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Gualeguaychu » El Dia
Fecha: 15/03/2025 12:44
Las dos Argentinas. La mujer contaba con una mezcla de dolor y resignación que había perdido todo. Cómo fueron esas horas aciagas de impotencia ante el avance del agua. Sus lágrimas eran las de miles de bahienses que todavía no entienden qué fue lo que pasó. Alcanzó a dar un alias y la solidaridad explotó. Fue una muestra apenas. La solidaridad con Bahía Blanca se extiende a lo largo y a lo ancho de todo el país. Desde el pueblito más chiquito hasta la ciudad más grande, la tragedia convocó a los argentinos de alma noble. A unos cuantos kilómetros, lo peor de la política volvió a aflorar. Como siempre, como antes. Todos buscan sacar provecho de la situación. Los grupos más radicalizados, violentos que se embanderan con una causa noble para llevar agua para su molino y el Gobierno que piensa que lo que pasó le reditúa políticamente y le suma a su capital. En Argentina no hay término medio: o una cosa o la otra. Los jubilados protestan con razón, quién puede dudar de eso. Siguen siendo uno de los sectores sobre el que cae el ajuste y la perspectiva es densa. Pero no es novedad. La desidia con la que los gobiernos han tratado a nuestros mayores lleva décadas y no registra colores partidarios. Ni Cristina queda al margen después de haber vetado el 82% móvil. Nadie puede levantar la mano. ¿Se justifica la violencia? No, desde ningún sector. ¿Por qué se produce entonces? Porque es funcional para los dos. Los violentos de siempre, que han hecho un negocio de su poder para romper, demuestran que siguen vigentes. Que hay un sector de la política que los sigue usando y apañando, porque también le sirve. Es el negocio de la violencia. Fueron a romper todo y eso hicieron. Cumplieron a cabalidad con su objetivo. Les faltó legitimidad claro, pero no les importa. Son el brazo armado de los que quieren que “el loco desquiciado”, como le dicen, renuncie, que se vaya en helicóptero o monopatín, pero que se vaya, porque ya no lo aguantan más. De los delincuentes violentos no se puede esperar nada, pero de la clase política sí, algo, aunque sea. No aprenden. Los mismos que piden que Milei se vaya y usan a los violentos porque ellos no se animan a hacerlo, son los que propiciaron con sus propios desquicios, el desembarco del libertario. El hartazgo de la gente con una forma de hacer política, con una forma de ejercer el poder egocéntrica y con los fracasos económicos, uno atrás del otro. Ninguno de los que hoy alzan la voz hizo una autocrítica seria y consistente de los yerros groseros que cometieron, dejando a una porción inmensa de la sociedad en una encerrona. Pero siguen, se camuflan un poquito, gritan acá y allá y le dan para adelante. Total, nadie se da cuenta. O nos toman por pelotudos. El fenómeno de Milei, que atraviesa un momento complicado más por errores propios que por méritos ajenos, tiene un origen: la insatisfacción social ante un sistema que no dio respuestas en los últimos 50 años. La motosierra en su máxima expresión es un símbolo de todo eso. A la estación del miércoles, con los graves incidentes adentro y afuera del Congreso, la hemos visto decenas de veces. Adentro con la insólita disputa entre oficialistas y exoficialistas, revelando el grado de amateurismo con el que se manejan. Si representan lo nuevo, lo que habrá sido “lo viejo”. Afuera, un revival del 2017, cuando toneladas de piedra sepultaron al Congreso y al gobierno de Macri que, comparado con este, era un bebé de pecho. También la protesta era por la cuestión previsional y la modificación del índice de cálculo. Se fue Macri derrotado, llegó Alberto, la pandemia… y nada cambió para los jubilados. Empeoró. En este contexto nada justifica la violencia. Ni del Estado que tiene el monopolio en su ejercicio ni de los delincuentes que rompen todo y lo único que buscan es su propio negocio. ¿Los jubilados? Bien gracias, postergados como siempre y usados por los vivos de turno. El Gobierno denunciará, la Justicia mirará para otro lado, algunos adscribirán a la teoría conspirativa que todo fue armado por Bullrich y su gente y otros que los únicos culpables de nuestros males son los kirchneristas, la Cámpora y los piqueteros. Esta Argentina es la menos deseable. Aquella del sur, que se levanta sobre la tragedia de las inundaciones en Bahía Blanca, es la que deseamos. La mirada agradecida de una humilde mujer que perdió todo, cuando vecinos solidarios le bajaban una heladera del camión, llena de esperanza. Pese a todo, van a terminar ganando los buenos sentimientos. Más tarde que temprano. Quizás no lo veamos nosotros, pero llegará. Estamos predestinados al éxito.
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