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» El litoral Corrientes
Fecha: 08/03/2025 20:59
n Gracias a Henry Ford y su glorioso Modelo T la movilidad automotriz se popularizó a un extremo tal que, durante el siglo XX, millones de personas tuvieron la posibilidad de trasladarse por la vida a bordo de un bólido de cuatro ruedas, en un contexto de confort que -con el correr del tiempo- saturó las ciudades y motivó la implantación de un sistema regulatorio conocido como estacionamiento medido. Finalmente, el alquiler temporario de un microlote público al costado de la calzada se naturalizó como un trámite de cumplimiento automático en función del bajo costo que caracterizó a tal gravamen. Así las cosas, lo normal es que los profesionales, oficinistas y trabajadores de distintos rubros acomoden sus vehículos desde horas tempranas para dejarlos allí durante toda la jornada laboral, a cambio de unas piastras. Una vez colmadas las distintas cuadras del casco histórico capitalino, el problema pasa a ser la falta de espacios para los conductores que, ocasionalmente, llegan al microcentro por necesidades puntuales como una consulta médica o una reunión de negocios. Todas las cuadras, especialmente aquellas arboladas que ofrecen mejores sombras, son primereadas por los usuarios permanentes. Pero los tiempos cambian y a los motivos argüidos por las autoridades municipales que en 1978 aplicaron por primera vez el estacionamiento medido se han robustecido. El intendente de facto Luis María Gómez sostuvo que era hora de cobrar por los espacios públicos destinados al descanso de los automóviles para "descongestionar el centro correntino y mejorar la fluidez del tránsito". Hoy sigue siendo aplicable aquella razón primigenia, pero se han sumado factores como el cambio climático, el calentamiento global, la polución ambiental y los tratados internacionales que propenden a la disminución de emisiones. Hoy en día el efecto regulador del estacionamiento pago es indispensable en las más importantes ciudades del mundo en tanto limitador del uso del automóvil. A todo esto, en el caso puntual de Corrientes se suma la fuente laboral de una categoría informal de trabajadores que, históricamente, se dedicaron a vender las tarjetas de estacionamiento. En la actualidad se cobra mediante dispositivos electrónicos operados por cuentapropistas llamados por el viejo apelativo de "tarjeteros", intermediarios de un servicio que entró en controversia recientemente. La Municipalidad de Corrientes decidió aumentar a 500 pesos por hora la tarifa base para los automóviles con patentes al día, a 750 para aquellos que adeuden tal gravámen y 1.000 pesos a los vehículos no registrados en la jurisdicción capitalina. Para muchos usuarios tal decisión fue exagerada y con espíritu recaudatorio, pero lo cierto es que hay sobrados argumentos para no solamente justificar tal incremento, sino para elevar el precio todavía más. El primer razonamiento pasa por la relación precio-producto. En una playa privada del centro de la ciudad el costo de la hora de aparcamiento para un automól mediano es de 2.000 pesos, es decir cuatro veces más que lo percibido por el tarjetero de chaleco amarillo en la vía pública. Y en este apartado surge otro poderoso motivo: el estacionamiento medido se transformó en una fuente laboral para cientos de personas que cumplen con el rol de cobrar y controlar el tiempo de permanencia de los automóviles.¿Se han preguntado los automovilistas de Corrientes que estacionan a la vuelta de la Catedral o en la esquina de La Merced si, por citar un caso análogo, podrían hacer lo mismo en Notre Dame o en el Coliseo romano? Primero que en todos los perímetros del núcleo histórico de las metrópolis más mentadas del hemisferio norte el tránsito está severamente acotado. A la Fontana di Trevi, por ejemplo, no se puede llegar en auto. Y por los paseos más pintorescos de Copenhague solo está permitido caminar. Y en todos esos casos la tarifa por dejar un automóvil en la vía pública (a una veintena de cuadras del destino elegido) va de 2,50 a 7 euros, según el lugar.Las ciudades más famosas de Europa, incluso las frías urbes escandinavas, han impuesto restricciones y lograron regular el flujo de tránsito mediante medidas antipolución compaginadas con la misma herramienta impositiva que por estos días es objetada en estas latitudes. Puede decirse que por allá están más avanzados, que impera la agenda 2030 por la cual se prohibirá la producción de motores de combustión interna dentro de un lustro, pero lo cierto es que tanto en el Viejo Mundo como en Salta y Pellegrini desplazarse en auto dejó de ser práctico y pasó a ser un lujo.Motores encendidos para avanzar a paso de hombre sobre callejuelas diagramadas hace 500 años, muchas veces con cabinas ocupadas por una sola persona que disfruta de intimidad, música de su elección y aire acondicionado, se ha convertido en una costumbre suntuaria que complica el desenvolvimiento general de la ciudad. Y el estacionamiento medido caro, así como patentes más ajustadas a la realidad patrimonial de muchos propietarios de 4x4 y sedanes de alta gama, son instrumentos procedentes para persuadir a un cambio cultural que debería decantarse por el transporte público.Es cierto que las líneas de colectivos deben mejorar, que la quita de subsidios aplicada por la gestión Milei desbarató las ecuaciones tarifarias del transporte urbano y que la alternativa de las motos de baja cilindrada es peligrosa, pero existen los remises, taxis y las aplicaciones tipo Uber, con cuyos conductores pueden trabarse acuerdos de larga duración de los que participen varios pasajeros con destinos comunes. Se trata del carpooling, una opción poco explorada pero que podría funcionar si se piensa en ahorrar en combustible, estacionamiento y desgaste del propio auto.Por todas estas razones, el estacionamiento medido continuará siendo un aliado del medio ambiente y del anhelado ordenamiento vial. Y a juicio personalísimo de quien esto escribe en el asiento trasero de un Uber, a pocas cuadras del diario El Litoral, la tarifa debería ser lo más onerosa posible. Porque a esta altura de los tiempos andar en auto propio en pleno centro es un lujo, y el lujo se paga.
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