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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 03/03/2025 04:36
Nicolás Pasquali viajó en el tren más peligroso del mundo. Se lo considera así porque atraviesa el desierto del Sahara en condiciones extremas y porque, debido al material que traslada, corre el riesgo de ser asaltado (Video/@nicopasqualiok) El tren no tiene horarios fijos: comienza su recorrido cuando sus más de 200 vagones están completamente cargados. El punto de partida también es un misterio: no cuenta con una estación señalizada. Para subirse hay que llegar hasta Zuerat, una ciudad ubicada al norte de Mauritania, y preguntar. Preguntar mucho. Nicolás Pasquali (33) lo hizo en mercados, en los puestos de ropa y entre los vendedores ambulantes, con su árabe rudimentario y ocultando su rostro tras un turbante, para intentar pasar inadvertido. Nadie parecía tener una respuesta precisa. También conocido como el tren del mineral de hierro o del desierto, conecta las minas de Zuerat con el puerto de Nuadibú, en la costa atlántica de Mauritania. Con una extensión de 2,5 kilómetros, no solo es uno de los trenes más largos del mundo, sino también una pieza clave para la economía del país: el mineral que transporta representa una parte fundamental del Producto Bruto Interno. Se lo considera el más peligroso del mundo porque atraviesa el Sahara en condiciones extremas y porque, debido al material que traslada, corre el riesgo de ser asaltado. A ese tren se subió Nicolás, a fines de octubre de 2024. A pesar de las pocas precisiones, el argentino tenía algunas certezas. La principal: una vez en marcha, no habría vuelta atrás. “Si me pasaba algo, ¿quién iba a venir a buscarme en el medio del desierto?”, dice a Infobae. “Tenía muy claro que una vez arriba del tren debía ser cuidadoso. Si me pasaba algo, ¿quién iba a venir a buscarme en el medio del desierto?”, dice Subir la apuesta Cinco años antes, en 2019, Pasquali había tenido su peor experiencia en Mauritania: fue secuestrado por un grupo terrorista mientras cruzaba el desierto. Tomaron el control de su auto y lo trasladaron por un terreno minado hasta un campamento improvisado, donde lo retuvieron durante tres días hasta que logró escapar. “Me había quedado una muy mala impresión de ese país. Cada vez que me pasó algo así, intenté volver para cambiar esa sensación”, explica. La revancha llegó en 2024. Decidió regresar para viajar en el tren del mineral de hierro, considerado el más peligroso del mundo. “Después del miedo que pasé con el secuestro, quise subir la apuesta. ‘Voy por lo máximo’, pensé. Y así fue como decidí embarcarme en esta aventura, que podría haber salido mal”, dice. Llegar a la ciudad minera desde donde comenzaría su travesía no sería fácil. Nicolás arribó allí después de un viaje agotador de 53 horas en transporte público desde Nuakchot, la capital y ciudad más poblada de Mauritania. Durante más de dos días atravesó el país en una vieja trafic blanca, que también trasladaba gallinas y pollitos. “Supuestamente, el viaje duraba 16 horas, pero tardamos más del doble porque la camioneta se descompuso varias veces y el conductor hacía lo que podía. Estábamos en el medio de la nada, con una linterna y sin mecánico. Parecía una película”, recuerda. En cada parada, el riesgo de ser identificado como extranjero y convertirse en blanco de un ataque era una amenaza latente. Pensó que no iba a llegar. Pero llegó. Antes de subir a la trafic blanca que lo trasladó a Zuerat, la ciudad desde donde salía el tren Hombre prevenido Antes de dar inicio a su aventura, Nicolás se preparó durante semanas: llevaba puestas una gafas de esquí, guantes, un turbante y un bidón con agua. También cargó una linterna y una bolsa de dormir negra para camuflarse entre la carga al momento de los controles. “Arranqué en Zuerat porque quería hacer el viaje completo y no por la mitad. En esa ciudad el tren se detiene para cargar el mineral, lo que me daba tiempo para subirme al vagón y acomodarme”, cuenta. “Elegí uno de los primeros vagones, cerca de la locomotora, porque si en algún momento del trayecto un vagón se desacoplaba, el maquinista solo intentaría reconectar los que estuvieran adelante”, agrega. Una vez adentro del vagón, Nicolás empezó a “construir su propio living”. ¿Cómo? Haciendo pequeños huecos en la carga de mineral para protegerse del viento y la velocidad. En un rincón colocó el bidón de agua y la comida; en otro, una caja para hacer sus necesidades; y, en un tercero, la bolsa de dormir. El "kit" para subirse al tren. Gafas de esquí, guantes, linterna y varias mudas de ropa para abrigarse en capas Finalmente, cerca de las tres de la tarde, el tren comenzó a moverse a una velocidad moderada, eso le permitió desplazarse sobre la carga de mineral, sacarse fotos y filmar algunos videos. “Cuando me vi ahí fue una situación bastante rara y espectacular al mismo tiempo. Hay una parte pasional muy fuerte en todo esto que tiene que ver con las ganas de vivir esa adrenalina extrema”, cuenta. Con el correr de las horas, la marcha aumentó y Nicolás no pudo volver a ponerse de pie. “Me acurruqué en un rincón para protegerme porque, a mayor velocidad, más intenso es el viento en la cara y, si te entra un poco de mineral en los ojos o en la boca, puede ser peligroso. Hay que estar en buen estado físico, abrir la boca lo menos posible y taparla. Aunque de vez en cuando me la destapaba para respirar mejor”, dice. Primero fue a Nuadibú y, desde allí, se trasladó a Nuakchot, capital de Mauritania. Para llegar a Zuerat, donde tomó el tren, viajó en una trafic durante 53 horas Misión (im)posible Entrada la noche, la temperatura descendió bruscamente. Como había previsto, Nicolás se escondió entre la carga, envuelto en su bolsa de dormir negra. Desde ahí, con la cabeza apoyada en el metal del vagón, observó las estrellas. “Lo mejor que tiene el desierto son las noches. Pasa a ser una experiencia casi poética. A pesar del miedo, mirás para arriba y decís: ‘Wow’. Lamentablemente, no hay una foto que pueda reflejar lo que vi porque por más iPhone que tengas no sale bien”, dice. A mitad del trayecto, en la ciudad de Choum, un grupo de policías subió a realizar una inspección. Para evitar ser descubierto, se hundió aún más en el mineral, aguantó la respiración y se quedó inmóvil hasta que las luces de las linternas pasaron de largo y el tren reanudó su marcha. “A veces hacen el control y a veces no. En mi caso, lo hicieron. El peligro era que me bajaran del tren porque es completamente ilegal subirse. Por suerte, no ocurrió”, repasa. Tras casi 24 horas de viaje, Nicolás llegó a destino. Bajó en Nuadibú, cubierto de mineral, con la ropa manchada y una energía extraña recorriéndole el cuerpo. “Era como haber estado en una montaña rusa que, en vez de durar dos minutos, duró un día entero”, describe. Esa sensación de “electricidad” no lo abandonó por días. “Tenía una mezcla intensa de alegría y adrenalina y tardé bastante en bajar a tierra. No podía dormir. Fue una de las mejores experiencias de mi vida”. Al llegar al hotel, post viaje, aun con rastros de mineral en la cara y la ropa —Vos que visitaste todos los países del mundo y subiste a cientos de trenes, ¿estás en condiciones de afirmar que este es el más peligroso de todos? —Creo que le queda corto el título. Por eso no es para cualquiera, sino para alguien a quien le interese vivir algo extremo. Yo soy un poco adicto a eso. Y ya no hablo solo del tren, sino de la locura de recorrer el mundo. Es lo que me mantiene vivo.
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