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» Diario Cordoba
Fecha: 25/02/2025 17:41
Steve Bannon, durante la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC). / EFE Primero fue Elon Musk y días más tarde Steve Bannon, el arquitecto del primer mandato del actual presidente de EEUU e ideólogo esencial del trumpismo. La mano al pecho y luego el brazo alzado, coreografía unívoca de un gesto inequívoco. Con el primero se podría haber deducido que se trataba de un error de interpretación, pero a Musk le siguió Bannon. La ingenuidad es un sentimiento candoroso. Con Bannon se disiparon las dudas (y otros le imitaron en el mismo acto). Si hacen el saludo nazi y hacen cosas de nazis, probablemente son nazis, aunque vistan desarrapadamente, sin unir su nombre al de un sastre de Brooks Brothers o como si acudieran a un festival de música electrónica, motosierra en mano. Con Donald Trump en la Casa Blanca, Estados Unidos atraviesa el pedregoso itinerario que transita de la democracia al régimen, conceptos de la política que un día fueron sinónimos (la semántica establece que un régimen no es más que el sistema político por el que se rige una nación). A partir del primer tercio del siglo XX, las dos palabras se partieron en caminos paralelos, aunque antagónicos, en cuanto la segunda —el Régimen, a veces en mayúscula — comenzó a aplicarse a las formas de gobierno de Italia, Alemania, España o Portugal. Cuando en nuestro país alguien alude al régimen no necesita dar mayores explicaciones. Lo mismo si nos salimos de la geopolítica de Occidente. El periodo de Idi Amin Dada en Uganda (1971 - 1979) no son los gobiernos de Idi Amin Dada, sino el régimen de Idi Amin Dada, y de ese modo distinguimos, ahora sí, los regímenes democráticos que todos conocemos de los regímenes dictatoriales que todos conocemos. Es en ese transportarse de la democracia al régimen donde los pueblos y los estados dinamitan los valores que alumbraron pasados gloriosos y sociedades en desarrollo, las mismas que regalaron a Miguel Ángel, a Beethoven, a Cervantes o a los 377 nobeles norteamericanos. Más allá del saludo romano (un error histórico que ha acabado en hecho presunto, una posverdad que data del siglo XVIII confundida en un cuadro de Jacques-Louis David, pues ningún texto romano describe tal gesto), el primer mes de mandato de Trump ha trazado parecidos razonables (e inevitables) con lo que entendemos por régimen más que por democracia. El saludo no es nuevo. Si los estadounidenses se llevan la mano al corazón ante su bandera mientras suena el himno es porque con anterioridad se cuadraban ante la barraestrellada con el saludo Bellamy, un trasunto del brazo en alto fascista con que los americanos acompañaban desde 1892 el Juramento de Lealtad a la enseña. Tras la apropiación del saludo por fascistas italianos, nazis alemanes y falangistas españoles, la turbación generada en EEUU por el ademán en plena Segunda Guerra Mundial obligó al Congreso en 1942 a enmendar el Código de la Bandera y sustituir el saludo Bellamy por la mano en el corazón. El Congreso estadounidense no ha modificado aquella enmienda —de momento—, a pesar de lo cual, el antiguo estratega de Trump, Steve Bannon, ejecutó el saludo hasta en dos ocasiones durante la reciente convención internacional de la ultraderecha: la primera hacia el público, la segunda hacia la enseña. Hasta el líder ultra francés Jordan Bardella lo consideró excesivo y canceló su intervención en el cónclave. Bannon y Musk, dos personajes que se odian entre sí, unidos por un gesto infame. Que Goebbels y Göring no sintieran mutua simpatía no frenó el nazismo. Trump lleva camino de trastocar su segundo mandato en régimen. Por exagerado que parezca y tras ser considerada a partir de 1945 como la democracia más avanzada del mundo, los hechos son alarmantes y no procede tomarlos a la ligera. La posverdad, el odio al migrante, la deconstrucción de la diversidad, repetir una mentira tantas veces como sea necesario para fabricar un relato creíble, las deportaciones masivas, la propaganda en X, el nacionalismo exacerbado. Make America Great Again. America First. América por encima de todo, America über alles. La pretensión expansionista de Trump cada vez se parece más a la lebensraum. La teoría del espacio vital con que Hitler justificó la expansión y colonización de la Europa central y del Este aumenta con cada discurso las semejanzas con las amenazas a Canadá, a Panamá, a Dinamarca o a la costa de Gaza, que el republicano y Netanyahu planean convertir en la ‘Riviera de Oriente Medio’. En 1933, Hitler ganó unas elecciones sin mayoría absoluta. Tres semanas después, una ley quebrantó la separación de poderes y otorgó todo el poder al dictador, liquidando la democracia parlamentaria que propició el nazismo. Trump ni siquiera deberá vencer los obstáculos de un gobierno en minoría. Musk, Vance, Bannon o Kennedy Jr. son los lictores que preceden al líder al que idolatra el pueblo. Hay gestos que dicen más que las palabras. Se empieza alzando el brazo y enviando a personas detrás de una alambrada y se acaba como se liquidan las libertades y comienzan los regímenes, con la ovación atronadora de las masas y el silencio trágico de los que enmudecen.
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