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» La Capital
Fecha: 18/02/2025 12:42
El festival cumplió un cuarto de siglo con una edición abrumadora que batió records de asistentes convirtiéndose en la edición con mayor convocatoria de la historia Todos los años Cosquín Rock sorprende por la evolución en infraestructura y la multiplicidad de propuestas. Así es como esta edición, en la que se cumplen 25 años, ofreció un predio renovado en comodidad, accesos, traslado interno y servicios. Por supuesto que también los cambios se notan en la grilla que se programa. Así como post 2010 el indie comenzó a tener protagonismo, y desde el 2018 lo hizo el género urbano, en este 2025 los DJs tomaron el centro. Es cierto que Argentina es el país donde existen más DTs de fútbol y programadores de festivales por metro cuadrado, y siempre hay algo para criticar. Que falta tal, que sobra cual, que se superponen no se sabe quiénes, etcétera. Sin embargo, año tras año, con una columna enmarcada en los clásicos del rock nacional, las propuestas varían y se van incorporando conceptos que enriquecen las opciones para ver y escuchar. Asimismo, desde los comienzos en 2001 y hasta hoy, también cambió el público. Por un lado, es mucho más grande (viene haciendo soldout continuamente en las últimas ediciones). Por otro, el Cosquín ya no es patrimonio exclusivo del público joven. Por último, no resiste estereotipos, teniendo como parámetro que hay multiplicidad de géneros musicales. Contexto de nacimiento. La década del 90 fue muy fructífera en cuanto a desarrollo de estilos musicales. Atravesada por un tejido social guiado por angustias y neoliberalismo, la música popular vinculada al concepto rock, desarrollaba una variedad inédita para Argentina. Los clásicos sacaron discos bisagras en sus carreras, mientras las nuevas generaciones estaban representadas por “el nuevo rock argentino” (donde se destacaban Babasónicos, El Otro yo y Los Brujos); los grupos de fusión como Los Visitantes o Todos Tus muertos; géneros siempre despreciados en los medios de comunicación como el punk (Attaque 77, Dos Minutos, Flema, o Fun People), y el heavy metal (Rata Blanca, Hermética y luego Almafuerte); el hip hop (con unos jovencísimos e inentendidos Illia Kuryaki, y las aguerridas y filosas Actitud María Marta). Embed Ver esta publicación en Instagram Una publicación compartida de Cosquin Rock (@cosquinrock) En paralelo se desarrollaban los ex Sumo con Las Pelotas y Divididos, explotaban Los Redondos, Los Ratones Paranoicos, Los Fabulosos Cadillacs, Los Pericos y Los Auténticos Decadentes; ycon La Renga, Los Caballeros de la Quema, Bersuit Vergarabat, Viejas Locas, y por supuesto, Los Piojos. >> Leer más: Cosquín Rock, día 1: cultura popular con lluvia, política, homenajes e invitados varios Cerrado el viejo milenio, durante los primeros días del nuevo siglo, el “que se vayan todos” era una oración cotidiana. En ese contexto, el rock argentino cobró un protagonismo mayúsculo, y la juventud de la época encontró un punto de referencia unificado en los recitales. Faltaba un festival que los tuviera a todos juntos: público y bandas. Allí nació Cosquín Rock. Como primera sede, la plaza Próspero Molina. Cuando quedó chico el predio y la ciudad, se trasladó al Lago San Roque. Y de allí se mudó al Aeródromo de Santa María de Punilla, donde se sigue sucediendo y parece que será la casa definitiva. Durante todos estos años se dieron hechos significativos, reformas y propuestas que hicieron que Cosquín Rock sea el festival de música vinculada al rock y pop más duradero de la historia. Tiene muchas virtudes que lo avalan. La escenografía natural, esas sierras que rodean el predio, es una. La paciencia y el empeño para sostener semejante estructura de entretenimiento y negocio, es otra. La constante incorporación de propuestas musicales (hoy hay rock, pop, rap, cumbia, cuarteto, electrónica y más), es otra. El apoyo y la legitimidad que le da el público (otra vez, sin duda es el festival más federal del país) y las bandas, es otra. El Cosquín –así se lo conoce, así se lo nombra- se impuso como un acontecimiento al que hay que ir y vivir la experiencia. Estar, verlo y sentirlo. En paralelo, ya es un evento que atravesó varias generaciones y a priori da para pensar que nunca se va a acabar, que Cosquín Rock va a ser eterno, o que al menos va a durar 25 años más.
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