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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 08/03/2025 04:33
Conducido por la periodista Marina Abiuso, el documental evoca cómo fue la incorporación de mujeres al Colegio Nacional de Buenos Aires a través de la mirada de tres graduadas de la primera promoción “El Colegio Nacional de Buenos Aires, uno de los más antiguos del país. Todavía lo pensamos como el colegio de los próceres, los padres de la patria, los Premios Nobel”. La voz de la periodista Marina Abiuso se escucha mientras la mirada recorre las imágenes en la pantalla: las aulas, los pupitres, la escalinata, las columnas, la luz arremetiendo por los ventanales. “Imaginá ahora 25 chicas, 12 y 13 años” —dice y el film muestra fotos en blanco y negro de un grupo de exalumnos, varones de traje, mujeres de vestidos formales, perlas al cuello, peinados cortos y vaporosos—. Están por cruzar las puertas para convertirse en las primeras alumnas del Nacional. No fue hace tanto, pero ya son parte de la historia”. Hasta 1959 el Colegio Nacional de Buenos Aires había sido una escuela solo de varones. Ese año fue el primero en que a las mujeres se les permitió rendir el examen de ingreso y cursar en el edificio con sus compañeros “¿Cómo es entrar con doce años a un lugar en el que no te esperan? Un lugar que no está ediliciamente preparado para darte un baño o un vestuario. ¿Qué vínculos se construyen con los otros: los adultos, los compañeros, las compañeras? ¿Qué idea hay sobre las mujeres en ese lugar?”. Estas preguntas son algunas de las que se hicieron desde la Oficina de Graduados —el área del Buenos Aires que desarrolla las políticas para sus egresados— que dirige Diego García (promoción 2001) y coordina Flavia De Micheli (promoción 2007), guionista y productora del documental. Todo comenzó cuando relevando las respuestas de una encuesta de satisfacción sobre un programa de orientación vocacional que realizan entre estudiantes y graduados, en el año 2022, descubrieron el mensaje de una mujer que decía que formaba parte de la primera promoción de mujeres. —En lo personal fue muy sorprendente porque provengo de una familia de muchos egresados del Buenos Aires, entre los cuales se encuentra mi tía que terminó en 1968. Por eso, para mí, pensar en un colegio con mujeres siempre había sido lo natural. Me impactó darme cuenta de que, en verdad, esta historia era más reciente de lo que imaginaba. Desde hace varios años en la Oficina intentamos cambiar “la imagen de bronce” de los graduados del Buenos Aires, es decir, destacar que no solo pasaron próceres, Premios Nobel y varones encumbrados. Entendemos que somos una gran comunidad, de más de treinta mil nombres, con un vínculo positivo con el conocimiento, con un gran interés por la historia, el presente y el futuro de la institución y, sobre todo, con ganas de devolver. Y también, que en el Buenos Aires, como en todos lados, hay historias que permanecen en el margen y que vale la pena traer al centro —dice De Micheli. Por ese motivo, al encontrarse con ese mensaje inesperado se contactó con su autora para saber más. Esta entrevista telefónica le reveló detalles sobre los primeros años de las mujeres en el Buenos Aires. Cuando a fines de 2023 planificaban el año siguiente, en el que la primera promoción de mujeres cumplía 60 años de graduadas, decidieron hacerles un reconocimiento. Al comienzo, como funciona la escena pública hoy día, fue un posteo en redes para el 8 de marzo. Luego, una foto del brindis por el aniversario de egreso. El algoritmo le dio pulgar arriba: la repercusión de esas publicaciones superó la usual y así decidieron hacer una serie de entrevistas a algunas de las primeras graduadas para que contaran cómo vivieron su paso inaugural por el colegio emblema. —La imagen que nos guiaba para iniciar la investigación era la de niñas ingresando a esa escuela-palacio que es el edificio del Colegio. En ese momento, tuvimos la idea y la gran suerte de poder incorporar a Marina Abiuso, también egresada, periodista dedicada a temáticas de género, que aportó todo su capital y experiencia para que pudiéramos ordenar estas ideas. Luego de las entrevistas, nos dimos cuenta de que teníamos mucho material y que había una diversidad de miradas que debían entrelazarse para construir un panorama completo —cuenta la productora y guionista. Marina Abiuso con Marta Litter en el rodaje de "Las chicas del Buenos Aires" María Cristina Richaud —licenciada en Psicología, doctora en Filosofía y Letras con orientación en Psicología, investigadora superior del CONICET— entra a un aula y escribe su nombre en el pizarrón. “Yo prácticamente nací con esto porque mi abuelo materno, mi papá y mi tío paterno fueron al Buenos Aires, pero yo no iba a poder ir”. “Ese año que yo tenía que entrar es que Escardó hace toda esa movida en la universidad”. Marta Litter —doctora en Química, estadía postdoctoral en la Universidad de Arizona, investigadora superior del CONICET— recorre las filas de bancos, los toca. Escribe su nombre. “A mi papá y a mi mamá les avisó Florencio Escardó, que fue el que movió toda la entrada de las chicas al Nacional. Y, por supuesto, mis padres dijeron que sí, entonces si ellos consideraban que yo tenía que ir al Buenos Aires, fui al Buenos Aires, y con mucho gusto”. Shila Petroni —profesora de Castellano, Literatura y Latín, escritora— dibuja su nombre con tiza en una cursiva delicada. “Y en la familia apareció esa noticia de que yo podía ir a un colegio, que era el Nacional Buenos Aires, y yo no tenía ni la menor idea de qué se trataba. Pero entre los adultos fue muy convulsionante la noticia”. Florencio Escardó era mendocino, pediatra. Había cursado sus estudios secundarios en el Buenos Aires, se había convertido en médico en la UBA, graduándose en 1929. Hizo su especialización en Francia e Italia. Cuando volvió a la Argentina comenzó a trabajar en el Hospital de Niños Dr. Ricardo Gutiérrez. Por 45 años se desempeñó en diversos puestos y llegó a ser su director. Desde ese cargo introdujo una reforma en pos de mejorar la recuperación de los niños hospitalizados: las madres podrían internarse con sus hijos para ayudarlos a sanar desde el afecto y el amor. Hasta ese momento solo podían visitarlos en un rango de dos horas al día. Escribió, publicó, enseñó, e introdujo cambios revolucionarios en distintas áreas de la medicina pediátrica. En 1958 fue decano de la Facultad de Medicina y luego fue elegido vicerrector de la Universidad de Buenos Aires, acompañando al rector Risieri Frondizi. Desde allí propuso e impulsó la iniciativa de volver mixtos el Colegio Nacional de Buenos Aires y la Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini, ambos dependientes de la UBA. “Todavía se me critica haber conseguido que las mujeres entraran en el Colegio Nacional de Buenos Aires y en el Carlos Pellegrini. Todavía me dicen: ‘Vos sos el que introdujo a las muchachas en los colegios’… (…). Me pareció monstruoso que las mujeres no estuvieran en el colegio. (…) Yo me acuerdo que, cuando se debatió mi ordenanza, un político dijo: ‘Hace cien años que no hay mujeres en los colegios’. Y Risieri Frondizi le contestó: ‘¿Qué quiere?, ¿Qué la vergüenza siga un año más?’”, recordaría Escardó varios años después. María Cristina Richaud, Marta Litter y Shila Petroni fueron parte de ese grupo de 25 mujeres que, gracias a esa reforma, subieron por primera vez las escalinatas a diario, que recorrieron los pasillos y estudiaron en las aulas del opulento edificio que hasta que ellas llegaron, en 1959, había sido una casa de varones. Son ellas quienes van a narrar cómo fue ser parte de la primera camada de mujeres con la que el Buenos Aires comenzó a ser mixto. Las primeras que rindieron el mismo examen de ingreso que debían dar todos los que deseaban entrar y lo aprobaron. Las que, sin ser conscientes de eso, abrirían camino a tantas más. Aunque, antes de ese momento, entre 1892 y 1907, el colegio ya registraba algunas graduadas. —A las que nos referimos como “las libres” —dice De Micheli— porque pudieron rendir el examen final que les otorgó el título de bachiller pero no pudieron cursar. Entre ellas, Alicia Moreau (luego, de Justo), Ada Elflein, Adela Chertkoff. Muchas fueron pioneras universitarias. Es para destacar que gran parte de estos datos son aportes de las ingresantes de 1959, en colaboración con otras integrantes de las primeras promociones de mujeres del Colegio, como la historiadora Alicia Bernasconi que egresó en 1965 y mantiene un gran vínculo con algunas de las primeras que ingresaron. Las primeras estudiantes se repartieron en dos turnos: 13 chicas a la mañana y 12 a la tarde. Eran 25 mujeres en un colegio de 1316 estudiantes varones. Tapa del libro "Cincuenta años no es nada", escrito por la primera promoción de graduadas del Colegio Nacional de Buenos Aires En 2009, las ingresantes del 59 escribieron un libro: Cincuenta años no es nada. Las primeras chicas en el Buenos Aires. Ese texto, que fue iniciativa de ellas, fue un material de consulta clave para la investigación del documental, que tuvo como uno de sus mayores desafíos seleccionar entrevistadas que reflejaran diversidad en su paso por el Colegio. —El segundo gran desafío fue cambiar la óptica. En consulta con el Archivo Histórico del Colegio no solo descubrimos que las ingresantes fueron 25 sino que solo terminaron 17 de ellas, y que el diploma no hacía que esa experiencia fuera menos meritoria. De modo que ya no queríamos hablar de las egresadas de 1964 si no de las ingresantes de 1959 —cuenta De Micheli. Qué impacto tuvo su incorporación al Colegio desde lo social, desde lo edilicio. Cómo debían ir vestidas, dónde iban al baño, qué rumores comenzaron a correr cuando ellas lo volvieron mixto. Qué hacían para divertirse, su participación en el coro que hasta entonces había tenido solo voces masculinas, la amistad con sus excompañeras y compañeros de curso. De todo esto da cuenta el documental. Las primeras 25 mujeres que ingresaron al Buenos Aires le abrirían camino a todas las que vinieron después —¿Qué es lo que más destacaron las protagonistas, lo que más recordaban de haber sido las primeras? —Todas destacan no haber sido del todo conscientes de lo que atravesaron y, en el mismo sentido, que no hubo reconocimiento institucional posterior —algo que durante muchas décadas no hubo— que diera cuenta de ese lugar. Mi hipótesis es que el libro de 2009 fue clave para ellas en términos de autorreconocimiento, de visibilización, de darse voz y de construcción colectiva de una memoria. Cada una tiene una entrada en la que cuenta su historia, todas aportaron materiales de sus archivos personales e incluso hicieron lugar para el recuerdo de las compañeras que ya no estaban. El ingreso de las mujeres al CNBA fue una transformación para el Colegio que puede parecer pequeña pero que, visto en perspectiva, generó grandes cambios, también para la universidad. “Desde 1959 cada vez más mujeres se incorporaron al Buenos Aires. En el último examen de ingreso, y estrictamente por nota, entraron la misma cantidad de chicos que de chicas”, dice Marina Abiuso al cierre del documental. Poco antes se escucha a Shila Petroni leer unas palabras, escritas para su aniversario de graduación: “Porque fui una niña inocente, asombrada por la enormidad del camino que emprendía aquella mañana de 1959. Y de pronto son 60 años en los códigos aprendidos y jamás abandonados, del tiempo que se fue y siempre está volviendo con el colegio. Con esta reverencia incesante ante los libros, lo humano, el pensamiento y el amor”. El documental “Las chicas del Buenos Aires” se puede ver acá
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