: archivo DEF) Los comandos, quienes llevan en la sangre la herencia del teniente Roberto Estévez, caído en la guerra de Malvinas, son conscientes de que el más alto honor para un soldado es el cumplimiento de la misión. Así que, ese viernes, se colocaron los trajes de neoprene, tomaron sogas y todos los elementos necesarios para enfrentar el escenario hostil. Es decir: en ese primer momento, tanto la Armada como el Ejército y la Fuerza Aérea fueron quienes se pusieron al hombro la difícil tarea de llegar a tiempo para salvar a cientos de argentinos. De hecho, hubo una postal inesperada: la de estas tropas especiales evacuando a los bebés del hospital Penna. La Fuerza Aérea no tardaría en sumarse y, desde El Palomar, comenzaba a alistar a sus aeronaves. Tanto la Armada como el Ejército y la Fuerza Aérea fueron quienes se pusieron al hombro la difícil tarea de llegar a tiempo. (Foto: archivo DEF) Un Hospital Militar convertido en el epicentro de la ayuda Cuando la fuerza del agua lo destruyó todo, y con la ciudad dividida al medio (por las crecidas), el Hospital Militar de Bahía Blanca se convirtió en el único al que pudo acceder gran parte de los bahienses. “Cuando me levanté para ir al trabajo, ya entraba un poco de agua por mi cocina”, contó a DEF uno de los directores del nosocomio, el teniente coronel médico Mauricio Pelliza. En palabras del doctor, apenas pudo llegar al hospital. Allí se encontró con el personal que debía dejar las guardias del día anterior: le expresaron que no regresarían a su hogar. Sabían que serían necesarios a lo largo de la jornada. “Todavía teníamos luz, aunque no por mucho tiempo. Habrán sido cerca de las ocho de la mañana. Alrededor de las 11, empezaron a llegar los primeros pacientes, básicamente con heridas provocadas al intentar salir de sus casas o sacar muebles. En esa situación, pisaron vidrios o fierros. Otros se lastimaron cuando se rompieron las ventanas o, por querer salvar muebles, buscaron subirlos a los de la cocina y se les cayeron encima”, detalló. El teniente coronel médico Mauricio Pelliza relató su fuerte vivencia a DEF. (Foto: Fernando Calzada) El cardiólogo que casi se transforma en obstetra Cerca del mediodía, los comandos encontraron a una mujer embarazada caminando con el agua por la cintura. No lo dudaron: la trasladaron al hospital de Pelliza: “Estaba de nueve meses de embarazo. Las contracciones se hicieron más frecuentes e inició el trabajo de parto”. En el hospital, prepararon un vehículo Unimog (que tienen para operar en campaña) para trasladar a la paciente a su hospital de cabecera. Pero, al salir, el panorama fue desolador. No encontraron manera de llegar al lugar y debieron regresar. Enseguida, Pelliza pidió que prepararan el quirófano: “Ninguno de nosotros es obstetra. Tampoco contamos con equipo de neonatología para recibir a un bebé. Pero, circunstancialmente, tendríamos que atender el parto. Nos tocaba”. Dos aviones Hércules de la Fuerza Aérea llevaron toneladas de ayuda a Bahía Blanca. (Foto: archivo DEF) Mientras eso sucedía, la familia de la joven llegó con un tractor y, pese a que el teniente coronel médico les explicó los riesgos que correrían al trasladar a la paciente, ellos insistieron. Gracias a Dios, cuenta el médico, llegó sana y salva, y la jornada tuvo un final feliz: el bebé pudo nacer, aun en medio del caos. Esa fue una de las tantas emergencias para el personal médico militar. Pues los rescatistas empezaron a llegar con ancianos de diferentes geriátricos y otros que, al momento de la inundación, se encontraban solos en su casa. “Las personas comenzaron a recorrer los hogares de sus familiares y los encontraban inundados y sin sus dueños, los abuelos. Entonces, los buscaban por todos lados, sin saber si estaban vivos. Cuando, al caer la noche, llegaban, se encontraban con que los habíamos atendido nosotros, básicamente por hipotermia. El reencuentro era conmovedor, vi muchas lágrimas ese día”, confiesa, emocionado, el teniente coronel médico. La historia del soldado Javier Ariza, el héroe sanjuanino Javier Ariza, un joven de 27 años, es soldado en la III División de Ejército. De muy bajo perfil, si no fuese por sus camaradas que insisten, no comparte su historia. Cuando accede, es imposible permanecer ajenos a su relato. Resulta que, tiempo atrás, desde San Juan, él y su pareja viajaron a Bahía Blanca para probar suerte. Intentaron en la Armada y, finalmente, fue en el Ejército donde él encontró su vocación. Javier Ariza, un joven de 27 años, soldado en la III División de Ejército, protagonizó decenas de rescates heróicos de damnificados por las inundaciones. (Foto: Fernando Calzada) Aquel viernes 7 de marzo, él se encontraba en su hogar, en la zona de Ingeniero White, con sus dos hijos. Su esposa, quien trabaja en el sector gastronómico, llegaría temprano y lo relevaría en las tareas de cuidado. Como de costumbre, él saldría hacia las instalaciones del Ejército. Sin embargo, eso no pudo suceder. Antes que su mujer, llegó su suegra con su pareja: estaban en conocimiento de lo que ocurría a pocas cuadras y sabían que la casa de Javier sería una de las afectadas. Con ellos, partieron hacia su casa (a ellos, luego, se le sumaría la esposa de Ariza). El agua continuó subiendo y los alcanzó en su nuevo destino. Por segunda vez en su vida, Ariza tomó un kayak que había en la casa de sus suegros y, como si supiera manejarlo, evacuó a su familia hacia una construcción ubicada en el punto más elevado de la zona. Los dejó allí, y aun sabiendo los riesgos que corría, pegó la vuelta: “Vi gente con sus pertenencias en los hombros, tratando de salvar lo que podían. Había mujeres, niños y abuelos. Los subí. Habré hecho entre 30 o 40 viajes”. Recién al otro día, Ariza pudo volver a su hogar, que quedó totalmente bajo el agua. “En el Ejército, se invoca mucho el compañerismo. Y eso también me lo inculcó mi mamá. Así que ayudé y, en definitiva, hice lo que muchos otros también hicieron. Yo ahora estoy tratando de rescatar lo más que pueda de mi casa. Pero, si tengo que dar una mano, lo seguiré haciendo”, confesó. Varios vuelos de Hércules C-130 y una ayuda necesaria Ante la gravedad del panorama, la Fuerza Aérea Argentina se sumó con dos aeronaves Hércules C-130. ¿La misión? Llevar equipos, efectivos, víveres del Ministerio de Capital Humano y donaciones. En total, hicieron nueve vuelos para unir Bahía Blanca con la ayuda. En uno de esos, despegaron con una planta potabilizadora del Ejército Argentino que, inicialmente, llevó ayuda a los bahienses y que, luego, fue utilizada para facilitar agua potable a todas las tropas desplegadas en la ciudad. También en esos primeros días, se sumaron los Buzos de Salvamento de la Armada Argentina. Ellos, con bombas de achique, permanecieron durante varios días en lugares donde el agua lo cubrió todo. De hecho, en algunas cocheras subterráneas del centro de la ciudad, llegaron a sacar el agua equivalente a 50 piletas olímpicas de natación. El Comando Conjunto de la Zona de Emergencia decidió instalar una planta potabilizadora del Ejército Argentino. (Foto: Fernando Calzada) Además, a medida que comenzaron a llegar las donaciones y otros víveres desde Buenos Aires, en Bahía Blanca, se comenzó a trabajar en la logística necesaria para que todo ello llegara a los damnificados. Fue, otra vez, el turno de la Armada y del Ejército: primero, establecieron una marcha vaivén para unir lo que había llevado el tren solidario con la ciudad; luego, comenzaron, diariamente, a distribuir en los barrios la ayuda enviada. Una tarea que sigue y que implica el despliegue de varios vehículos y efectivos militares. Y, como si todo eso fuera poco, el Ejército trasladó desde la localidad de Pigüé un moderno módulo logístico que, alimentado por un grupo electrógeno, tiene capacidad de repartir hasta 300 raciones diarias. Además, posee baños, duchas y una planta potabilizadora de agua que, desde que llegó, no dejó de colaborar con la comunidad. Fueron los ingenieros del Ejército Argentinos quienes tendieron puentes para volver a unir a Bahía Blanca tras el paso del trágico temporal que dejó a muchas zonas anegadas. (Foto: Fernando Calzada) DEF en el armado del segundo puente Mabey que unió Bahía Blanca La fuerza del agua arrastró y debilitó varios puentes de la ciudad. Fue el Ejército Argentino el que se puso al hombro la difícil tarea del armado de la infraestructura necesaria para unir a los bahienses. Primero, lo hizo la Compañía de Ingenieros Mecanizada 10: ellos trabajaron toda la noche para, al día siguiente, inaugurar el primero de los puentes Mabey Compact (de los más modernos con los que cuenta la Fuerza) que uniría la ciudad, divida en dos a partir de las crecidas en el canal Maldonado. Luego fue el turno del Batallón de Ingenieros Blindado 1: en pocas horas, sus efectivos se trasladaron desde Olavarría hacia Bahía Blanca llevando varias toneladas de material. DEF fue testigo del esfuerzo que demandó la instalación de la nueva estructura. En palabras del jefe de la unidad militar, el mayor José Flores Castañeda, el segundo puente colaboró con el flujo vehicular de la ciudad. “Tiene una capacidad portante de 50 toneladas”, añadió José, quien no dudó en reconocer que el Arma de Ingenieros, a la que pertenecen los responsables del armado del puente, se caracteriza por un espíritu de cuerpo particular: “Eso elevó sensiblemente por las ganas que tenemos de brindar este tipo de apoyos, sobre todo por las imágenes de la inundación y de los damnificados que transmitieron los medios de comunicación. Mi personal viene con un espíritu bastante elevado, y eso se refleja en la construcción del puente”. Sobre las características del trabajo, el oficial del Ejército fue contundente: “Desde el minuto uno, seguimos las medidas de seguridad. Este tipo de tareas son sumamente riesgosas, porque se maneja material que es muy pesado y hay que saber cómo tratarlo”. Asimismo, contó que lo primero que evalúan para comenzar el armado es el lugar en el que se instalará el puente y que, a diferencia del primero, el segundo que construyeron demandó un esfuerzo extra por los trabajos de nivelación en las orillas. Ante la gravedad de la situación, algunos efectivos de las Fuerzas Armadas, sin la necesidad de una orden, se acercaron a los cuarteles. (Foto: Gustavo Gavotti) Llegar a segunda orilla Mientras DEF presenció el armado del puente, una escena se repitió de manera constante: tras el armado de los distintos fragmentos del puente, se convocaba a todo el personal para empujar el material hacia el otro lado del canal Maldonado. Resulta que los puentes del Ejército se trabajan desde una orilla y se lanzan hacia una segunda a partir de un sistema de rodillos. Una vez que llega del otro lado del curso de agua, el puente se asienta. Según contaron desde Bahía Blanca, hay 45 toneladas de material involucradas en el puente, una cifra que revela la cantidad de peso que debieron soportar los hombros de los hombres y mujeres zapadores. ¿Qué les decís a todos los efectivos que tenés a cargo que dijeron presente en esta misión? “Los voy a felicitar. Como decimos los militares, sentimos la satisfacción de haber cumplido con la tarea. Como jefe del Escuadrón de Ingenieros Blindado 1, estoy satisfecho por el profesionalismo que veo en cada uno de los soldados, suboficiales y oficiales”, respondió Flores Castañeda. El trabajo de estos ingenieros es tan solo un ejemplo del compromiso que tienen los integrantes del Ejército Argentino en Bahía Blanca. Ninguno de ellos dudó en llevar el peso de la respuesta en esta crisis que conmovió al país.

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