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  • Andrea Alliaud: “Enseñar hoy nos obliga a probar, a crear y a convocar a los estudiantes”

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 09/03/2025 04:59

    Andrea Alliaud es doctora en Ciencias de la Educación, profesora e investigadora de la UBA y especialista en formación docente. ¿Cuánto influye en la tarea de los docentes su experiencia como alumnos? ¿La formación docente puede cambiar las ideas y prácticas que se aprenden casi inconscientemente en la escuela? ¿Cómo repensar los profesorados para que den herramientas para trabajar en las escuelas de hoy? Sobre estas y otras cuestiones, Infobae entrevistó a Andrea Alliaud, doctora en Ciencias de la Educación por la Universidad de Buenos Aires. Especialista en formación docente, durante más de 30 años investigó y dio clases en el departamento de Educación de Facultad de Filosofía y Letras, además de dictar cursos de posgrado en varias instituciones. En su último libro, La biografía escolar de los docentes (Homo Sapiens), Alliaud retoma su tesis doctoral para poner el foco en cómo la experiencia de alumno moldea las formas de enseñar de los maestros, incluso más que la formación recibida en los profesorados. –¿Cómo es la relación entre las prácticas docentes y la experiencia escolar? ¿En qué medida lo que hacen los maestros en el aula fue moldeado por su experiencia como alumnos antes que por la formación docente? –El libro se ocupa de abordar el pasado escolar de quienes son docentes en el presente. La hipótesis central es que, para quienes nos dedicamos a enseñar, la experiencia vivida cuando fuimos alumnos tiene un alto componente formativo. No se trata de un aprendizaje formal, sino de la experiencia: lo que aprendimos sin darnos cuenta, mientras estábamos aprendiendo otras cosas. Y por eso impacta fuertemente en nuestras representaciones acerca de lo que es aprender, enseñar, ser alumno y ser docente. Quien elige estudiar un profesorado en un instituto o en una universidad hizo un recorrido escolar previo, y ese recorrido tiene una alta impronta formativa que será decisiva en el momento de volver a la escuela, ahora como docente. Ahí se pone en juego todo lo que uno experimentó en su pasado escolar. –¿En qué medida las carreras de formación docente retoman esa experiencia previa para poder reflexionar sobre ella y hacerla más “consciente”? –Yo considero que la formación profesional tiene que abordar esta experiencia vivida. Si no, esos saberes y experiencias se reactualizan en las prácticas docentes actuales sin que nos demos cuenta. Cuando un docente novel tiene que abordar una situación que le resulta complicada, suele apelar a su propia trayectoria escolar. Pero la escuela en la que uno fue alumno hace diez o veinte años es muy distinta de la escuela de hoy. Entonces la experiencia funciona un poco a contramano de los desafíos y las necesidades actuales. Para mí es crucial que la formación docente considere este bagaje previo para abordarlo y ponerlo a dialogar con los conocimientos pedagógicos y disciplinares. Cuando no se produce este diálogo entre saberes y experiencias, muchas veces lo que uno vivió tiene a imponerse frente al aprendizaje formal. Es importante revisar cómo fuimos enseñados, cómo era la escuela entonces, y poner a dialogar esa experiencia con los conocimientos y con las experiencias del presente. Este es un desafío fundamental para la formación docente, que además ya no se concibe como un proceso que finaliza con la obtención del título, sino como un aprendizaje continuo. El papel de la institución escolar y del colectivo docente es clave para que los educadores sigan aprendiendo y formándose en función de los desafíos que enfrentan todos los días. Suelo decir que los problemas que surgen en la enseñanza deben transformarse en desafíos pedagógicos. Es decir, debemos preguntarnos cómo abordarlos colectivamente, no con el simple objetivo de resolverlos y pasar a otra cosa, sino con la intención de generar alternativas pedagógicas que, además de dar respuesta a esas situaciones, contribuyan a enriquecer y fortalecer los aprendizajes de todos. Alliaud plantea que, si no hay una reflexión sobre la "biografía escolar" del docente, su experiencia como alumno tiende a moldear la enseñanza con más fuerza que la propia formación. (Imagen Ilustrativa Infobae) –¿Qué desencuentros importantes se producen hoy entre la experiencia en la escuela del pasado y lo que demanda hoy la profesión docente en el aula? –Muchas veces, cuando recordamos nuestra experiencia escolar, tendemos a idealizarla, especialmente la primaria. Construimos imágenes escolares que evocan un docente con sus alumnos en un entorno ordenado y estructurado, imágenes que en algunos casos la propia formación docente refuerza, sobre todo en lo que respecta a la autoridad, el conflicto y las dinámicas de enseñanza. Sin embargo, la realidad actual en las aulas es muy distinta. Podemos haber estudiado diversas estrategias didácticas, enfoques pedagógicos y disciplinas específicas, pero si al llegar a la escuela intentamos replicar automáticamente nuestra propia experiencia escolar, asumiendo que todo seguirá un orden preestablecido, nos enfrentamos a una gran contradicción. Hoy sabemos que la enseñanza no funciona de manera mecánica y que las aulas cambiaron. Aunque la escuela mantiene sus formas, rutinas y rituales, la dinámica es completamente distinta a la de hace diez o veinte años. En el libro busco poner en tensión esta reconstrucción biográfica con la realidad escolar del presente. Propongo analizar qué recordamos de nuestra educación, qué aspectos valoramos y cómo influyen en nuestra práctica docente. ¿Qué imágenes predominan en nuestra memoria? ¿La maestra exigente, el profesor inspirador, el docente autoritario? Es crucial confrontar esas representaciones con la enseñanza actual para comprender hasta qué punto condicionan nuestra práctica. Este ejercicio es fundamental para los docentes que recién comienzan, ya que muchos sienten frustración al enfrentarse a una realidad que no coincide con la que imaginaron. Esa sensación muchas veces proviene de una visión idealizada de la escuela, arraigada en experiencias personales que no siempre fueron tan ideales. Aunque también existen relatos de trayectorias escolares difíciles, muchas veces los modelos y las idealizaciones nos impiden ver con claridad la complejidad de enseñar hoy. En su último libro, "La biografía escolar de los docentes" (Homo Sapiens), Alliaud retoma su tesis doctoral y propone que los profesorados pongan en diálogo los saberes formales con la experiencia escolar de los maestros en formación. –En Argentina, como a nivel global, hay una creciente preocupación por el malestar docente, que se traduce en faltan maestros para cubrir los cargos. ¿Cuáles considerás que son las principales causas de ese malestar? –La enseñanza mutó, como también mutaron otros oficios y profesiones. Se volvió más compleja en algunos aspectos, pero eso no significa que antes fuera mejor ni que debamos volver a modelos anteriores –algo que, por otra parte, sería imposible–. Enseñar hoy implica enfrentar nuevos desafíos y lidiar con escenarios complejos, aunque muchas veces sintamos que no estamos completamente preparados. Por supuesto, el malestar se agudiza cuando va acompañado de condiciones salariales y laborales que no reconocen la complejidad de la tarea. En nuestro país, el abandono de la profesión muchas veces se explica por estas cuestiones materiales. Dicho esto, vemos que muchos docentes, sobre todo los que recién comienzan, intentan aplicar lo que aprendieron en su formación. Pero cuando lo hacen, se encuentran con que en el aula pasan otras cosas y que aquello que pretendían “aplicar” no siempre funciona como esperaban. Esto no significa que la formación docente no sirva, sino que debe entenderse como una base sobre la cual es necesario experimentar y probar otras cosas. Enseñar hoy es ponerse a prueba permanentemente, salir de fórmulas estereotipadas y poder crear situaciones de enseñanza que funcionen para cada grupo. Aunque siempre hemos trabajado con personas y cada aula es única, la necesidad de generar condiciones propicias para el aprendizaje hoy es más intensa que nunca. Como docentes, tenemos que encontrar la manera de convocar a los estudiantes. Al planificar la enseñanza, debemos “dedicarla”, es decir, pensar en quiénes la recibirán, qué les interesa y cómo podemos hacer que ese encuentro entre enseñanza y aprendizaje realmente ocurra. Es clave probar y seguir intentando. Y si una estrategia no funciona, no es un fracaso, sino parte del proceso de enseñanza. Entonces tenemos que seguir buscando alternativas. Siempre es posible encontrar una manera distinta de enseñar algo a un grupo determinado. Enseñar hoy puede ser más trabajoso, pero también más desafiante. Nos obliga a probar, a crear, a innovar constantemente. Ya no es viable la enseñanza rígida de antaño, en la que un profesor viene con sus fichas amarillentas y repite año tras año el mismo contenido. Si queremos garantizar el derecho a la educación que tanto declamamos, tenemos que buscar la manera de convocar a los estudiantes para que se interesen por lo que les estamos ofreciendo. –El año pasado el Consejo Federal de Educación aprobó cambios en la formación docente a nivel nacional. Desde tu punto de vista, ¿qué cuestiones habría que revisar en los profesorados? –Como te decía al principio, creo que la experiencia juega un papel fundamental en la formación docente. Así como es importante trabajar con la experiencia escolar vivida por quienes hoy son docentes, también es esencial inundar la formación de experiencias. No solo durante el período de prácticas, sino a lo largo de todo el proceso formativo. Es necesario convocar experiencias de distintos contextos, épocas históricas y modelos educativos: estas vivencias nos nutren y nos permiten imaginar y crear nuevas formas de enseñanza. Debemos incorporar no solo nuestras propias experiencias, sino también las de otros, las que observamos en las escuelas y las que encontramos en la literatura o el cine. Muchas veces los docentes sienten que no saben cómo llevar a la práctica lo que estudiaron. No les falta conocimiento, sino un saber que solo puede surgir del diálogo entre los conocimientos formalizados y las experiencias. Yo suelo comparar la enseñanza con el arte: las obras de otros pueden ser inspiradoras para crear nuestras propias enseñanzas. Pero para eso es clave analizar esas experiencias, no limitarnos a juzgarlas como “buenas” o “malas”, sino utilizarlas como fuentes de inspiración. En la formación inicial, la enseñanza no puede ser una preocupación exclusiva del profesor de Prácticas. Las experiencias deben atravesar toda la formación docente, para que puedan ser interpeladas desde diferentes perspectivas: sociológica, histórica, filosófica. Si no, corremos el riesgo de que los docentes memoricen conceptos teóricos sin conectarlos con su práctica. Por ejemplo, alguien puede aprender sobre desigualdad en Sociología de la Educación y luego, sin darse cuenta, reproducir prácticas que generan injusticias en el aula. Es imprescindible que el conocimiento formalizado dialogue permanentemente con las situaciones concretas de enseñanza, para que comprendamos que la educación no es solo un conjunto de teorías, sino una práctica que se construye en cada aula y en cada decisión pedagógica. Alliaud destaca que la serie Merlí presenta a un profesor de Filosofía que "dedica" sus enseñanzas: no sigue un programa rígido, sino que propone un recorrido que se va armando en función de las necesidades e inquietudes que detecta en sus estudiantes. –Hablaste de las transformaciones en la escuela. Este año varias jurisdicciones están aplicando o discutiendo reformas para “adecuarla” a las necesidades del presente. ¿En qué dirección creés que deberían ir los cambios? ¿Los estudiantes hoy necesitan que se flexibilice la gramática escolar, o que se refuerce para recuperar cierta estructura? –No creo que se pueda responder a esta cuestión de manera tajante o en términos abstractos. La estructura escolar que conocemos hoy tiene su origen en los siglos XVIII y XIX, pero actualmente le pedimos a la escuela que responda a necesidades que cambiaron. En este sentido, la “gramática escolar” puede convertirse en una barrera. Un rasgo característico de esta estructura es la organización del conocimiento en disciplinas separadas, con un docente por materia o, en el caso de la primaria, un docente por grado. Sin embargo, hoy se busca integrar diferentes áreas y promover una mirada interdisciplinaria. Los docentes constantemente buscan estrategias para sortear estas limitaciones y adaptar su práctica a las necesidades actuales. En algunos casos, es necesario modificar ciertos aspectos de la estructura vigente para evitar que se convierta en un obstáculo para la enseñanza y la formación de las nuevas generaciones. No me gusta hablar de “flexibilización”, pero sí me parece importante evitar que la rigidez de la estructura limite las posibilidades. Generar espacios de encuentro y colaboración es fundamental para la enseñanza. El trabajo colectivo con otros docentes nos enriquece, nos permite intercambiar ideas y crear en conjunto. Sin embargo, en muchas escuelas estos espacios no existen o no están institucionalizados. El sistema sigue funcionando bajo la lógica del docente individual: cada uno se encarga de su materia o de su grado. Creo que es fundamental superar la visión del docente aislado y fortalecer el trabajo en equipo. Esto puede reflejarse en prácticas como la enseñanza compartida, la integración de grados o un uso más flexible de los espacios físicos, por ejemplo saliendo del aula tradicional cuando la situación lo requiera. Hay un ejemplo interesante en la serie Merlí. En el primer capítulo, el protagonista, un profesor de Filosofía, se lleva a los alumnos a la cocina de la escuela y los hace caminar alrededor de una mesa mientras explica que los filósofos no pensaban sentados, sino caminando. Este cambio de escenario ya genera un impacto en los estudiantes, los pone en una situación distinta para el aprendizaje. Otro aspecto interesante de Merlí es cómo él elige los filósofos que va a presentar en función de lo que ocurre en el grupo. No sigue un programa rígido, sino que selecciona los contenidos de acuerdo con las preocupaciones, conflictos o intereses de sus estudiantes. Esto es lo que yo llamo “enseñanzas dedicadas”: pensar en quiénes están aprendiendo, qué les pasa, qué los interpela. No para quedarnos ahí y “divertirnos”, sino para tomar esos aspectos como punto de partida para generar una escena pedagógica potente. Eso es lo más difícil de enseñar hoy: lograr que nuestras enseñanzas interpelen y convoquen a los estudiantes, y entonces puedan generar aprendizajes.

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