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  • Cooperativas de servicios públicos: un puente hacia la equidad

    » Comercio y Justicia

    Fecha: 10/03/2025 10:49

    En el vasto interior de la Argentina, donde las distancias se miden en horas y la densidad poblacional es apenas un susurro, las cooperativas de servicios públicos emergen como pilares fundamentales para las comunidades rurales. Así lo destacó el doctor Antonio Roncoroni, presidente de la Confederación Latinoamericana y Caribeña de Energía, Telecomunicaciones Rurales y Tecnología (CLERTIC), durante el Encuentro Anual 2025 celebrado en Panamá. En un país marcado por desafíos geográficos y económicos, estas entidades no solo proveen luz, agua o internet, sino que encarnan un modelo solidario que reduce desigualdades y sostiene la vida en regiones olvidadas por el mercado. Roncoroni, también titular de la Cooperativa Telefónica de Villa Gesell (COTEL) y de la Federación de Cooperativas Telefónicas del Sur (FECOSUR), subrayó que las cooperativas son “las mejores prestadoras de servicio universal”. Su argumento es claro: llegan donde las empresas tradicionales no ven rentabilidad, atendiendo a poblaciones dispersas y de escasos recursos. En Argentina, con unas 2.000 cooperativas de servicios públicos, estas organizaciones cubren un 25% del territorio nacional, un porcentaje significativo que se concentra en áreas rurales y de difícil acceso. “Es una forma solidaria de hacer negocios”, afirmó, destacando su esencia capitalista –como empresas privadas que generan recursos– pero con un enfoque democrático y redistributivo. El impacto social de estas cooperativas es innegable. En lugares donde la brecha digital supera el 30%, según estimaciones del dirigente, las cooperativas telefónicas y eléctricas han asumido el desafío de conectar a quienes el mercado excluye. En Argentina, más de 40% de los operadores de internet son cooperativos, un dato que refleja su peso en la lucha contra la desigualdad tecnológica. Proyectos como el de Gualeguaychú, en Entre Ríos, donde una cooperativa local está por lanzar servicios de internet, o el caso de Chillán, en Chile, replicado con éxito, muestran cómo estas entidades adaptan soluciones a las necesidades específicas de cada comunidad. Más allá de la conectividad, las cooperativas también apuestan por la sostenibilidad. Roncoroni resaltó iniciativas como la instalación de parques solares y eólicos por parte de cooperativas eléctricas, así como esfuerzos para reducir la contaminación visual en las redes telefónicas. Este compromiso ambiental se suma a su función social: prestar servicios en condiciones adversas sin sacrificar el respeto por la naturaleza. En un país como Argentina, donde las crisis macroeconómicas golpean con fuerza, estas organizaciones se financian con el ahorro colectivo de sus socios y, en algunos casos, con fondos como el de Servicio Universal, que destina el 1% de la recaudación de telecomunicaciones a cerrar la brecha digital. El modelo argentino, calificado por Roncoroni como el más exitoso en la región, demuestra que el cooperativismo no solo es viable, sino esencial. En poblaciones de baja densidad, donde el Estado o las grandes empresas no llegan, las cooperativas construyen puentes hacia el desarrollo. Su fortaleza radica en su raíz comunitaria: los socios eligen a sus líderes por voto, no por capital, y los beneficios se redistribuyen equitativamente. En un interior olvidado, estas entidades no solo iluminan hogares o conectan familias; son un faro de esperanza y un ejemplo vivo de solidaridad en acción.

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