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» Diario Cordoba
Fecha: 18/02/2025 04:19
Rose Byrne es una de esas actrices que mejoran cada proyecto en el que participan, y nunca ha dado una mala interpretación. Pero, seguramente porque la mayoría de los personajes de su filmografía son secundarios, y porque buena parte de su trabajo se circunscribe en el ámbito de la comedia gamberra -aunque su versatilidad en diferentes géneros está más que probada a estas alturas-, no ha recibido el reconocimiento merecido. La película que Byrne ha presentado este lunes a concurso en la Berlinale, ‘If I Had Legs I’d Kick You’, es un drama de alto voltaje emocional en el que ella ocupa la pantalla en cada escena y casi en cada plano; de hecho, la cámara a menudo permanece provocativamente pegada a su rostro, como si quisiera poner a prueba tanto sus límites como los de su personaje. Quizá no sea demasiado pronto para declararla favorita a ser nominada al Oscar en 2026. “Ni siquiera soy capaz de imaginarme la posibilidad de llegar a estar en esa posición”, ha dicho ella este lunes al respecto en el certamen alemán. En ‘If I Had Legs I’d Kick You’ la australiana da vida a Linda, una terapeuta que se enfrenta a la vez a varios problemas: su hija tiene un trastorno que le provoca aversión a la comida, por lo que debe ser alimentada a través de una sonda mientras duerme, y pasa sus días en una clínica; el techo del apartamento en el que vive con la pequeña se derrumba -no tardará en funcionar a modo de metáfora de su vida-, lo que significa que las dos se ven obligadas a irse a vivir a un motel ajado junto a la playa; y, además, el marido de Linda estará ausente por trabajo durante dos meses, de modo que ella se queda sola frente al desastre, sometida a los efectos del estrés, el vino, la marihuana y una serie de alucinaciones, o algo parecido. Nunca vemos la cara de la niña aunque sí escuchemos su temblorosa voz con frecuencia, y eso invita a asumir que, por encima de todo, es una manifestación de las zozobras de su madre. Desde el principio, la directora Mary Bronstein nos introduce en la frágil mente de su protagonista, que avanza hacia un punto crítico. La película empieza con una intensidad máxima y a partir de ahí no deja de aumentarla, de modo que da la sensación de ser no tanto un drama doméstico como un thriller visceral, que retrata la maternidad como una carrera de obstáculos condenada al fracaso y reconoce cómo ejercerla puede socavar la salud mental de una mujer. En parte por eso, ofrece el tipo de experiencia cinematográfica de la que se sale con una necesidad desesperada de aire fresco y tranquilidad; y eso, hacer que ansiemos un respiro tanto como lo ansía Linda, es precisamente lo que Bronstein pretende. En todo caso, habrá quien considere que absorber la ansiedad del personaje durante dos horas de metraje resulta demasiado agotador, habida cuenta de que quien más quien menos tiene más que suficiente con la suya propia. En cualquier caso, resulta deslumbrante el control del que Bronstein hace gala para, paradójicamente, abrumarnos con el que Linda está sufriendo. Su película lleva a cabo sucesivos cambios bruscos de tono con precisión milimétrica, y en ese sentido tiene a su favor la extraordinaria habilidad de Byrne para aportar a cada escena exactamente lo que exige de ella, ya sea crudeza, fragilidad, nerviosismo, estupefacción, volatilidad o, en ocasiones, varias de esas emociones a la vez, por lo que la actriz se muestra capaz de ser mordazmente divertida en una escena y rompernos el corazón en la siguiente. Aunque su personaje hace algunas elecciones cuestionables, además, Byrne logra que en todo momento le demos nuestra empatía, y que comprendamos su dolor mientras contemplamos su periplo, alarmados y exhaustos. Es un trabajo demasiado brillante como para que, una vez más, la industria pase por alto el talento de la actriz que lo lleva a cabo. También presentada hoy en la Berlinale y también aspirante al Oso de Oro, ‘What Marielle Knows’ es algo completamente distinto de ‘If I Had Legs I’d Kick You’. Dirigida por el alemán Frédérick Hambaleck, tiene una premisa prometedora como pocas: tras recibir un bofetón en la escuela, una niña descubre que el golpe le ha otorgado la capacidad de conocer todo cuanto hacen y dicen sus padres, dos personas que, por supuesto, resultan tener no pocas cosas que esconder. Partiendo de esa base, la película logra orquestar varias escenas francamente hilarantes, pero se queda a medio camino: por un lado, no se molesta en explorar los dilemas morales, afectivos y logísticos que una situación así plantearía; por el otro, prefiere dirigirse hacia un final reconfortante para el espectador que hacer alarde de humor negro y mala uva, a pesar de que eso precisamente es lo que el relato pedía.
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