09/03/2025 17:03
09/03/2025 17:02
09/03/2025 17:01
09/03/2025 17:00
09/03/2025 16:58
09/03/2025 16:58
09/03/2025 16:54
09/03/2025 16:53
09/03/2025 16:53
09/03/2025 16:52
Buenos Aires » Infobae
Fecha: 09/03/2025 04:46
Javier Milei en la apertura de sesiones del Congreso Javier Milei acaba de entrar en la lógica de todo año impar. La pelea electoral ya marca el pulso de la política y el Gobierno sabe que padecerá, aún más, su principal debilidad: la falta de sostén parlamentario. El Congreso es un territorio hostil del que puede esperar poco en los próximos meses, y en el que, en todo caso, tendrá que mantener alta la guardia por si la oposición avanza contra los intereses del oficialismo. A pesar de haber perdido cierta eficacia para marcar la agenda desde que estalló el escándalo de $LIBRA, en la Casa Rosada van a intentar dar golpes de efecto y abrir frentes de batalla, aunque en los hechos sea como remar en arena. Agitar y estar casi en el mismo lugar. Más allá de los traspiés, el Gobierno se resiste a dar vuelta de página con el capítulo judicial. Todo lo contrario. Se dispone a enviar al Senado los pliegos para designar unos 150 jueces y también la nominación del procurador general. “Va a ser entre este mes y abril”, precisa una fuente oficial al tanto de las conversaciones. El cargo del jefe de los fiscales está vacante desde 2017, cuando renunció Alejandra Gils Carbó. Ni Mauricio Macri ni Alberto Fernández lograron los apoyos necesarios para coronar a sus candidatos, y Milei va a intentar hacer lo suyo, desde una minoría mucho más extrema (tiene sólo 6 senadores), pero también desde una determinación más notable. En el medio, la Casa Rosada no tiene previsto retirar los pliegos trabados en el Senado de Manuel García Mansilla, quien asumió temporalmente amparado en un decreto; ni de Ariel Lijo, después de que la Corte le bochara esta semana la solicitud de licencia extraordinaria a su cargo como juez federal. Manuel García Mansilla y Ricardo Lorenzetti, jueces de la Corte Suprema Lijo quedó en un limbo. Hasta el día anterior de la reunión del Máximo Tribunal, en la Casa Rosada creían que podía darse un empate en la votación. De hecho, apenas se conoció que había tres firmas en contra, incluida la de García Mansilla, en despachos oficiales descartaban la veracidad de la información. En rigor, faltaba el pronunciamiento de Ricardo Lorenzetti, impulsor de la candidatura de Lijo y en abierto enfrentamiento con sus colegas cortesanos, lo que demoró varias horas la publicación de la resolución. En los pasillos judiciales, con ironía, sostenían que García Mansilla quedó “huérfano” apenas juró, es decir, sin papá ni mamá a quien obedecer, para explicar por qué optó por inclinarse en contra de los deseos del Presidente. Pero eso no necesariamente implicaría la conformación de un nuevo bloque con Horacio Rosatti y Rosenkrantz, a la hora de discutir el reordenamiento del poder interno, como la presidencia del cuerpo. El panorama se vuelve intrincado. El Senado puede desbancar de un plumazo a García Mansilla y a Lijo, y, de hecho, sólo falta una firma para tratar el pliego del primero en el recinto. El decreto generó malestar y un sector de la oposición dice que quiere marcarle un límite a Milei. El partido que se juega por la situación de Lijo es distinto porque ya contaba con dictamen desde fines del año pasado, pero, a pesar de las señales, nadie termina de darle la costura final a su destino. El Gobierno creyó en algún momento contar con votos K, lo que da cuenta que no termina de comprender a Cristina Kirchner. No está claro si el plan oficial se sostendrá, ni si se desmoronará como un castillo de naipes, pero lo concreto es que, sin respaldo, logró meter por la fuerza a un miembro, que además es el que mejor expresa su enfoque jurídico. Aún antes de asumir el mandato, el “triángulo de hierro” fijó como meta estratégica completar el diseño de la Corte, es decir, la composición del tribunal que tendrá la última palabra sobre la constitucionalidad de las políticas estructurales que hizo y hará el Presidente. Eso recorre una amplia gama, como cambios regulatorios, decretos, ley bases, privatizaciones, entre otros. Eso, en definitiva, es pensar en los resortes de poder de acá a 15 o 20 años. Javier Milei y Victoria Villarruel Milei se mueve con un espíritu providencial, con promesas de prosperidad y grandeza. La toma de decisiones funciona en sentido exactamente contrario a lo que fue la de Macri, que se preocupó bastante más por las formas y buscar acuerdos, aunque eso significara ceder en su pretensión inicial y modificar artículos. Las matemáticas lo reflejan a la perfección, por ejemplo, al comparar el primer año de gestión del líder del PRO vs el primer año de gestión del libertario, según un informe de Directorio Legislativo. Macri cosechó 99 leyes aprobadas por el Congreso, esto es, el 40% del total de proyectos enviados por el Poder Ejecutivo. Milei consiguió apenas 44 leyes, lo que representa el 12% del total de las iniciativas que propuso. La otra cara de la moneda es la comparación con los Decretos de Necesidad y Urgencia, una herramienta que debería ser de uso excepcional. Macri emitió 17 en sus primeros 12 meses. Milei firmó 51, o sea, el triple. Para los libertarios es una discusión de segundo o tercer orden el formato legal y no dudan en barrer los límites. Prefieren hacer a como dé lugar, antes que no hacer. Eso funciona, en principio, porque los otros dos poderes que ejercen control sobre el Ejecutivo no han, hasta ahora, plasmado bloqueo alguno, por razones distintas. Por eso, el Gobierno firmó un DNU para encaminar el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, en vez de enviar un proyecto de ley y esperar su aval en ambas cámaras, como correspondía y como había anticipado el propio Presidente en una entrevista televisiva. También tienen en carpeta, puliendo detalles, otro DNU, al que querían bautizar como “70/2025”, en honor al “70/2023 Bases para la reconstrucción de la economía argentina”. Se trata de una nueva norma ideada por Federico Sturzenegger, que promueve más motosierra, todo una rareza en un año electoral. Javier Milei y Federico Sturzenegger Milei atraviesa el proceso a las urnas con reducción del gasto y despidos, sin “plan platita”, ni ningún típico atajo usado invariablemente por la política tradicional. Eso sí: con la intención de un dólar planchado, hecho que dispara las discusiones más apasionadas entre economistas sobre la sostenibilidad del modelo bajo estas condiciones. Hasta ahora, siete provincias desacoplaron las elecciones y votan antes del 26 de octubre. Empieza Santa Fe en abril, que además se aventura a una reforma constitucional y elige convencionales. En la boleta, por ejemplo, va como candidato el propio gobernador, Maximiliano Pullaro. Para el Gobierno es central la contienda en la ciudad de Buenos Aires, que bien merece este año llevar el rótulo de “madre de todas las batallas”. Lo determinante es si el PRO gana o pierde en su fortín, teniendo en cuenta que un muy mal resultado (esto sería, detrás de LLA y el kirchnerismo) lo traslada directo al cementerio. En diez días es el cierre de alianzas y todo indica, por ahora, que es inviable un pacto entre macristas y libertarios. El 29 se presentan las candidaturas. En este escenario anticipado, a todo o nada, el Gobierno se ve obligado a jugar una carta fuerte. No hay tiempo de instalación de una nueva figura, ni tampoco de apostar a alguien que no sea directamente identificable con LLA. Manuel Adorni La más salida más segura es Manuel Adorni, el libertario puro que mejor mide en la Ciudad. Karina Milei, quien lleva la batuta de las listas, no quiere testimoniales, con lo cual, los hermanos tendrían que estar dispuestos a perder al portavoz, al menos desde diciembre, cuando asumen formalmente las bancas. No hay una definición, pero la fuerza de los hechos hará lo suyo. En el Gobierno se extiende la convicción de un triunfo a nivel nacional en octubre, más allá del largo y áspero camino que debe transitar hasta esa fecha. En la provincia de Buenos Aires, será definitorio si va o no fragmentado el kirchnerismo/peronismo, y también el PRO y LLA. Preocupa en intendentes peronistas del conurbano que Milei está alto en sus distritos, aunque también es cierto que su apellido no va a figurar en el cuarto oscuro. La sensación entre la dirigencia, el círculo rojo, es que habrá un antes y después de las legislativas nacionales, en las que aún con un resultado módico el Gobierno enfrentará la segunda mitad de su administración con más fuerza parlamentaria. “El verdadero gobierno de Milei arranca en octubre”, desliza un empresario de primera línea. “Todavía –dice- no vimos nada”.
Ver noticia original