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» Diario Cordoba
Fecha: 11/02/2025 09:39
La presión del grupo en la adolescencia, una etapa en la que los menores empiezan a querer ser aceptados y a sentirse parte del mismo, está relacionada con la ciberagresión a través de una serie de autojustificaciones que hacen que quienes agreden no se sientan responsables de los daños que provocan en las víctimas. Es la conclusión de un estudio del Laboratorio de Estudios sobre Convivencia y Prevención de la Violencia (Laecovi) de la Universidad de Córdoba (UCO) y que da nuevas pistas para orientar los programas psicoeducativos contra el cyberbullying, una forma de acoso que se produce a través de internet. Para que estos programas psicoeducativos sean efectivos, según ha explicado la Universidad de Córdoba, "deben tener en cuenta la gran variedad de factores como emocionales, morales y sociales que influyen en la ciberagresión. Niveles de responsabilidad Uno de esos factores está relacionado con el grupo de pertenencia, como ha señalado la catedrática de la Universidad de Córdoba Eva Romera Félix, una de las autoras del estudio junto a Blanca Álvarez Turrado y Daniel Falla Fernández, que ha indicado que "la presión implícita o explícita del grupo hace que los agresores interpreten la situación de un modo diferente para reducir su nivel de culpa, responsabilidad o vergüenza". Es decir, la presión del grupo hace que los escolares puedan justificar su comportamiento y acaben tomando decisiones, contrarias a su propio criterio moral, pero valoradas de forma positiva dentro del grupo. Deshumanización de la víctima Según la investigación "esos mecanismos de cognición moral les permiten reducir la culpabilidad de quienes agreden y se manifiestan fundamentalmente en dos formas: la distorsión de las consecuencias y la deshumanización de la víctima". Esto es, o bien los agresores piensan que las consecuencias no son tan graves porque las víctimas no se quejan, o bien se produce una deshumanización de las víctimas al pensar que se lo merecen porque son inferiores o por su comportamiento. Un grupo de niños usando teléfonos móviles. / Archivo / CÓRDOBA En menor medida, los adolescentes también reducen su responsabilidad en la agresión y acaban achacándoselas a otras personas, como a adultos por no vigilar, o a pensar que es algo colectivo, del grupo, y no exclusivo de quien agrede. Frialdad de las pantallas y distanciamiento moral Así, en palabras de Daniel Falla Fernández, "la frialdad de las pantallas provoca un distanciamiento moral con las víctimas y puede favorecer la relación entre la presión de los iguales y la ciberagresión". Por ello, es necesario atender a la conexión entre las diferentes variables para encontrar estrategias cada vez más específicas que ayuden a comprender un fenómeno tan complejo como este. En este sentido, para el equipo investigador es "importante que los programas de prevención trabajen la humanización y la dignificación de las cibervíctimas, ya que, en muchas ocasiones, estas no se personalizan o se pierden a través de la pantalla".
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