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  • “Tota”, la modista de Colón: los apuntes que conserva su nieta y aquella vez que hizo un vestido de novia en un día y medio

    Colon » El Entre Rios

    Fecha: 08/03/2025 08:30

    Atención Esta imágen puede herir su sensibilidad Ver foto Compartir imágen Emma Gerard y Livio Pietroboni Atención Esta imágen puede herir su sensibilidad Ver foto Compartir imágen Uno de sus diseños Atención Esta imágen puede herir su sensibilidad Ver foto Compartir imágen Uno de los apuntes que conserva su nieta El vestido a una novia que no era La mujer que “solucionaba las cosas a todo el mundo” Atención Esta imágen puede herir su sensibilidad Ver foto Compartir imágen Tota, junto a su nieta Liz y su hijo Armando La protagonista de esta historia es Emma Clotilde Gerard. Una mujer “abierta, solidaria, de carácter”. Emprendedora, madre y ama de casa. “Dormía apenas tres horas para cumplir con todo”.“Tota” Pietroboni, así la conocían todos en Colón, nació el 13 de agosto de 1920 en la localidad de Primero de Mayo.A los 16 años ya cosía, oficio al que se dedicaría durante más de 70 años. El 25 de diciembre de 1945 se comprometió con Livio Víctor Pietroboni y contrajeron matrimonio el 11 de julio de 1946, en la Parroquia Santos Justo y Pastor. Tuvieron un hijo, Armando Ernesto Pietroboni.Su nieta Liza Pietroboni es quien comparte con nosotros los recuerdos, siempre vigentes en distintos homenajes y desfiles. Una vez más, muestra parte del legado de su abuela, cuenta anécdotas y la describe con la emoción de quien tiene en su corazón un lugar destacado. Podría ser en cualquier ocasión, pero elegimos el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer.“Una vida dedicada a la costura, su familia y el campo. Ha vestido a varias generaciones de la misma familia”, comienza diciendo.“Como mucho dormía tres horas. Se levantaba a alrededor de las cuatro de la madrugada para terminar de coser. De día no le alcanzaba el tiempo, ya que hacía los quehaceres domésticos, trabajaba y cocinaba para todos. Desde que falleció mi mamá todos comíamos en su casa. A mí y a las chicas del barrio nos llevaba todos los días en auto hasta la Escuela Normal. Era la mujer maravilla”.Tota era la modista de Colón, recordada especialmente por sus diseños de alta costura. “Vistió a todas las mujeres de la región”. Los vestidos de 15, recepción y boda de varias generaciones pasaron por sus manos. “Era la única que hacía este tipo de prendas y tan jugadas. Era amante de los escotes”.Aprendió a coser con las revistas que su papá le traía de Buenos Aires en el barco a vapor, con las que ella iba armando sus apuntes. Liza conserva aquellos cuadernos en los que la modista anotaba los pagos y pegaba las figuritas para luego explicar detallada y prolijamente la confección.“Tenía figurines para que sus clientas elijan los modelos, pero ella asesoraba a cada una”, comenta. “Te probaba el vestido y te lo cortaba puesto. Sufría de artrosis, pero sin embargo se agachaba y ahí nomás mandaba tijera. Tenía una habilidad especial para ver a alguien y ya sacar el vestido a ojo”. Después, “iba a todos los casamientos. Las vestía y las acompañaba a la Iglesia, donde les acomodaba la cola para que luzca en las fotos. Estaba en todos los detalles”.“En una época, mi abuelo forraba a las novias los zapatos de las novias con la misma tela del vestido”, agrega.La familia vivía frente al hospital y cuando alguna clienta suya iba a atenderse o tenía un familiar internado, ella las recibía, les cocinaba y les daba alojamiento. “Era muy solidaria, regalaba hechuras de vestidos y cobraba muy barato”.En la charla, aparece una anécdota que refleja su enorme capacidad resolutiva en los momentos más necesarios.“Una chica uruguaya llegó a la casa a retirar un vestido de novia. Ya estaba pago y mi abuelo se lo entrega, ya que mi abuela le había avisado”.Regresó Tota y minutos después, la verdadera dueña del vestido. “Quien lo había retirado era una mujer despechada”, cuenta Liza.Asumiendo el error y ante la boda inminente, la famosa modista puso manos a la obra. “Lo solucionó. Le hizo un vestido en un día y medio”.A los 90 años, Emma Gerard todavía cosía para la familia. Pero cuando dejó de trabajar, su ausencia se hizo sentir –no solo por su habilidad- sino porque “era de solucionarle las cosas a todo el mundo” y esa cualidad la desplegaba en todos los ámbitos.Falleció en Colón a los 91 años de edad, el 4 de septiembre de 2011, tres meses después que su esposo.“Yo le decía que si hubiésemos sido de generaciones seguidas, hubiésemos hecho una gran dupla ideal. Yo diseñando y ella cosiendo”, dice su nieta poniendo fin a la charla y atesorando los recuerdos que seguramente verán la luz en algún otro homenaje.

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