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» Diario Cordoba
Fecha: 10/02/2025 08:48
Hubo una época en la que las calles del casco histórico contaban con cerca de un centenar de altares, como el de la calle Lineros. Esta tradición se desarrolló en la ciudad entre los siglos XVIII y XIX, hasta que se ordenó su retirada. Únicamente dos de estos altares o retablos sobreviven a día de hoy: el situado en la calle Lineros y el del muro norte de la Mezquita-Catedral. Tres, si contamos el de la calle Adarve, que desapareció y fue recuperado recientemente. Estos elementos constituyen un testimonio tangible de una parte de la historia de Córdoba que ha quedado en el olvido. Tal como explica el estudioso Javier Montero, las primeras referencias a los altares cristianos en las calles de Córdoba se encuentran en el libro Paseos por Córdoba de Ramírez de Arellano. En esta obra se menciona la existencia de «cerca de un centenar» distribuidos en los catorce barrios de la ciudad. La mayor concentración se encontraba en La Judería, aunque también destacaban zonas como San Pedro o San Miguel. Retablo del muro norte de la Mezquita-Catedral. / A.J. GONZÁLEZ Montero explica que estos retablos eran erigidos por los vecinos o por las hermandades, en muchas ocasiones gracias a donaciones de la comunidad. Algunos eran más elaborados, como el de la calle Lineros, pero la mayoría tenían un carácter austero. Estos elementos arquitectónicos estaban dedicados principalmente a Jesucristo o a la Virgen de la Concepción y cobraban especial relevancia en las noches de Jueves y Viernes Santo. Según Arellano, en esas fechas muchos cordobeses los decoraban y se reunían para cantar saetas o rezar junto a ellas. Los altares no eran exclusivos de Córdoba, sino que estuvieron presentes en diversos puntos de España entre los siglos XVIII y XIX. La profesora de la Universidad de Córdoba, Yolanda Olmedo, señala que eran un elemento que «formaba parte de la religiosidad propia del Barroco». Además de su valor espiritual, cumplían una función práctica, ya que servían como únicos puntos de luz en las calles gracias a sus lámparas de aceite. La retirada de los altares Su final llegó en 1841, cuando el jefe político de Córdoba durante la Regencia de Espartero, Ángel Iznardi, ordenó su eliminación. La decisión se basó en dos razones; la pérdida de devoción popular y el hecho de que se consideraban una fuente de suciedad en la vía pública. Retablo de la calle Adarve. / A.J. GONZÁLEZ El altar del muro norte de la Mezquita-Catedral no fue eliminado al encontrarse en el monumento. Respecto al de la calle Lineros, Ramírez de Arellano relata que los vecinos pidieron ayuda al escritor Modesto de la Fuente, amigo de Iznardi, para que intercediera y evitara su retirada. El escritor también menciona otros puntos donde se ubicaban altares, como uno dedicado a San Antonio Abad en la calleja de Gragea. Tras su eliminación, y para mantener viva la tradición, los vecinos comenzaron a instalar los altares en sus domicilios. Cuando llegaba el Jueves y el Viernes Santo se sacaban a la calle o se abrían las puertas de las casas para que los fieles pudieran acercarse a rezar o cantar saetas. Esta costumbre se mantuvo con el tiempo y, en 1924, el Ayuntamiento impulsó la celebración de un concurso de altares con el Romero de Torres como asesor. El certamen alcanzó un gran auge y se celebró de manera ininterrumpida hasta 1946, siendo 1954 la fecha de su última celebración. Virgen de los Faroles En el muro norte de la Mezquita-Catedral se encuentra el altar de la Virgen de los Faroles. La pintura original, dedicada a la Inmaculada Concepción, databa de finales del siglo XVIII y estaba acompañada por dieciocho faroles. Sin embargo, en 1927 un incendio la destruyó por completo, lo que llevó a su reconstrucción un año después. En ese momento, se instaló una obra de Julio Romero de Torres, que fue retirada en 1936 por temor a un nuevo fuego. En su lugar, se colocó una réplica realizada por su hijo, la cual actualmente se encuentra en fase de restauración. El cuadro original del célebre pintor se puede contemplar en su museo. Retablo de la calle Lineros. / A.J. GONZÁLEZ Nazareno del Adarve Enclavado en la muralla almorávide de la calle Adarve se encuentra el conocido como Nazareno del Adarve, un lienzo obra de Juan Manuel Ayala. En el lugar se ubicaba hasta 1841 un pequeño altar con un ecce homo, que era el único punto de luz en toda la vía, tal y como señalaba Ramírez de Arellano. El retablo estaba alumbrado con lámparas de aceite y fue un importante elemento de devoción popular en el barrio entre los siglos XVIII y XIX. En honor a él, se colocó un lienzo de Juan Manuel Ayala a principios de este siglo y que tuvo que ser restaurado tras ser objeto de vandalismo en el año 2013. Altar de la calle Lineros El altar a San Rafael de la calle Lineros fue construido en 1801. En este punto, anteriormente había una imagen dedicada a la Virgen de Linares que fue destruida. Esto motivó a los vecinos a organizar una recolecta de fondos para erigir un nuevo altar. La pintura principal es obra del baenense Antonio M. Monroy y está flanqueada por dos cuadros que representan a San Acisclo y Santa Victoria. En el friso del altar se puede leer la frase «Medicina Dei», significado del nombre Rafael. Además, se encuentran dos inscripciones con citas del Libro de Tobías, el único libro bíblico en el que aparece el Arcángel. Suscríbete para seguir leyendo
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