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  • El crédito comercial en la Argentina de Milei

    » Comercio y Justicia

    Fecha: 25/02/2025 22:35

    En el actual contexto, las empresas productoras tendrán que desarrollar la capacidad de establecer y administrar precios y condiciones estratégicas Por Claudio Pizzi (*) El actual presidente Javier Milei asumió el Gobierno con las premisas de bajar el gasto público, privatizar empresas, desregular, eliminar la inflación, sanear la moneda a partir de un sistema de competencia, así como generar confianza y certidumbre para fomentar las inversiones. Transparentar el costo de financiación de los servicios públicos deficitarios a través del gasto ya no es una opción. Las gestiones anteriores -incluso con represión de precios- llevaron la inflación anualizada a más de 300%. En la actualidad, tomando una base de entre dos y tres puntos mensuales, la anual llegaría a 38%. Para iniciar ese proceso y evitar la hiperinflación, el Gobierno tuvo que pagar los costos traducidos en un fuerte ajuste dentro de un proceso de devaluación controlada, la recomposición de precios relativos, el freno de la obra pública y la evolución salarial. Éste es el escenario en el que tendrán que moverse los emprendedores y las pymes. En las recesiones económicas las caídas suelen dañar la industria, la construcción, las finanzas, el comercio. Esto afecta la capacidad instalada y, por supuesto, el empleo. Esta política que, a mi criterio, no ha tocado piso aún, encontrará un rebote de entre cuatro por ciento y cinco por ciento en el corriente año pronosticado por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y algunas consultoras locales. El crecimiento no será homogéneo. Habrá sectores que lo traccionarán como la energía, el agro, la minería y los rubros vinculados a los recursos naturales. Otros, en cambio, experimentarán una leve mejoría producto de la desaceleración inflacionaria y el crecimiento del salario real promedio. Si bien en la actualidad hay algunos datos que marcan cierta reactivación, los vinculados con el consumo se mueven con lentitud. Existen retrasos en los ingresos informales y en el empleo público. Durante el proceso inflacionario, los stocks se revaluaban y las condiciones se pactaban de contado o pago anticipado. En recesión, la ralentización de las ventas obliga a financiar las operaciones al costo comercial. El bancario, con tasas de política monetaria que oscilan entre 30 y 35 puntos, no es una opción oxigenada por el momento. La apertura económica importa un enorme desafío para las empresas que dependen mayoritariamente de la demanda interna. Sectores como el textil, con 60% de trabajadores en condiciones informales, tendrán que hacerles frente a los productos importados, cuyos precios no se encuentran afectados por la presión fiscal ni por la logística. Productos desarrollados en un entorno tecnológico de avanzada, con costos laborales diferenciales, y financiados a tasas razonables. En este marco, los comercios tendrán que gestionar inventarios que podrían ir perdiendo su valor acumulado en el periodo inflacionario, optimizando sus procesos operativos en un contexto más competitivo y exigente. Las empresas productoras tendrán que desarrollar la capacidad de establecer y administrar precios y condiciones estratégicas. Ofrecer beneficios alternativos en sus planteos comerciales. Toda la cadena de valor deberá replantear sus políticas crediticias y sistemas de análisis de riesgo tanto para las personas físicas como para las jurídicas. En resumen, el proceso de capitalización en mercaderías por la inercia inflacionaria y las compras anticipadas por parte de oferentes y consumidores, terminó. En recesión y en una economía competitiva, las ventas cuestan trabajo y dinero por financiación e inmovilización de stocks. Los cheques a plazo, el “pedal”, es hoy una realidad aceptada en los mercados. El cuadro nos anima a pensar que el “crédito comercial” se convertirá en la herramienta de motorización del consumo interno. Es el momento de “adelantarse” para aprender a vender y cobrar a plazos, para aprender a analizar prospectos, a cualificar el riesgo. Para pensar estrategias comerciales cercanas a los clientes buenos y fieles que, hoy, valen más que el oro. Aprender a dosificar, custodiar el capital de trabajo a partir del análisis de garantías comerciales y personales. Aprender el “arte” de evaluar el comportamiento comercial y a establecer líneas de crédito flexibles, a medida de las necesidades de cada prospecto. Parece ser que la Argentina ya no debate entre el “edén público o el abismo privado”. Entre el cómodo refugio del empleo estatal o el estado de incertidumbre de la actividad privada. Con total claridad el Gobierno fijó un rumbo a partir de sus políticas de desregulaciones y privatizaciones. En este contexto, en el que se busca fomentar a ultranza la competencia, saber establecer políticas y estrategias de crédito para sostener a los clientes y -por ende, la actividad- no es una opción, es el camino. (*) Licenciado en Administración. Máster en Administración de Empresas con especialización en Finanzas, egresado de la Escuela de Economía y Negocios de la Universidad de Belgrano y autor del libro Planeamiento estratégico y control de gestión sustentable.

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