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» Elterritorio
Fecha: 09/03/2025 09:14
El coronavirus irrumpió en el mundo y cambió la vida tal como la conocíamos. Misiones no fue la excepción: desde el primer caso detectado hasta la cuarentena que paralizó al país, la pandemia dejó cicatrices profundas en la salud, la economía y la educación. Aunque el impacto sigue vigente, también surgieron aprendizajes, avances científicos y nuevas formas de resiliencia. domingo 09 de marzo de 2025 | 1:30hs. Máscara, barbijo, atender a través de una reja y aun así no sentirse seguro. Una postal de aquel mes de un miedo que duró bastante más, aunque fue mutando tanto o más que el virus. Muchas secuelas todavía perduran. //Foto: Natalia Guerrero. Pareciera que fue ayer, pero pasaron cinco años. Los recuerdos son poco agradables y la sensación fue como estar inmersos en una película de ficción; porque sólo en la pantalla grande habíamos visto calles desoladas, ciudades que restringían su acceso, fronteras, terminales y aeropuertos cerrados, escuelas sin estudiantes y personas con tapabocas en la vía pública. La pandemia del Covid-19 vino a cambiarlo todo, nos sacudió por completo y atravesó todas las áreas de nuestra vida. Aquel virus aparecido en Wuhan, China, a finales de 2019 irrumpió en el mundo y cambió la vida tal como la conocíamos. La pandemia obligó a frenar la rutina, confinó a millones de personas y puso a prueba los sistemas de salud y la economía global. Misiones y el resto de Argentina no fueron la excepción: desde el primer caso detectado en el país hasta el final de la cuarentena, la sociedad atravesó un desafío sin precedentes. Las consecuencias las estamos viendo aún hoy, porque no sólo afectó los aprendizajes escolares -que ya venían flaqueando-, sino que además paralizó la economía e hizo estragos en la salud mental, generó transformaciones en la forma de trabajar, estudiar y relacionarnos. Pero también impulsó avances científicos en busca de una vacuna, nuevas formas de resiliencia y cambios que persisten en la sociedad. Aunque también se vivieron momentos y situaciones por parte del gobierno nacional de aquel entonces que jugaron con el dolor de la gente que por la cuarentena no pudo despedir a sus seres queridos fallecidos: el vacunatorio vip y la fiesta de Olivos en pleno encierro. El inicio de todo El 3 de marzo de 2020 sonaron las alertas en Argentina. El Ministerio de Salud Nacional anunciaba el primer caso detectado en el país. Un hombre de 43 años en Caba que había estado en Europa, donde había contraído la enfermedad. Cuatro días después llegó la primera muerte: un adulto de 64 años que también había estado en zona de riesgo. Las alarmas eran cada vez más fuertes. En la tierra colorada, pese al temor de la frontera, el primer contagio se dio el 27 marzo en un posadeño de 71 años que había estado en el Viejo Continente, donde los casos eran numerosos. Antes de ello, en el mundo y en el país seguían pasando cosas. El 11 de marzo el coronavirus fue declarado pandemia por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y un día después el entonces gobernador de Misiones, Oscar Herrera Ahuad, anunció la suspensión de las clases en todos los niveles por quince días por la situación que estaba atravesando la provincia por el brote de dengue y ante el riesgo de coronavirus. La tierra colorada fue la primera en hacerlo y desde entonces los estudiantes no volverían a las aulas presencialmente por largo tiempo. La virtualidad se convirtió en una realidad y las clases se impartían a través de la pantalla. Los cambios empezaban a aparecer, pero el más rotundo ocurrió el 20 de marzo, cuando el presidente Alberto Fernández anunció la cuarentena, también llamado Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (Aspo). Se instó a los argentinos a no salir de sus casas si no fuera necesario y sólo podía hacerlo el personal considerado esencial. Se cerraron tiendas de ropa, bares, restaurantes, boliches, canchas, muchos perdieron sus trabajos y tuvieron que reinventarse para parar la olla en sus hogares. Algunos de esos emprendimientos que nacieron del caos y se convirtieron en resiliencia persisten aún hoy. Fue el 23 de abril que Misiones lamentó su primera muerte. Fue un hombre oriundo de San Vicente que se desempeñaba en una empresa de transporte de camiones y había estado en San Pablo, Brasil. Los camioneros eran personal esencial y arriesgaban su vida cruzando la frontera llevando y trayendo alimentos. Estuvo una semana internado en el Samic de Oberá. Así, Misiones, teniendo al frente de su Estado a médicos, convocó a un comité de expertos que evaluaba las medidas a seguir y reforzó su sistema de salud. Las imágenes de desbordes de hospitales y de personas desvaneciéndose en las calles que se veían en la televisión generaban temor y desazón en la población. En la provincia entonces se reforzó el sistema de salud, se equiparon clubes y polideportivos con camas para contener una posible demanda sin precedentes. Afortunadamente no fue necesario ocuparlas, pero la instalaciones y la infraestructura perduran ante cualquier contingencia. Según los datos que difundió la OMS, hasta noviembre del año pasado se confirmaron más de 776 millones de casos en 234 países, con un saldo de más de 7 millones de muertes. Pueden parecer números solamente, pero detrás de cada uno hay una historia, un sobreviviente o un lugar en la mesa que está vacío. Los principales afectados fueron los adultos mayores y pacientes que padecían comorbilidades como obesidad, diabetes e hipertensión. El Territorio intentó dialogar con algunos de los supervivientes del virus, pero se abstuvieron de hacerlo. Quizás las consecuencias siguen doliendo, quizás las secuelas aún siguen latentes. Cinco años después de que el alcohol en gel, el lavado continuo de manos, los hisopados, el barbijo y el distanciamiento se hayan convertido en nuestra rutina, qué quedó de todo ello en materia de salud, qué aprendimos, qué queda por superar y cómo estamos para enfrentar alguna otra pandemia que ojalá, la sigamos viendo desde la ficción. Compartí esta nota:
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