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» Elterritorio
Fecha: 22/02/2025 15:55
La docente y teatrista Carina Noemberg reflexionó sobre la tenue frontera entre realidad y ficción y cómo la actualidad argentina está llena de sucesos inverosímiles pero reales, lo que impacta en el hacer artístico y cultural. El teatro como herramienta pedagógica en la escuela y de esperanza colectiva sábado 22 de febrero de 2025 | 8:00hs. La noción de tiempo. Magnitud, trama de sucesos, frontera, juego y abismo aparecen de manera recurrente invocada-evocada-proyectada. Del pasado al futuro tenemos este presente que nos encuentra buscando pistas para comprender. “En el último año en nuestro país la realidad supera a la ficción. Estamos todos los días esperando ¿a ver con qué nos vamos a desayunar hoy?”, expresó Carina Noemberg, docente en Letras y teatrista en este nuevo capítulo de Charlas con El Territorio. Profesora en la secundaria y en la universidad, directora teatral, actriz, escritora y dramaturga, es parte de la generación de jóvenes artistas nacidos en democracia que vienen ampliando la comunidad teatral misionera con propuestas que dan voz y cuerpo a narrativas propias de este espacio época. La entrevista fue una tarde en el tercer piso de la Facultad de Humanidades en medio de la ola de calor y poco antes del estallido del escándalo $Libra y el “Yo no lo promocioné, lo difundí”, que nos zambulló a los comunes en las arenas de lo cripto. Carina Noemberg, docente y artista, resaltó la potencialidad del teatro en la escuela como herramienta pedagógica y desarrollo humano. Foto: Natalia Guerrero La autora del guión de Este Juan Moreira, adaptación libre del clásico gauchesco de Eduardo Gutiérrez y José Podestá, para el espectáculo dirigido por Carli Bastarrechea, se refirió en este encuentro al lugar que ocupa la enseñanza y el arte en su vida y cómo estas dos dimensiones conviven y se entrelazan en la escena y el aula y se potencian como herramientas transformadoras y de esperanza. Ante la incertidumbre, teatro -recomendó- como ese lugar seguro y creativo donde se produce el encuentro con otros en la era del individualismo global. Si te pido que te presentes, ¿cómo te definirías? Soy profesora licenciada de Letras y teatrista, doy clases en la escuela secundaria y en la universidad. Esas son mis profesiones. No creo que haya una sola cosa que defina a las personas, sino que somos como un combo de cuestiones. Y añadiría que soy una mujer del interior del interior de la Argentina. Nací en Aristóbulo del Valle y cuando terminé la secundaria me vine a estudiar a Posadas. Ahora vivo un poco en Candelaria y otro poco en Posadas por cuestiones laborales y voy a Aristóbulo de visita. Y soy parte de una generación, creo yo, que tiene o tuvo un vínculo muy particular con los abuelos. A mí me criaron mis abuelos, alemanes, rusos. Entonces, también está toda la cepa de la inmigración, de estas identidades misioneras. La mía tiene que ver con aquellos alemanes que primero vinieron al Brasil y luego se trasladaron a nuestra provincia. ¿Cómo se manifiesta o atraviesa esa identidad en tu trabajo y en tu manera de ver la realidad? Yo debo decir que en mi familia soy como una oveja verde. Nadie tiene que ver con el arte, no es que yo haya llegado al arte o la literatura por algún pariente bohemio. Nada de eso, soy como el bicho raro de una familia pragmática. Mis abuelos agricultores, pequeños empresarios, mi abuelo que me crió tenía un aserradero muy pequeño y en la década del 90 se fundió. A los productores en muchas épocas no les ha ido bien económicamente. Entonces, familia muy pragmática, muy cercana a la tierra, a la producción, al trabajo artesanal con las manos. Sin embargo, una familia muy lectora. Mi abuelo tiene 87 años y lee libros en alemán. Y un tío en Andresito, que íbamos con mi abuela a su casa en vacaciones, tenía una biblioteca. No tenía en ese tiempo luz eléctrica, pero sí tenía una biblioteca. Y esa biblioteca fue un descubrimiento para mí. Era el lugar donde mi mundo flashero cobraba vida. Yo de chica quería ser periodista, pero fui por el camino de la docencia. Yo creo mucho en las devoluciones en la vida. Y cuando tenía 17 años mi abuela que me crió falleció, y yo a esa edad me quedé un poco sola en la vida. Y estaba haciendo la secundaria en la EFA (Escuela de la Familia Agrícola) en Aristóbulo. Y mis profesores me cuidaron mucho, yo les estoy muy agradecida porque en un momento tan crucial como es la adolescencia para un montón de cosas, mis profesores y mis compañeros del secundario estuvieron ahí para mí. Y cuando vine a estudiar a Posadas quería hacer Comunicación Social, pero pensé que había muchos “carinos”, es decir muchos adolescentes y jóvenes que se sienten solos o están solos y así me decidí por la docencia, como un modo de devolver eso que hicieron conmigo, esa presencia y contención de los docentes que yo tuve. ¿Sentís que se cuestiona mucho a los docentes? La tarea del docente está constantemente señalada o juzgada, más en la sociedad de hoy tan dividida por todo. Para mí la escuela es comunidad, es como una familia de confianza. Yo cumplo 14 años en la docencia, soy una agradecida porque siempre tengo trabajo y mirá lo afortunada que soy y las vueltas de la vida que terminé trabajando en una EFA en Fachinal. También trabajo en Itaembé Guazú y acá en la Facultad de Humanidades. Hay muchísimos docentes que tienen largas jornadas laborales, que realizan su tarea con compromiso y amor por educar y capacitación constante. Porque tenés un compromiso con ese adolescente que viene a aprender. La institución escuela es lo único que queda del sistema moderno, es el vestigio de una sociedad que cambió. Hoy muchos padres, muchas madres utilizan la escuela como una especie de guardería ante la exigencia del sistema capitalista de trabajar más horas lo que los lleva a estar mucho tiempo fuera de casa. ¿Y ves esa soledad en los adolescentes? Es que los niños y los adolescentes necesitan del tiempo que les dediquen los adultos, necesitan que sus padres los miren a los ojos, que compartan, que jueguen, que les marquen los límites, porque no son malos los límites, son necesarios. Pero en la actualidad hay un discurso muy marcado de mandar a laburar a todo el mundo. Pero el tiempo no vuelve hacia atrás, y seguramente cuando recordamos lo que vivimos, no nos acordamos el día que hicimos récord de horas de trabajo y terminamos destruidos, es más probable que nos acordemos del momento que pasamos en familia o con amigos, de algo lindo que se compartió. Y en eso de generar experiencias positivas, tanto la escuela como el arte, el teatro tienen mucho para ofrecer. ¿Cómo planteás la relación entre la educación y el teatro? A mí me está interesando mucho la relación entre educación y teatro. Creo que el teatro nos ayudaría a volver a jugar un poco, a liberarnos, a socializar con el otro, y a poner el cuerpo de distinta manera. Tenemos estudiantes que están con sobrepeso, con un montón de cuestiones que tienen que ver con la salud. Y no me quiero poner antitecnológica, pero el uso excesivo de las pantallas está en todos lados. Y sobre el teatro en la escuela hay un montón de estudios, de marco teórico que lo justifica. Pero, además, si lo pensamos al teatro desde la cuestión humana propone este volver a pasar tiempo con un otro real de carne y hueso. Hay que volver a jugar. La capacidad de tener amigos. A mí me asusta mucho que los adolescentes estén muy solos, muy solitarios. Entonces a través de dinámicas y juegos teatrales, que es una arista dentro de la enorme posibilidad del teatro, vos te conocés con el otro, trabajas en equipo, imaginás, creas. Para mí sería genial que haya teatro en las escuelas como una materia transversal que pueda trabajar con otras materias y con profesores preparados para eso. Hoy suele pasar que cuando hay que elaborar un proyecto artístico “suena la vieja de Lengua”, que tiene que saber de todo y quizás por su formación o porque no es su afinidad no sabe de teatro porque no es su campo. ¿La escuela secundaria debe enseñar a socializar? En este momento sí, la verdad es que todos tenemos que volver a socializar, a mirar al otro, a escuchar, a discutir también, porque hoy se percibe que discutir es algo negativo, pero es importante para poder construir acuerdos. Y el teatro te lleva a volver a juntarte con la manada, con el grupo. Y hay que enseñar de nuevo, pero me parece que exige también una formación académica. Y es como retroalimentar el campo teatral. A mí me parece que allí hay una necesidad muy interesante y un campo vacío para trabajar. Porque también creo que la comunidad en sí, la gente en general no tiene mucha relación con el teatro, y todo lo que tiene que ver con el teatro le parece como un bicho raro. ¿Cómo se acerca a nuevos públicos el teatro? Esa es otra cuestión que tenemos que preguntarnos los teatristas. Para mí una clave es ser claros y concretos en las propuestas y acerca de para qué público hacemos un espectáculo. Si la obra es para tus compañeros, para que la vea la comunidad teatral o para otro público que no está tan familiarizado con las tablas. Hay que jugársela. Hay que ser muy honestos sobre para quién hacemos una producción artística y para eso hay que afinar la mirada, hay que conocer al público, su horizonte de interés hoy, no el de hace 20 o 30 años. ¿Cuáles son los temas que le interesan poner en escena al teatro hoy? Veo que hay algo que no me está pasando sólo a mí, sino a muchos compañeros y compañeras treintañeros muy talentosos. Como que estamos en un momento de stand by para la creación. Obviamente que el teatro más allá de todo y de todos va a seguir existiendo. Pero a veces nuestra realidad, por lo menos en el último año en nuestro país, es tan increíble que supera a la ficción. Entonces, ¿cómo vas a crear ficción si la realidad o las realidades que estamos viviendo nos dejan en shock? Ese efecto de sorpresa e incertidumbre en el que estamos mucha gente y que nos tiene haciendo autocrítica y angustiados por no saber qué va a pasar mañana. Pero para responder tu pregunta, acá en nuestra provincia hay muchas salas con espectáculos y hay muchos artistas con mucha trayectoria y también artistas jóvenes con propuestas independientes. Pienso que las historias cercanas a la gente, la cuestión de género que también se ve con más presencia de directoras, dramaturgas jóvenes que están escribiendo o adaptando y técnicas mujeres. También hay talleres de actuación, hay una comunidad de cultura movilizada. Hay como pequeñas movidas teatrales nuevas. Y en cuanto a un género novedoso puede ser la autoficción, que son historias escritas como que reflejaran tu vida o una parte de tu vida pero con elementos de ficción aunque muy verosímiles, Sergio Blanco es el que le da el concepto teórico a este género. ¿Cuáles serían esas cosas que llevan a un estado de shock? Para mi generación al menos, que somos gente de entre los 30 años, que nacimos en democracia, vemos cómo está cambiando la realidad. Hay un montón de acuerdos y derechos conquistados con los que crecimos y que los habíamos dado por seguro y hoy nos damos cuenta que no es así. Que no estamos todos los argentinos de acuerdo en cuestiones importantes a nivel cultural, social, histórico. Por ejemplo, se debate si las Malvinas son argentinas, cuando tres doritos atrás estábamos todos cantando cuando ganamos la Copa del Mundo, “a los pibes de Malvinas que jamás olvidaré”. Creo que mi generación está como viviendo un shock y un duelo que tiene sus repercusiones también a nivel cultural y artístico. Esta cuestión de no saber si se mantiene el Instituto Nacional del Teatro, por el que tanto han luchado muchos artistas. O que si no lo cierran lo terminan vaciando como pasa con el Incaa (Instituto Nacional de Cine y Artes Visuales). Por eso te contaba lo de la autoficción como una manera de expresar una historia y un universo, que tiene que ver con hechos reales o que parte de un acontecimiento que fue real pero que también al ser recordados o recreados los recuerdos cambian. Entra en juego la subjetividad. Lo importante es que sea verosímil, que dentro del universo caótico de la ficción sea creíble. A mí me parece que están pasando muchas cuestiones que ya no son verosímiles, pero que son reales. Ahí sí nos está ganando la realidad. ¿El teatro puede ser esa ventana para pensarnos como sociedad? Yo creo que a muchos les conviene que pensemos en solitario y tenemos que pensar en forma colectiva. Hay esperanza en ese encontrarse con el otro. Y aunque el otro piense diferente a mí. Ejercitar la tolerancia y la empatía. Y me parece que el teatro lo que puede hacer hoy es juntar a la gente, hacer que la gente se encuentre. Que invite a conversar sobre una escena, a compartir algo diferente a lo que tenemos que vivir todos los días. Perfil Carina Noemberg Docente y teatrista Profesora y licenciada en Letras, egresada de la Unam, teatrista. Nació en Aristóbulo del Valle en 1987. Hincha de Boca. Cursa la maestría en Teatro en la Facultad de Arte de Tandil. Algunos de sus trabajos en teatro: Dirigió ‘Caminos de sangre’. Fue parte de la organización de Escena Sub 30. Escribió la adaptación libre de ‘Este Juan Moreira’, dirigida por Carli Bastarrechea y producida por el Teatro Cervantes. Actuó en ‘Paraná Porá’, ‘Del nombre de los sentimientos’, ‘De que te sirve saberlo’ y ‘Pedido de mano’. Su ensayo ‘Experiencias teatrales en la escuela media’ fue publicado por el INT en ‘20 Años de Teatro Social en Argentina’. También su obra integra el libro ‘Seis textos de autoras del NEA’. Se encuentra escribiendo un libro de cuentos.
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