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» El litoral Corrientes
Fecha: 02/03/2025 16:24
“Una travesti de zona sur se puso un hermoso vestido blanco y orgullosa caminó hacia un altar imaginario y se casó con el amor de su vida”, escribió alguna vez Florencia de la V al recordar el día de su boda con Pablo Goycochea, el 28 de junio de 2011. Con esas palabras, la artista resumió parte de su lucha y de su victoria. Desde el primer instante supo que el mundo la miraba con desconfianza. Que la sociedad tenía otros planes para ella, que no coincidían con lo que su corazón dictaba. Nació como Roberto Carlos Trinidad un 2 de marzo en Monte Grande, en un país y en una época donde ser trans no era una posibilidad, sino una condena. Pero la suya nunca fue una historia de resignación. A los 50 años, Florencia de la V es el testimonio vivo de que la lucha, la resistencia y el amor propio pueden derribar cualquier barrera. Tuvo una infancia marcada por la ausencia y la incertidumbre. Su madre murió cuando tenía solo dos años y su padre se hizo cargo de ella y su hermano en Lavallol, en el conurbano bonaerense. Pero incluso en la adversidad, hubo señales de lo que vendría. En la máquina de coser materna encontró su primer refugio, creando vestidos para sus muñecas, soñando con un futuro en el que pudiera ser quien realmente era. Pero la sociedad tenía otros planes. En las calles, en las escuelas, en cada esquina del barrio, el mensaje era el mismo: debía encajar en un molde que no le pertenecía. Sin embargo, Florencia nunca tuvo dudas. El día que se vistió como ella misma por primera vez, el día que miró su reflejo en el espejo y se reconoció, entendió que el mundo podía rechazarla, pero que jamás la haría retroceder. La vedette que rompió el molde Cuando llegó al teatro, lo hizo de la única manera en la que sabía vivir: con determinación. En 1998, el destino le presentó su primera gran oportunidad cuando tuvo que reemplazar a Cris Miró, la primera vedette trans en los escenarios argentinos. En un mundo de lentejuelas y plumas, brilló con luz propia. “Nadie quería apostar por mí, pero mi talento y mi convicción fueron más fuertes que cualquier prejuicio”, diría años después. No tardó en conquistar la televisión. Primero con pequeñas apariciones en novelas y programas de entretenimiento, hasta que en 2004 llegó el gran salto con Los Roldán, donde su personaje de Laisa se convirtió en un fenómeno cultural. Por primera vez, una mujer trans no era retratada como un chiste o un estigma, sino como un personaje querido y admirado por el público. De ahí en más, su presencia en la pantalla fue imparable: condujo su propio programa en Telefe, La Pelu, participó en realities, fue panelista en los ciclos más importantes del espectáculo y nunca dejó de brillar en el teatro. En un ambiente hostil, donde los productores la miraban con recelo y las oportunidades parecían siempre más lejanas, Florencia no solo sobrevivió, sino que se convirtió en una de las figuras más importantes del espectáculo argentino. En su camino hacia la fama, primero adoptó el nombre de Florencia de la Vega, un nombre de fantasía que surgió como un juego entre amigas. Sin embargo, una disputa legal con una instrumentista quirúrgica la obligó a cambiarlo. “Me hizo juicio alegando que una travesti no podía tener ese nombre y la Justicia le dio la razón”, recordó años más tarde. Así nació Flor de la V, un nombre que no solo se convirtió en su marca artística, sino en un símbolo de resistencia y lucha. La lucha por su identidad y su derecho al amor Pero su mayor batalla no fue en los escenarios ni en la televisión, sino en los pasillos de la Justicia. Soñaba con casarse con el hombre que amaba, pero hasta ese momento la ley no reconocía su identidad. Desde 1998, cuando conoció a Pablo Goycochea, supo que él sería su compañero de vida. Sin embargo, el derecho a firmar una libreta matrimonial con su verdadero nombre llevó años de lucha. No se rindió. Peleó hasta que en 2011, una jueza reconoció su derecho a ser Florencia también en su documento. Fue entonces cuando, después de una ceremonia simbólica en 2008, finalmente pudo casarse con Goycochea con su identidad real. Era más que un matrimonio: era la confirmación de que el amor podía vencer al sistema. El mismo año, el destino le tenía preparada otra victoria. El 25 de agosto de 2011 nacieron sus mellizos, Isabella y Paul, a través de la subrogación de vientre. Ser madre había sido uno de sus sueños más grandes, pero también una de las metas que la sociedad parecía negarle. “Nos dijeron que no podíamos amar, que no podíamos formar una familia, que no merecíamos felicidad. Yo estoy acá para demostrar que estaban equivocados”, expresó en más de una ocasión. Desde entonces, su maternidad se convirtió en su motor, en su bandera y en su mayor orgullo. La voz de una generación Con los años, su lucha trascendió los escenarios. Desde sus columnas en medios hasta su trabajo en la televisión, Florencia de la V se convirtió en una referente ineludible de los derechos de las personas trans en Argentina. Su historia, la de una mujer que enfrentó un mundo que le decía “no” y lo transformó en un “sí”, se convirtió en una inspiración para miles. En 2024, cuando fue despedida de Intrusos, dejó un mensaje que sintetizó su vida y su legado: “Siempre voy a estar del lado de los pobres, de los maestros, de los estudiantes, de los jubilados. Siempre voy a estar del lado de los que luchan. ¡Viva la diferencia! ¡Vivan los putos! ¡Vivan las travas! ¡Y viva Perón!” Hoy, al cumplir medio siglo de vida, Florencia de la V no es solo una estrella del espectáculo. Es el símbolo de una lucha. Es la prueba de que el talento, el amor y la determinación pueden cambiar una sociedad. A los 50 años, Flor no es solo una estrella del espectáculo. Es un ícono. Es la niña que soñaba con vestidos y terminó marcando una diferencia en la historia argentina. Es la vedette que desafió a un mundo hostil y salió victoriosa. Es, sobre todo, una mujer que nunca dejó de luchar por ser quien realmente es. Infobae
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