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» El litoral Corrientes
Fecha: 16/03/2025 04:20
ESe desarrolla por estos días el juicio contra los presuntos culpables de una muerte indigna. El óbito que nadie hubiera querido ocurrió de la peor manera en un cuartucho de los trastos, adaptado como “clínica” privada con un inodoro químico y cuatro irresponsables que fracasaron en su única misión: mantener con vida al maltrecho ídolo argentino y astro mundial del deporte Diego Armando Maradona. El 10 más rebelde y sagaz, más comprometido y político, más contestatario y autodestructivo, más contradictorio e identificado con los desvalidos, dejaba huérfanos a los infelices que todavía lo recuerdan con lágrimas cuando se repiten sus goles o sus declaraciones más famosas. La esquina de Segurola y La Habana se convirtió en una invitación al duelo entre guapos desde que Diego desafió a Toresani a trompearse por asuntos de honor, un valor que el hijo de Doña Tota enarboló como guía orientadora de su vida errante, tantas veces sombría aunque, muchas veces más, iluminadas por la genialidad de sus piernas en combinación con una velocidad para el pensamiento estratégico que le permitía jugar al fútbol con al menos 3 segundos de ventaja sobre el movimiento de sus rivales. Maradona se drogaba. Desde la más tierna juventud empezó a consumir y nunca pudo liberarse de su maldita adicción. Los periodistas que lo amaban (entre los que me encuentro) aceptaban que fuera parte de una realidad muy difícil de cambiar. Y la minoría que lo juzgaba, deformó su apellido al acuñar la denostación “Maradroga” desde la moralina simplista del que mira la paja en el ojo ajeno. Diego rompió la maquinaria perfecta que fue su cuerpo. Convirtió un portento físico en un despojo de huesos torcidos por el sobrepeso y, como Elvis, perdió las habilidades para brillar con sus más incisivos dardos verbales. “Macri no sabe hablar”, se mofó una vez del ex presidente bostero que lo combatió puertas adentro del club de sus amores. Pero a los pocos años el que no podía enhebrar palabras coherentes era el 10, prácticamente convertido en un incapaz cognitivo solamente útil para producir fortunas cosechadas por monjes negros como Matías Morla. Hoy que los jubilados ponen el cuero en las manifestaciones de los miércoles porque no les alcanza para comer y, para colmo, se termina la moratoria previsional (que permitió a miles de trabajadores sin suficientes aportes acceder al beneficio en condiciones que, estamos de acuerdo, deberían haber sido corregidas)), resaltan las palabras que alguna vez pronunció el hombre más mediático del mundo. “Hay que ser muy cagones para estar en contra de los jubilados”. Entrelazar Maradona con jubilados “golpistas”, tal el apelativo que les atribuyó el Gobierno Nacional a los septuagenarios y octogenarios que se amuchan en la vereda del Congreso, es el mechero ideal para que exploten las expresiones más reaccionarias de los sectores más afines una administración nacional que logró convencer a medio país que de la crisis institucional y económica que se padece se puede salir con un ajuste salvaje que incluye, justamente, despojar de sus derechos a los ancianos y transferir ingresos a los mosaicos más poderosos del poder corporativo. Ejemplo: Mercado Libre (del megamillonario sponsor de la Fórmula 1 Mauricio Galperín, goza de subsidios por militar en el rubro de la economía del conocimiento, mientras que los últimos microporos que todavía proporcionaban contención al universo PAMI se desactivan con el cierre del programa de medicamentos gratuitos. ¿En qué momentos los hinchas de fútbol decidieron sumarse a las protestas de los jubilados? No hay que pensar mucho ni buscarle vueltas conspirativas. Absolutamente todos los fanáticos del balompié comparten un sentimiento de afecto conciencial hacia la figura etérea de Maradona. Si a ese factor coaligante se incorpora la conciencia de clase que caracteriza a buena parte de la afición futbolera (esa pasión que nadie puede cambiar, según "El Secreto de sus Ojos"), la adhesión de los muchachos del tablón caía de maduro. A partir de allí de poco sirvió la amenaza de Patricia Bullrich respecto del gelatinoso derecho de admisión a las canchas. Cuando un colectivo obstinado y habituado a los altibajos de los resultados deportivos se une en torno de un objetivo, es prácticamente imposible desmovilizarlo. Es más, si aparecen camiones hidrantes, pelotones lanzagases y cachiporras a granel, las muchedumbres asumirán una actitud aún más intransigente y actuarán en consecuencia. En respuesta a los cachiporrazos, cascotes; en respuesta a los gases lacrimógenos, pañuelos mojados para continuar en la protesta aunque se nuble la vista, en la certeza de que otro manifestante prestará auxilio en caso de zozobra. Es el sentido gregario de las masas. Lo que en la doctrina del gran jurista Carlos Niño se conoce como "practognosis", el conocimiento intrínseco que forma parte del ADN de las sociedades, que no debe confundirse con el instinto, sino que aglutina los movimientos y elusiones que un ser humano es capaz de desplegar en situaciones límite. Después de la "practognosis", llega la "dogsa", que es la exteriorización de ese conocimiento implícito de cada persona en forma de opinión. Y esa opiniones pesan en tiempos electorales así como pesaban las frases más picantes de Maradona cuando abría fuego contra los conservadores de la FIFA y gritaba "hijos de p..." contra las multitudes que silbaban el himno. Maradona está muerto, pero vive en la idiosincrasia del pueblo. Su germen de antisistema anida y se enciende como una brasa en la hinchada que no es barra brava, sino un grupo de indignados que no necesitan de un referente para marchar. Simplemente se autoconvocan y ejercen el derecho constitucional de protesta aunque las fuerzas subterráneas de los servicios articulen los trucos de siempre para sembrar el caos. ¿Quién le prende fuego a un patrullero volcado sin que las oficialidades de azul actúen? ¿Por qué no actúan frente a ese acto flagrante pero sí disparan una granada de gas contra la cabeza de un fotógrafo militante? ¿Por qué responden con un tonfazo a las débiles hostilidades de una viejita de 87 años que, finalmente, se desploma de espaldas, con su cuero cabelludo despanzurrado? Se decía antiguamente que a los gobiernos les convenía infiltrar elementos salidos de las húmedas oscuridades "intelingenciales" para aplicar la doctrina del río revuelto y la ganancia de los pescadores. Ahora están las redes sociales y el desorden provocado ex profeso se completa con el tráfico de datos falsos como el volante de una convocatoria a la violencia programada por un supuesto frente de izquierda. El manifiesto comienza con la palabra "compañeros", inequívoca señal de que los verdaderos autores de la falsa agitación fueron los mencionados elfos de las profundidades inorgánicas. La droga lastima, enferma y finalmente impide el albedrío racional. Como le pasó a Maradona. Y como les pasa ahora a los que consumen con irrefrenable adicción el pescado podrido de las fake news. En el caso de Diego, su debilidad desembocó en el más denigrante de los finales. En el caso de los adictos a la mentira instrumentada por los ingenieros del caos, el desenlace está por verse en razón de que el espíritu de protesta es una llama encendida de impredecibles derivaciones.
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