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Gualeguay » Debate Pregon
Fecha: 18/03/2025 08:05
El DNU como atajo y como amenaza. El proceso legal para la implementación de un DNU es claro: el Presidente lo firma, se publica en el Boletín Oficial y de inmediato entra en vigencia. Luego, el decreto debe pasar por la Comisión Bicameral Permanente, donde se analiza su validez. Finalmente, ambas Cámaras del Congreso deben tratarlo y, si lo rechazan en conjunto, el DNU queda sin efecto. Pero aquí aparece el núcleo de la estrategia de Milei: los decretos no siempre son tratados y, mientras no se los derogue explícitamente, siguen en pie. Milei ha usado esta herramienta como un mecanismo de presión y negociación. Presenta decretos sabiendo que muchos generarán resistencias, pero con el objetivo de obligar a los legisladores a negociar, a ceder en otros frentes, a aceptar cambios parciales o, simplemente, a dejar que el decreto siga su curso sin hacer demasiado ruido. En otras palabras, usa los DNUs como fichas de cambio en una mesa de juego donde la política se hace en las sombras y en donde los encargados del Poder Legislativo también son cómplices. Negociar con los que Milei desprecia (o dice despreciar). Mientras Milei se muestra como un presidente antisistema, que ataca a “la casta” y denuncia a los políticos como corruptos y traidores, en los hechos su gobierno ha dependido de esos mismos actores a los que critica. Para avanzar con sus reformas, ha necesitado acuerdos con el PRO, con sectores del radicalismo y hasta con algunos peronistas “dialoguistas”, que han estado dispuestos a sentarse con él pese a las agresiones públicas. Aquí es donde entra el juego más turbio: las negociaciones que no se ven, las que no pasan por el debate público ni por el Congreso, sino por reuniones privadas, llamadas telefónicas y compromisos inciertos. ¿Qué obtienen los legisladores que apoyan sus decretos? ¿Qué les ofrece Milei a cambio de su lealtad coyuntural? Las respuestas no están a la vista de la ciudadanía y es precisamente esa falta de transparencia lo que hace que su gobierno sea, en muchos sentidos, más de lo mismo que él dice combatir. ¿Qué se negocia?. Los legisladores que han acompañado a Milei en su aventura de gobierno no lo hacen gratis. No se trata de un alineamiento ideológico puro ni de una convicción profunda en las políticas del Presidente. Se trata de rosca, acuerdos y favores políticos que se tejen lejos de la mirada del pueblo. Se ha hablado de promesas de cargos en organismos descentralizados, de favores en el reparto de fondos a las provincias, de blindajes mediáticos y de acuerdos con grupos económicos que operan detrás de la política. En este esquema, Milei necesita a los legisladores tanto como ellos lo necesitan a él. No puede gobernar solo a fuerza de decretos si el Congreso decide rechazarlos. Pero los legisladores, por su parte, tampoco pueden darse el lujo de enfrentarlo sin un plan sólido, porque la presión de la opinión pública, moldeada por la guerra mediática que el propio Milei alienta, los puede dejar en una posición incómoda frente a sus votantes. El gobierno de las sombras y la ausencia de debate democrático. Lo más grave de este esquema no es solo la contradicción en la que incurre Milei al negociar con aquellos a los que públicamente denuesta. Lo verdaderamente preocupante es que las decisiones fundamentales del país se están tomando en mesas privadas, sin transparencia, sin control y sin la participación de la ciudadanía. En un sistema democrático, el debate legislativo es el mecanismo por el cual los ciudadanos, a través de sus representantes, pueden incidir en las políticas de gobierno. Cuando las leyes y reformas no pasan por el Congreso o cuando los acuerdos se hacen en secreto, lo que se erosiona no es solo la legitimidad del Presidente, sino la confianza en el sistema en su conjunto. El discurso de Milei apunta a dinamitar la política tradicional, pero sus métodos terminan reforzando las peores prácticas de esa política: rosca, arreglos a puertas cerradas y favores cruzados que nunca se terminan de esclarecer. En este juego, quienes pierden son siempre los mismos: los ciudadanos, que ven cómo se decide su futuro sin que su voz importe demasiado. Julián Lazo Stegeman
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