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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 09/03/2025 04:30
Paco Jamandreu fue modisto y amigo de Eva Perón El 9 de marzo de 1995, en Buenos Aires, Paco Jamandreu moría a los 75 años, víctima de un infarto. Su muerte marcó el final de una vida tan deslumbrante como turbulenta, atravesada por la moda, la política y la transgresión. Aquel modisto que vistió a Eva Perón y desafió las normas sociales de su tiempo dejó una huella indeleble en la historia argentina. Su nombre quedó asociado no solo a la elegancia de las estrellas del cine y el teatro, sino también a su valentía al vivir su sexualidad sin ocultamientos, en un país donde la intolerancia y la persecución eran moneda corriente. Desde sus humildes orígenes hasta su consagración en el mundo de la moda y su posterior exilio político, la vida de Jamandreu estuvo marcada por el esplendor y la tragedia. Fue un testigo privilegiado de los años dorados del espectáculo argentino, pero también un perseguido por su cercanía al peronismo. Su biografía es un retrato de una época, con sus luces y sombras, y su historia merece ser contada en detalle. De Mamaguita a Buenos Aires: el nacimiento de un creador Francisco Vicente Jaumandreu nació el 27 de agosto de 1919 en Mamaguita, un caserío de la provincia de Buenos Aires. Su familia, de origen español, había gozado de cierto bienestar económico gracias a los negocios de su abuela materna en la industria aceitera, pero la Guerra Civil Española y problemas de salud en la familia los sumieron en la ruina. Desde muy pequeño, Paco mostró una fascinación especial por la indumentaria. Su madre, Herminia, hacía lo imposible para que sus hijos estuvieran siempre bien vestidos, consiguiendo telas a cambio de publicidad en el diario que dirigía su esposo Francesc. En ese contexto, el joven comenzó a dibujar vestidos inspirados en las estrellas de cine que admiraba. Eva Duarte de Perón Su adolescencia estuvo atravesada por el sentimiento de soledad y el rechazo que muchos jóvenes homosexuales experimentaban en aquellos años. A los 15 años, tomó una decisión crucial: confesarle a su padre que era homosexual. Ese momento, que para cualquier otro adolescente podría haber sido un acto impensado en una sociedad conservadora, Paco lo vivió con la misma espontaneidad que marcaría su vida. Su padre. que representaba los valores tradicionales de la época, tuvo una reacción que quedó grabada en la memoria del modisto, quien más tarde escribiría sobre ello en sus memorias. Si bien no se conocen en detalle las palabras exactas de aquel intercambio, el gesto de Paco marcó el inicio de un camino sin retorno: desde ese día, nunca más ocultaría su orientación sexual ante nadie. La vida le demostraría que su valentía tendría un alto costo, pero también que le permitiría vivir con la libertad que muchos otros no se atrevieron a reclamar. La primera vez Su verdadera “iniciación” en el amor llegó unos años más tarde, cuando dejó la casa familiar y se instaló en Buenos Aires. Allí, lejos de los condicionamientos de su pueblo natal, experimentó por primera vez el deseo en toda su dimensión. En su autobiografía La cabeza contra el suelo, relató con crudeza y sin filtros el momento en que tuvo su primer encuentro con otro hombre. “Es la primera vez, sabés, nunca había estado con nadie. Ya ves, no sé nada de todo esto”, le dijo su amante, un joven tan inexperto como él. Paco, que jamás reprimió su ironía y su aguda mirada sobre la realidad, confesó que le pareció absurdo decirle que para él también era la primera vez. Pero lo que más recuerda de ese momento no fue el acto en sí, sino la sensación de haber cruzado un umbral definitivo. Apenas terminó la experiencia, no dudó en llamar por teléfono a su hermano para contarle lo sucedido. “A él sí, a él le contaba la aventura. Él la esperaba y se reía de mí que le daba tanta importancia a un paso que al final, decía, ‘lo harás cuando seas un viejo choto y gordo; y entonces, querido, nadie te va a querer acompañar en la caminata’”. Más allá de la anécdota, Paco entendió que aquella noche significaba mucho más que una simple experiencia sexual: era la confirmación de su identidad, la ratificación de que ya no había vuelta atrás. El salto a la fama: cine, teatro y estrellas de la moda Tenía 18 años cuando se había instalado con una carpeta llena de bocetos en Buenos Aires con la ilusión de hacer carrera en la moda. Se alojó en una pensión donde convivió con “coperas”, las mujeres que trabajaban en los clubes nocturnos más exclusivos. Allí encontró sus primeras clientas: las vedettes de la noche porteña. El talento de Paco no pasó inadvertido y pronto logró un puesto como redactor en la revista Selecta, donde escribía sobre moda. Luego se sumó a publicaciones como Tiempo Argentino y El Hogar, consolidando su presencia en el ambiente. Su gran oportunidad llegó cuando el cineasta Bayón Herrera lo convocó para diseñar el vestuario de El misterioso tío Sylas (1942), una película dirigida por Carlos Schlieper. Con tan solo 17 años, Paco ya vestía a las actrices más importantes de Argentina y su carrera despegó rápidamente. Paco Jamandreu Durante los años 40, diseñó vestuarios para figuras de la talla de Zully Moreno y creó un estilo propio que lo convirtió en el diseñador de cabecera de las estrellas. Su éxito le permitió llevar una vida de lujo: compró un departamento en Palermo y un edificio de más de 20 habitaciones, que decoró con un estilo extravagante, en colores violeta y negro. Sin embargo, su carácter fuerte y su soberbia le jugaron en contra en varias ocasiones. En una anécdota, él mismo relató que llegó a desalojar el auditorio de Radio Belgrano porque su contrato exigía que sus audiciones fueran en estudios privados. También se jactaba de haberle apagado un cigarrillo en la cara a un locutor que pronunció mal su nombre. Evita y Paco: una relación de admiración y desencuentros En 1944, Paco recibió una llamada que cambiaría su destino: Eva Duarte quería verlo. La actriz, que ya estaba vinculada sentimentalmente con Juan Domingo Perón, le pidió que la ayudara a construir su imagen. “Me tiene que crear un estilo”, le dijo con decisión. Paco aceptó el desafío y le diseñó un tailleur a cuadros Príncipe de Gales con cuello de terciopelo, con el que Evita posó para una de sus fotos más emblemáticas. También la asesoró en su vestuario para actos públicos y visitas a barrios humildes. La relación entre ambos fue de admiración, pero también de tensión. Evita era temperamental y exigente, y Paco, orgulloso y altanero. En una ocasión, cuando él llegó tarde a un encuentro en la Quinta de Olivos y mencionó que venía de visitar a la actriz Zully Moreno, quien le mandaba saludos. Evita reaccionó con furia: “¡Que se los meta en el culo!”, gritó delante de todos. A pesar de estos roces, el vínculo se mantuvo. En 1952, cuando Evita estaba gravemente enferma, Perón lo convocó para pedirle un favor: debía diseñarle vestidos para un supuesto viaje, con la intención de darle esperanzas. Paco cumplió el encargo, pero cuatro días después, Evita falleció. Persecución, exilio y ruina Con el golpe militar de 1955, Paco se convirtió en uno de los tantos perseguidos por su cercanía al peronismo. Sus bienes fueron embargados, su nombre fue censurado y se vio obligado a aceptar trabajos menores para subsistir. En un intento de recuperar su estatus, emprendió giras por Latinoamérica con un espectáculo de variedades, pero en ocasiones terminó en situaciones insólitas, como cuando tuvo que vender su vestuario a trabajadoras sexuales de Cali para poder regresar a la Argentina. Durante su exilio en Brasil, su carrera quedó en pausa. Cuando regresó al país, su prestigio se había diluido. Trabajó como diseñador en el cine y el teatro, pero nunca recuperó el brillo de su época de oro. En los años 60 y 70, resurgió gracias a la actriz Isabel Sarli, para quien diseñó el vestuario de películas como Carne y Embrujada. También incursionó en la escritura con sus memorias, La cabeza contra el suelo (1975) y el libro Evita fuera del balcón (1983). En los 80 y 90, su figura fue reivindicada como un símbolo de la moda y la resistencia cultural. Aunque seguía siendo una personalidad controversial, su talento era innegable. El 9 de marzo de 1995, mientras trabajaba en el vestuario de la película Amor de otoño, sufrió un infarto y falleció. Su muerte cerró el capítulo de una vida de excesos, genialidad y lucha. Hoy, su legado sigue vivo. El Museo Evita conserva algunos de sus diseños y su influencia en la moda argentina es innegable.
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