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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 03/03/2025 12:31
Milei con la motosierra, la imagen elegida para ilustrar la columna titulada: "El mal plan de Trump para hacer que Estados Unidos vuelva a ser Argentina" El presidente Trump, Elon Musk y el presidente Javier Milei de Argentina han formado un vínculo especial. Milei fue el primer líder extranjero en reunirse con Trump días después de que ganara las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Trump ha llamado a Milei su “presidente favorito”. Y Musk ha estado en estrecho contacto con el equipo de reforma del gobierno de Milei desde las elecciones estadounidenses de noviembre, si no antes. Por eso no sorprendió a los observadores argentinos que Trump iniciara su mandato bloqueando los flujos de efectivo del Gobierno y despidiendo a trabajadores, exactamente como empezó a hacer el gobierno de Milei hace un año. En los últimos meses, Milei ha alardeado de la “exportación” de su modelo de reforma. No cabe duda de que los gobiernos deben tomar prestadas las buenas prácticas de los demás. Pero debería hacernos reflexionar el hecho de que Estados Unidos, la primera economía mundial, tome prestadas técnicas de reforma gubernamental de Argentina, un país que ha incumplido nueve veces sus obligaciones de pago y que lleva 100 años de retraso económico. Puede que Trump, Musk y Milei compartan la misma retórica antiestatal y utilicen las mismas técnicas, pero están llevando a sus países en direcciones muy diferentes. La administración de Milei está reestructurando el gobierno argentino por una buena razón: el fracaso. A principios del siglo XX, la gente utilizaba la expresión “tan rico como un argentino”, y millones de italianos y españoles emigraron allí con la esperanza de una vida mejor. Pero poco después se impuso la política populista y nacionalista. En 1946, el hombre fuerte Juan Domingo Perón tomó el control y su partido perfeccionó el arte de canalizar los flujos de efectivo del gobierno hacia sus partidarios. Este juego terminó mal para Argentina, con la maquinaria política exigiendo más y más dinero antes de cada elección, lo que condujo a un gasto excesivo y a la repetición del ciclo de auge, caída, devaluación e impago, hasta 2020. El PIB per cápita de Argentina, uno de los más altos del mundo, es ahora una pequeña fracción del de Italia y España. Este es el telón de fondo en el que Milei se presentó a las elecciones presidenciales, agitando alegremente una motosierra ante una multitud de seguidores. A diferencia de sus predecesores peronistas, Milei no culpó a los generales ancianos ni a los prestamistas extranjeros de los males del país. En su lugar, dijo la verdad. Dijo que el gobierno de Argentina gastaba demasiado, lo que le obligaba a imprimir más dinero, lo que a su vez provocaba inflación y, en última instancia, el impago. Su solución era recortar el presupuesto, y eso es lo que ha hecho desde que asumió el cargo, respaldado por un equipo de tecnócratas experimentados. Se ha ganado muchas críticas por su estilo agresivo de gobernar -a menudo mediante decretos-, pero lo mismo hacían los peronistas antes que él. La pieza central del programa de Milei ha sido utilizar su figurada motosierra para recortar el presupuesto en un 5% del PIB. Lo ha conseguido cambiando la fórmula de pago de las pensiones, introduciendo recortes en las obras públicas y reduciendo las subvenciones a los servicios públicos y el transporte, entre otras medidas. Redujo el número de funcionarios en unos 35.000 puestos de trabajo en 2024, lo que supone un recorte de la población activa del 7%. Sus loables reformas fiscales le han perjudicado. En febrero de 2024, Milei duplicó con creces el precio de los billetes de autobús y tren, mientras que se calcula que una reforma de los precios de los servicios públicos en junio afectó a las familias de clase media con una suba del 155% en las facturas de electricidad. El desempleo aumentó del 5,7% al 6,9% entre el tercer trimestre de 2023 y el tercer trimestre de 2024, y el porcentaje de la población argentina que vive en la pobreza subió 11 puntos porcentuales, alcanzando un máximo de más del 50% en el primer semestre de 2024. Pero, hasta ahora, los argentinos se aferran a Milei. Las últimas encuestas muestran un índice de aprobación cercano al 50%. Muchos no ven otra alternativa, y la economía muestra destellos de esperanza. Cuando asumió el cargo en diciembre de 2023, la inflación de los precios al consumo era del 25,5% mensual. Ahora la economía se está normalizando y los precios al consumo sólo subieron un 2,2% en enero de 2025. Milei también ha anunciado recientemente otros triunfos, como un superávit fiscal para 2024 y una expansión desestacionalizada del PIB en el tercer trimestre. Con el firme apoyo de Trump, Argentina parece estar a punto de obtener un nuevo programa del Fondo Monetario Internacional, mientras que Milei defendió un acuerdo de libre comercio entre Estados Unidos y Argentina en CPAC el mes pasado, un evento en el que también presentó a Musk con una brillante motosierra. Ser el presidente favorito de Trump tiene sus ventajas. La cuestión es qué obtienen Trump y el pueblo estadounidense de esta relación especial. Por desgracia, la respuesta parece ser la teatralidad política antiestatal de Milei y no su forma tecnocrática de gobernar. Al igual que Milei, el presidente Trump comenzó su mandato ordenando despidos masivos y el fin del teletrabajo en la fuerza de trabajo federal. Pero en lugar de sacar del Gobierno a miembros del partido, Trump está despidiendo a funcionarios de carrera y a altos mandos militares e insertando a leales al partido MAGA. Ha despedido a inspectores generales, cuyo trabajo es vigilar la mala gestión federal, mientras deja sueltos a los programadores veinteañeros de Musk para que succionen información de los sistemas informáticos más celosamente guardados de la nación. A diferencia de Milei -que sacó la motosierra para alcanzar un objetivo presupuestario específico para estabilizar su economía-, Trump ha estado celebrando el uso de su poder para eliminar los programas del D.E.I. y acabar con el “Estado profundo”. En resumen, el equipo de Trump hasta ahora está generando más titulares que ahorros presupuestarios, y haciendo un daño sustancial en el camino. Después de tomar medidas para desmantelar la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, Musk cacareó en X: “Hemos pasado el fin de semana metiendo a USAID en la trituradora de madera. Podríamos haber ido a unas fiestas estupendas. En vez de eso, hicimos eso”. Este acto vergonzoso e ilegal puso inmediatamente en peligro incontables vidas y degradó la posición de Estados Unidos en el mundo, mientras que el ahorro de costes puede ser menor de lo anunciado porque varios programas de la USAID pueden ser restaurados por los tribunales o trasladados al Departamento de Estado. Para Estados Unidos, actuar como Argentina no tiene buena pinta. Argentina es un país en quiebra que justo ahora está dando la vuelta a la esquina tras llevar a cabo dolorosas reformas. Si Trump fuera un verdadero reformista, habría presentado objetivos presupuestarios específicos, habría puesto a tecnócratas experimentados en puestos de liderazgo y se habría centrado en proporcionar innovación técnica de valor añadido. En lugar de eso, nos está llevando por la senda peronista, donde la política de poder importa más que una buena política. Como nos enseña Argentina, 100 años de miseria podrían seguir si se sustituye el imperio de la ley por el imperio de uno solo. *El autor dedicó los últimos siete años para investigar el caso de la deuda argentina. Es experto en deuda soberana e investigador de la Harvard Kennedy School, trabajó por 20 años en el Citigroup, asesoró a varios gobiernos en reestructuraciones y trabajó en el Departamento del Tesoro de EEUU como asesor senior
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