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  • Aún estoy aquí. La pertinaz búsqueda de los desaparecidos

    Concordia » El Heraldo

    Fecha: 15/03/2025 22:00

    La realidad tiene la impronta de la contundencia. La vida vista en directo, moviliza los sentimientos. Por ello, el artista debe esmerarse en trasladarla a la obra artística, rescatando lo valioso de lo comprobable, adicionándole, no obstante, su cosmovisión. Frente a los hechos, las interpretaciones enflaquecen su envergadura. Si se suma el condimento de conflictos sociales, el reflejo de esa realidad adquiere mayor magnitud. Que para dirimir un conflicto político se haya recurrido a metodologías denigrantes, tanto para los ejecutores como para las víctimas, habla bastante más de la miseria humana que de los argumentos y brulotes ideológicos. El siglo XX, el de “despliegue de maldad insolente”, según Discépolo, ha sido un escenario cruel y lacerante en el cual se exacerbó exasperantemente la ferocidad de los sanguinarios inundando el mundo de torturas, desapariciones y muertes. Las dictaduras militares, a cargo de “oxidados dictadores” al decir de Ismael Serrano, apoyadas y/o alentadas por sectores civiles han sido una constante en gran parte del siglo XX en los países de América del Sur. La más extensa fue la de Alfredo Stroessner, en Paraguay, durante casi 35 años. Brasil no ha sido una excepción a tales ostentaciones de estragos e impiedades. La dictadura militar en ese país se mantuvo ininterrumpida por más de dos décadas, desde el 31 de marzo de 1964 cuando se lo destituyó a Joao Goulart hasta el 15 de marzo de 1985 cuando José Sarney asume la presidencia luego de elecciones libres que consagraron la fórmula del Movimiento Democrático Brasileño, Tancredo Neves como presidente y a Sarney como vice. El fallecimiento de Neves luego de las elecciones y antes de asumir el cargo lo convierten a Sarney como el primer presidente democrático posterior a la Quinta República Brasileña, rimbombante nombre que la dictadura se había auto asignado. Rubens Beyrodt Paiva, nacido en la ciudad portuaria de Santos, cercano a San Pablo en 1929, fue un ingeniero civil brasileño que en las elecciones de Brasil del año 1962 fue electo como diputado federal por el Partido Laborista Brasileño. Se destacó en la Cámara de Diputados como relator de la Comisión Parlamentaria de Investigación del Instituto Brasileño de Acción Democrática que investigó el financiamiento de grupos conspirativos contra el gobierno democrático de Joao Goulart. Producido el golpe de estado que destituyó al presidente, en 1964, debió exiliarse en Yugoslavia. Cuando retornó a Brasil, residiendo primero en San Pablo, y luego en el barrio de Leblon, en Río de Janeiro, se desempeñó como director general de una empresa de ingeniería y cimentaciones, mientras mantenía vinculaciones con un grupo de personas que colaboraban con sectores opositores a la dictadura. En su caso, acercaba cartas de exiliados dirigidas a sus familiares. Al inicio de 1971, el 20 de enero de ese año, cuando Brasil era gobernada por el militar Emilio Garrastazu Médici, un grupo parapolicial integrado por tres hombres de civil con modales relativamente moderados lo secuestra en su casa y días después son llevadas a declarar su esposa y su hija mayor. Eunice, su esposa permanece varios días encerrada en una mazmorra y es sometida a sucesivos interrogatorios a efectos que denuncie a supuestos involucrados en la oposición al Régimen. Una vez liberada, observa que el auto de su esposo se encuentra en la playa de estacionamiento del lugar donde estuvo recluida. Mediante la gestión de un abogado amigo de la familia, se presenta reclamando por la situación de su esposo. No obstante ello, Paiva permaneció desaparecido y comenzó el derrotero de Eunice en busca de su esposo. La situación de la familia cambia dramáticamente, además, ya que deben vender la casa familiar y trasladarse a San Pablo, retomando Eunice sus estudios universitarios y tratar de sostener con su trabajo los gastos habituales. Marcelo Rubens Paiva es uno de los cinco hijos del matrimonio Paiva. Cuando su padre fue secuestrado tenía once años y por un accidente se fracturó la columna vertebral y quedó tetrapléjico a los veinte años. Cuando, con recuperación, pudo escribir redactó “Feliz año viejo” un libro contando su historia y con el que se hizo conocido, vendiendo más de 1 millón y medio de ejemplares. El libro fue adaptado para el teatro y el cine. Paiva ha escrito varios libros y obras de teatro. En 2015, publicó “Aún estoy aquí”, el relato del secuestro y la desaparición de su padre. Walter Moreira Salles Jr., nacido en 1956, es el hijo del embajador y banquero (del Unibanco de Brasil) Walter Moreira Salles, y dueño de una importante fortuna. Además, es director de cine que ha mantenido una carrera sólida y valorada. En 1998 dirigió “Estación Central” una película en la cual una maestra jubilada interpretada por Fernanda Montenegro que, en la Estación Central de Río de Janeiro, completa sus magros ingresos escribiendo cartas para que personas analfabetas le remitan a sus familiares y allí se entera de un niño de 9 años, cuya madre ha fallecido en un accidente, quiere viajar a conocer a su padre, en el norte del Brasil. Ella, se compadece del niño y lo acompaña en el viaje. La película obtuvo varios premios. Entre ellos, el Oso de Oro y el Oso de Plata para la actuación de Fernanda Montenegro. Fue candidata al Premio Óscar a Mejor Película en lengua extranjera y Montenegro fue la primera actriz brasileña en ser nominada como Mejor Actriz. “Diarios de motocicleta” (2004) basada en las “Notas de viaje” de Ernesto “Che” Guevara fue otra película de Salles que trata el viaje que realizaron el Che y Alberto Granado por varios países de América del Sur en 1952. Actuaron Gael García Bernal y Rodrigo de la Serna, Jean-Pierre Noher y Mercedes Morán. En Cannes fue premiado Salles y en San Sebastián obtuvo el Premio de la Audiencia. El guion fue nominado al Óscar de la Academia y Jorge Drexler recibió el Óscar por Mejor Canción Original por “Al otro lado del río”. Walter Salles con el libro de Rubens Paiva rodó “Aún estoy aquí” en 2024, contando en cuatro bloques: la vida de la familia Paiva anterior al secuestro del padre, cuando las ciudades estaban militarizadas y ellos intentaban desarrollar una relativa normalidad en reuniones sociales y armonía familiar ; el segundo es a partir del secuestro y la detención de Paiva y el sometimiento de la madre y la hija, los días posteriores, en busca de una explicación a lo sucedido; tercero, el momento cuando, 25 años después Eunice consigue el reconocimiento por parte del estado de la muerte de su esposo con la emisión del certificado de defunción y finalmente algunos años después cuando Eunice ya estaba enferma de Alhzeimer, para finalmente fallecer en 2018. La película es conmovedora. Salles logra una densidad dramática que no decae en ningún momento. Desde el primer fotograma consigue transmitir un reflejo de la situación. Mientras Eunice se baña en las playas de Río, ignorante del drama personal que se avecina, un helicóptero militar sobre vuela la playa marcando la omnipresencia militar en el país. El director lo evidencia en el tratamiento de la vida cotidiana, primero; en la delicadeza para manifestar la angustia de la protagonista cuando se encuentra encarcelada mientras las torturas que sufren los otros detenidos se evidencian en sonidos y gritos sin escenas tortuosas y en la pertinaz procura de respuestas con una madre que asume, como nuestras Madres de Plaza de Mayo, el desafío al régimen y la búsqueda de la verdad y la justicia. Salles escoge con precisión detallar los acontecimientos y la incansable obstinación de Eunice. Por ello adquiere valor, entre otras notables escenas, cuando ella avanza con la intención que el estado dé una respuesta sobre la situación de su esposo (uno de los 200 desaparecidos de Brasil, según se dice en el film) y un periodista le dice si no se debería prestar atención a temas más urgentes en lugar de arreglar el pasado y ella contesta que “las familias deben ser indemnizadas por los crímenes, pero lo más importante es que el país debe esclarecer y juzgar todos los crímenes cometidos durante la dictadura. Si eso no ocurre, seguirán cometiéndose con impunidad”. Como han expresado algunos críticos, lo que trasciende de la película, más allá del valor histórico y representativo de la lucha por los derechos humanos, es justamente su humanidad. La necesidad de no silenciar el dolor ni ocultar la verdad ni retrasar o evitar la búsqueda de justicia. Que, en el caso de los responsables de la desaparición y muerte de Paiva, aún están impunes. Salles, contemporáneo de los hechos que relata la película está también vinculado con la familia Paiva, dado que había nacido y residía en Río de Janeiro y fue amigo de la infancia de Nalu, la cuarta hija de los Paiva y en declaraciones periodísticas ha afirmado que sentía como un deber de justicia llevar este testimonio a la pantalla. Por otra parte, afirmó Salles: “Hacer una película sobre una familia que se sobrepone a la memoria colectiva de un país fue un acto necesario, sobre todo por lo que vivimos entre 2018 y 2022”, aludiendo al gobierno de Bolsonaro, quién incluso una estatua de Paiva en el Congreso cuando era legislador, en 2014. Marcelo Paiva expresó: “La gente en todas partes tiene miedo de ver cómo sus democracias se convierten en dictaduras”. “Esta película glorifica la democracia y el entendimiento de que los derechos humanos y la empatía están en falta”. Más allá de la importante repercusión que tuvo la película, convirtiéndose en una de las más vistas en Brasil en los últimos meses, ha sido muy apreciada por la crítica. Al mismo tiempo obtuvo el premio al Mejor Guion en el Festival de Venecia; el Goya como Mejor Película Iberoamericana; Fernanda Torres (en el papel de Eunice joven) obtuvo el Globo de Oro como Mejor Actriz de Drama y finalmente habiendo sido nominado como Mejor Película y Torres como Mejor Actriz, obtuvo el primer Premio Óscar para Brasil como Mejor Película en idioma extranjero, convirtiéndose en la quinta película latinoamericana que obtiene un Óscar en esa categoría. Así, tres de esas películas, las argentinas “La historia oficial” (1985), “El secreto de sus ojos “(2009) y ahora, “Aún estoy aquí” tratan en sus argumentos los desatinos y los dramas vinculados con las dictaduras sudamericanas. En particular, respecto a esta última, el crítico Robert Daniels ha dicho: “a través de la formidable presencia de Fernanda Torres, la deliberada “Aún estoy aquí”, una película que encuentra más significado frente a la actual ola de extrema derecha de Brasil, permanece cerca del corazón mucho más después que la imagen desaparezca”.

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