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  • El exjuez, acusado de complicidad con la Dictadura, atacó a las víctimas que lo acusaron

    Parana » Inventario22

    Fecha: 25/02/2025 12:24

    En su segundo juicio por complicidad con la última Dictadura, y a diferencia del de 2017 cuando no dijo ni una palabra tal vez confiado en que sucedería lo que al fin ocurrió: su escandalosa absolución esta vez el ex juez Carlos Otero Alvarez decidió hablar y ejercer su derecho a defensa. En un pequeño escritorio repleto de carpetas y frente al Tribunal Oral Federal 2, presidido por el riojano Mario Martínez, el imputado de 78 años apoyó su alegato en, al menos, tres ejes: la lectura de párrafos enteros de documentos en los cuales la Corporación judicial lo exculpó y protegió durante décadas, incluyendo uno del Consejo de la Magistratura. El segundo, deslindar todas “las responsabilidades” por las que se lo acusa en su ex jefe ya muerto, el juez Adolfo Zamboni Ledesma y el tercero, atacar de modo furibundo a los sobrevivientes y víctimas que lo acusaron en las audiencias anteriores: Luis “Vitín” Baronetto de 75 años, y el abogado Juan Miguel Ceballos. En tanto, la querellan reclamó 7 años de prisión para Otero Alvarez. El ataque del juez no fue a cualqueira. Baronetto, a quien mantuvieron preso desde 1975 a 1982 y le fusilaron a su esposa, Marta Juana González, que había parido a un bebé en la cárcel UP1. Y a Ceballos, cuyo padre, Miguel Angel Ceballos, fue acribillado en una falsa fuga junto a Marta y a otros cuatro presos políticos el 11 de octubre de 1976. De abril a octubre de ese año, Luciano Benjamín Menéndez ordenó matar a 31 presos políticos que estaban en esa prisión a disposición del Poder Ejecutivo Nacional (PEN). Según Otero Alvarez, él es “un perseguido desde hace 16 años” por Baronetto, Ceballos y (antes) por el abogado Rubén Arroyo, decano por los Derechos Humanos en Córdoba, y que bautizó como “la causa maldita” a la de los magistrados cómplices con la dictadura. En su defensa, el imputado aseguró que cuando “ellos decidieron” hacer este juicio lo “eligieron” a él porque Zamboni Ledesma ya había muerto. En las dos horas de su exposición no pidió disculpas ni admitió error alguno. Uno de los familiares de las víctimas dijo a Página/12 que le “sorprendió” el tono y las descalificaciones con las que regó toda su exposición, ya que esperaba “una defensa sobria, muy de juez”. Pero no. De arranque Otero Alvarez, (des)calificó este segundo juicio ordenado por la Cámara de Casación, como “absurdo, descabellado y sin fundamento”. Le apuntó a una de las juezas, Ana María Figueroa “que se equivocó o leyó muy rápido” el fallo de Julián Falcucci que lo absolvió y tampoco se privó de llamar “mentirosa” a Diana Conti ipso facto ironizar “que Dios la tenga en su gloria”, ya que en un dictamen que también leyó, Conti lo describió como “un secretario pasivo” ante lo que le denunciaban los presos torturados en las cárceles de la dictadura. En cuanto a la acusación, que cuenta con 94 hechos, de los cuales 75 son por víctimas fatales entre las que se cuentan los 31 asesinados en la UP1 muchos de ellos responsabilidad del Juzgado donde él trabajaba, no se cansó de tildarla como “inmundicia”, “monstruosa”, “miserable” e “inmunda”, entre otros términos que hacen juego con el clima político de época. Despreció a Baronetto como ignorante y “lego” por no conocer de Derecho y a Ceballos, actual secretario de Derechos Humanos del Juzgado Federal 3, señalándolo como “alguien que no se sabe qué méritos tiene para estar allí”. Blanco sobre negro: se es de la Sagrada Familia, o no se es nada. Victimizándose ante las víctimas “Me hierve la sangre al recordar las acusaciones”, repitió de vez en vez Otero Alvarez y lamentó “el terrible daño” a su familia en los últimos “16 años”. Y lo hizo sin ponerse colorado ni pedir disculpas. En la pequeña sala de audiencias, los familiares de las víctimas y el propio Luis Baronetto lo escucharon con los dientes apretados. En la audiencia anterior, el exseminarista “Vitín” Baronetto relató cómo fue arrancado de su casa la madrugada del 15 de agosto de 1975 junto a su esposa Marta Juana González por una patota del D2, y cómo tuvieron que dejar a su beba de 10 meses con unos vecinos. Marta estaba embarazada. A los torturadores no les importó. Con él tampoco tuvieron piedad: casi le arrancaron un ojo. Tan grave fue que los propios represores lo llevaron al Policlínico Policial. Días después, ambos, que estaban a cargo del Juzgado 2 de Zamboni Ledesma en el que Otero Alvarez era secretario penal, fueron encarcelados en la UP1. Marta tuvo a su segundo hijo esposada a una cama. Al poco tiempo, el 11 de octubre, la sacaron de la prisión para fusilarla. Sus compañeras de celda contaron en los juicios anteriores, que "ella se fue contenta. Creía que se la llevaban para anotar al bebé en el Registro Civil". En la misma cárcel, pero en el pabellón de hombres, Luis Baronetto recién supo qué había ocurrido con su esposa "por otros presos, el 5 de noviembre". Y semanas después, ya en Sierra Chica adonde lo habían trasladado, el ahora imputado Otero Alvarez le comunicó que “Marta había muerto en un enfrentamiento armado”. “Estaban maniatados, no fue ningún enfrentamiento”, clamó Baronetto que no olvida. “A mi esposa la mató el Ejército Argentino”, repitió y repite. Y busca justicia. Ese 11 de octubre y junto a Marta, acribillaron a Miguel Angel Ceballos Oscar Hugo Hubert Florencio Díaz, exsecretario del Sitrac Jorge Oscar García y Pablo Alberto Balustra, delegado de Obras Sanitarias de la Nación. Dijeron que fue una falsa fuga. En el caso de Balustra la mentira fue doblemente falaz: jamás hubiese podido fugarse. Lo habían dejado cuadripléjico a golpes. La Justicia no investigó. Se limitó a archivar las "causas" que "obraban"contra los presos políticos asesinados. Al ex juez en segundo juicio, el único apellido de las víctimas que le importó ponderar en su autodefensa y “solidarizarse con su sufrimiento”, fue el de los Vaca Narvaja. Y ése precisamente parece ser su talón de Aquiles en la acusación, ya que el sobreviviente Manuel Canizzo declaró (también en 2017) que le avisó a Carlos Otero Alvarez que sacara al abogado Miguel Hugo Vaca Narvaja (h), de 35 años de la UP1 “para cualquier cosa”, ya que los represores le habían anticipado que lo iban a matar. Según Canizzo, el secretario penal le dijo que no podía hacer nada porque estaba a cargo del PEN, y además no tenía causa alguna. Dictadura pura y dura: Vaca Narvaja, secuestrado el 20 de octubre de 1975 y fusilado el 12 de agosto de 1976, fue torturado y mantenido prisionero en la D2 y en la UP1 sin acusación ni causa judicial alguna. La Justicia de ese tiempo lo sabía y no hizo nada para salvarlo. La muerte anunciada ocurrió: Vaca Narvaja fue fusilado junto a Gustavo Adolfo de Breuil de 23 años, y Arnaldo Higinio Toranzo, un estudiante de 19, cerca del Chateau Carreras. En este juicio, el ex juez imputado también tuvo quienes alegaron en su favor: dos excolegas elogiaron su “bondad” resaltaron su fe “católica apostólica romana”, y recordaron que “les enseñaba reglas ortográficas”. Destacaron también "que era muy generoso con los judiciables a quienes les hacía servir café con leche y criollitos”. En esa línea y con tono épico, el propio Otero Alvarez memoró ante el Tribunal que cierta vez en la calle "se enfrentó a un carrero" que castigaba a su caballo: “El con su látigo, yo con mi raqueta de tenis”. En la última audiencia, las querellantes Patricia Chalup y Adriana Gentile, solicitaron 7 años de prisión para Otero Alvarez por los "delitos de incumplimiento de los deberes de funcionario público, abuso de autoridad y omisión de dar cuenta a la autoridad competente de una detención ilegal".

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