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Crespo » Paralelo 32
Fecha: 20/02/2025 16:52
Durante los primeros años de la década de 1960 del siglo pasado Pueblo Santa María y por ende, el Partido de Coronel Suárez, sufrió una prolongada sequía que afectó profundamente la economía lugareña, que por aquellos años dependía casi exclusivamente de la producción agropecuaria, lo que desencadenó una crisis económica, con la pérdida de tres cosechas consecutivas y mortandad de animales a consecuencia de la falta de agua y escasez de pasto. Los propietarios de los campos, al igual que los habitantes de la localidad, preocupados por la situación, se entrevistaron con el sacerdote Juan Peter, que estaba al frente de la parroquia, para plantearle su incertidumbre ante una realidad que iba empeorando a medida que pasaban los meses. A instancias del cura párroco, y en la primera misa que se celebró, se tomó la decisión de solicitar a la Virgen de Fátima que intercediera ante Dios para que les envié la lluvia, que tanta falta hacía, prometiendo los feligreses en su conjunto que si el milagro se producía, iban a construir una gruta y entronizar una imagen en su honor. La población participó multitudinariamente de misas especiales, rezos y procesiones que se desarrollaron por las calles de la localidad organizados por el cura párroco, en las que quedó de manifiesto la devoción de la comunidad y la certeza en sus convicciones religiosas. Y un día el milagro se produjo: después de mucho tiempo llegó la tan ansiada lluvia con sus bendiciones para el campo y las personas. Volvieron a nacer los pastos para alimentar a los animales, la tierra volvió a ser apta para ser sembrada, en la localidad volvieron a florecer los jardines y regresó la vida en todo su esplendor. La virgen cumplió y ahora nos toca a nosotros cumplir con ella -dijo el sacerdote. El sacerdote Juan Peter junto con la colaboración desinteresada de muchas personas, concretaron la obra en muy poco tiempo: Pedro Pin donó 2 hectáreas de campo, Mateo Hippener diseñó la gruta, el albañil Pedro Schmidt la construyó, el artista plástico Salvador Schneider pintó los murales a ambos laterales y Pedro Cumler tuvo a su cargo el riego y cuidado de la plantación de árboles con que se embelleció el lugar. Mientras esto se llevaba a cabo, el Padre Peter solicitó una réplica de la imagen de la Virgen directamente en el Santuario que la Virgen de Fátima tiene en la Cova de Iría, en Fátima, Portugal, donde entre el 13 de mayo y el 13 de octubre de 1917, se le apareció a tres niños pastores, llamados Lucia dos Santos, Jacinta y Francisco Marto. Al intentar ingresarla al país la imagen fue retenida en la aduana, en el marco de una investigación bajo sospecha que podría contener droga en su interior. Siendo infructuosos todos los trámites que se realizaron, se solicitó la intervención del escribano Domingo Nicolás Móccero, quien logró destrabar la medida para que la estatua de la Virgen pudiera ser transportada a Pueblo Santa María. Previamente, las autoridades de la aduana verificaron que en su interior no contuviera ningún tipo de sustancias, realizando un corte a la altura de la cabeza. Finalmente, el 21 febrero de 1965, el repicar de las campanas de la iglesia anunciaban la salida de una procesión, en la que participó todo el pueblo, rumbo a la gruta construida en el ingreso a la localidad, llevando en andas a la Virgen de Fátima para ser entronizada en el lugar, seguido por una solemne peregrinación de carrozas ornamentadas con temas religiosos y abundancia de flores, otras llevando espigas de trigo y demás productos que son el esfuerzo del trabajo rural o de la actividad desarrollada en el pueblo, y los acompañaba una larga fila de implementos agrícolas, máquinas cosechadoras, tractores, carros tirados por caballos, jinetes y muchos más. Una multitud agitando pañuelos blancos y banderas argentinas los recibió al ingresar a la gruta y participó de la misa y posterior entronización de la Virgen, en un evento religioso sin precedentes para la región, de un pueblo fundado y habitado por descendientes de alemanes del Volga, para quien la fe en Dios representa un elemento fundamental de su identidad, cultura y un pilar central en la vida de sus antepasados y continúa siéndolo para sus descendientes en la actualidad. Desde aquel día, los habitantes de Pueblo Santa María mantienen viva la tradición de visitar la Gruta de la Virgen de Fátima los días 13 de cada mes. Este fervor se intensifica especialmente entre mayo y octubre, fechas que conmemoran las apariciones de la Virgen en 1917 en la Cova de Iría, Fátima, Portugal. Y cada 21 de febrero, la comunidad se congrega en la gruta para conmemorar el milagro de la lluvia y la entronización de la imagen de la Virgen. En esta fecha especial, mediante una misa en acción de gracias y la presentación de los frutos de la tierra, tal como sucediera en aquel 1965, se agradecen las bendiciones recibidas durante el año anterior y se elevan oraciones pidiendo protección y guía para el nuevo año. Esta tradición, arraigada en la fe y el fervor religioso, ha fortalecido los lazos de la comunidad y mantenido viva la devoción a la Virgen de Fátima en Pueblo Santa María a lo largo de estos 60 años.
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