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  • Teckel o Dachshund

    » Diario Cordoba

    Fecha: 24/02/2025 05:10

    Casi siempre he tenido perro. Cuando nací, ya había dos perras en mi casa: una ratonera bodeguera -cuando esta raza todavía no estaba reconocida oficialmente; se reconoció en 1983- y una caniche marrón que mis padres habían comprado en una tienda de perros de Madrid en el viaje de novios. Luego tuvimos sucesivamente un setter irlandés, un maltés y un labrador retriever. Todos vivieron muchos años. Sólamente el labrador -Corso- murió muy joven, antes de cumplir los seis años; un cáncer terriblemente agresivo se lo llevó por delante, sin que se librase de operaciones y quimios. Nuestro egoísmo por no perderlo le prolongó la vida y el sufrimiento. Todavía soy incapaz de recordarlo sin lágrimas. El perro más bueno, más leal y más cariñoso. Una y otra vez nos prometimos que no tendríamos más perros, pero precisamente el dolor por su ausencia nos llevó a Kira. En junio Kira cumplirá once años -una edad bastante respetable- y está sana como una pera. A ella le pasa lo mismo que a muchos de nosotros, que sólo somos conscientes de nuestra edad cuando nos miramos al espejo, porque en nuestro cerebro el tiempo no ha pasado y seguimos viéndonos como adolescentes. Kira, que no suele mirarse al espejo, y si por casualidad se ve reflejada en él, se ladra a sí misma -la comprendo; en ocasiones, yo también me ladraría- sigue igual de juguetona que cuando tenía un año: las mismas carreras cuando llaman a la puerta, los mismos saltos de alegría cuando vuelves, aunque no hayas salido más que un minuto; y la misma locura desatada si llevo puestas las botas del campo. No todo es maravilloso en tener perro. Hay que sacarlos a la calle llueva o ventee. Unas veces apetece y otras no. Me refiero a mí, porque a Kira le apetece siempre, sobre todo si vamos a los jardines. Con tantas salidas, poco a poco, vamos teniendo nuestro anecdotario. El otro día se dirigió a mí un hombre de mediana edad, que estaba sentado en un banco junto a una mujer: «Señora, ¿qué raza tiene ese perro?» «Es una teckel de pelo duro» -contesto, aclarando de paso el sexo-. «No. Es dachshund.» Tuve la tentación de discutir, porque teckel y dachshund se utilizan indistintamente para la misma raza, pero intuí que su intención era lucirse delante de la mujer y enseguida me puse de su parte. Su aspecto no revelaba que fuese muy afortunado, aunque vete a saber. Así que insistí levemente: «Siempre he pensado que es teckel.» «No. Es dachshund.» Me callé, pero él también quiso darme una salida: «Es una raza alemana.» «¡Ah, sí, sí!», afirmé. Él, satisfecho y seguro, dirigiéndose a la mujer, concluyó: «Es que yo sé muchísimo de perros». *Académica

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