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Parana » Ahora
Fecha: 10/03/2025 15:08
Las mujeres facturan Me acuerdo de los caderines sacudiendo brillos, de los pantalones de cuero tiro bajo, de los delineados bien marcados, interminables como una huella de algo caído del espacio. Sentía admiración por la mujer que cantaba con la voz desencajada y el pelo orbitando desobediente. Tenía cinco años más que yo pero era una madeja de cosas extrañas que rompían la escena de las cosas que cantábamos en esa juventud de jeans rotos y remeras de bandas oscuras. Crecíamos en un pueblo donde los ladridos de los perros podían identificarse por el nombre, el dueño, la calle. Shakira nos habilitaba un sueño, lo mismo hizo Gilda después con sus coronas de flores sobre la frente, pero ella era o podía ser rebelde y buena, melosa y rockera. Shakira nos interpelaba en la época en que empezábamos a tropezar en los noviazgos. Este año vi que venía a Buenos Aires y dije “la veré”, nos regalé las entradas a mi hija mayor y a mí como si nos mereciéramos pasar el Día de la mujer en un espectáculo. Hemos marchado, hemos puesto la voz en las geografías menos amables. Esta vez dijimos será distinto. Y no lo fue tanto. Estuvimos como hormigas entre mujeres, muchas mujeres, con la alegría dispuesta a desgargantarse. Con la seguridad de estar cuidadas entre desconocidas. Nunca temimos que una mano nos tocara partes del cuerpo con el propósito de invadirlo, ni nos miramos con escepticismo. Nos regalamos elogios, nos ponderamos las pelucas violetas, los disfraces que eran otra cara guardada desde hacía muchísimos años o apenas pocos. Todas la quisimos cuando dijo que este último tiempo no había sido sencillo pasar la vida, la entendimos como a una hermana o una amiga. El éxito y el dinero no blindan de la fragilidad a la humana que nos hablaba con los ojos brillantes. Necesitamos mujeres profundas, que se resquebrajen como cuevas, que muestren el dolor sin pena, que se jacten de sus pequeñas maldades y resentimientos: “si te vas con esa bruja pedazo de cuero no vuelvas nunca más”. Shakira nos dejó aullar, sentirnos animales hambrientas y poderosas, nos dejó festejar estribillos que no nos sugieren mucho “waka waka”, nos mostró que podía moverse como en un video clip mientras cantaba, que podía ir hasta atrás del escenario para cambiarse y seguir con la letra mientras las cámaras iban mostrando las prendas subiendo desde su pantorrilla. Pensé en la maternidad mientras mi hija bailaba y se identificaba con las canciones más nuevas. Pensé en esa manera de hacer varias cosas a la vez. En poder decir no doy más y seguir. Pensé en lo linda que se veía la luna. En nosotras sobre un campo de polo donde seguro también han trotado caballos. En nosotras como yeguas. En las clinas calientes de tanto calor. En el brillo que guardan las cosas opacas. En la música como un regalo, en el lenguaje de las palmas cuando se unen. *
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