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» Comercio y Justicia
Fecha: 10/02/2025 08:19
Por Evangelina Belén Mollar * Exclusivo para Comercio y Justicia La ideología de género ha suscitado debates intensos y polarizados sobre la naturaleza del ser humano, la identidad y las expectativas sociales. En su núcleo, sostiene que lo que define al individuo no es su sexo biológico, sino una construcción cultural de género que es fluida, diversa y subjetiva. Defensores de esta ideología argumentan que el ser humano no está limitado a un sexo determinado biológicamente, sino que tiene la libertad de definirse a sí mismo dentro de un espectro variable, sin atarse a la binariedad de mujer/varón. Este enfoque promueve la autoconstrucción del individuo, sugiriendo que puede determinar su identidad. Autonomía y ruptura Desde la óptica de la ideología de género, la liberación del individuo pasa por la disolución de las “ataduras” impuestas por la naturaleza. En este contexto, se apela a la autonomía irrestricta y la posibilidad de autoconfigurarse según el deseo y la convicción personal. La naturaleza, según esta visión, es un obstáculo que debe ser transformado a través de la acción cultural, estableciendo una desconexión radical entre lo biológico y lo social. Este enfoque ha sido criticado, especialmente en cuanto a las divisiones sociales históricas que intenta abordar. La ideología de género no solo cuestiona las diferencias sexuales, sino también las económicas, sociales y políticas, sugiriendo que todas son construcciones sociales que deben ser superadas. En lugar de centrarse en la eliminación de la injusticia y la opresión de los géneros, se busca la total disolución de cualquier diferencia humana. Presupuestos y desafío Los principios fundamentales de la ideología de género incluyen la diferenciación entre sexo y género, la no coincidencia entre ambos y la variabilidad del género a lo largo del tiempo. En este marco, la diferencia sexual se ve como una construcción cultural y no como un hecho biológico esencial. Esta postura propone que el individuo puede construir su identidad de género de manera completamente independiente de su biología. Sin embargo, esta perspectiva plantea importantes interrogantes desde la bioética. El cuerpo no es un simple objeto que puede ser modificado a voluntad, sino que es la encarnación del ser. El cuerpo humano es una manifestación esencial de la persona, y la identidad está profundamente conectada con su naturaleza biológica. Desde este enfoque, las diferencias sexuales no son meros estereotipos o construcciones sociales, son realidades biológicas ineludibles, originarias y permanentes. El cuerpo no puede ser desvinculado de la persona, ya que a través de él se expresa en el mundo y establece relaciones con los demás. El cuerpo como encarnación La ideología de género desconoce el hecho biológico de que la identidad sexual está profundamente arraigada en la biología. En la bioética personalista, el cuerpo es visto como un medio a través del cual se manifiesta la persona, y no como algo que se pueda cambiar sin afectar la integridad de la identidad humana. La sexualidad humana es un rasgo biológico objetivo: nacemos con un sexo biológico determinado. A partir de estas cuestiones, surgen nuevos interrogantes: ¿es posible considerar el cuerpo de manera aislada, separado de la persona? ¿Es factible configurarlo de acuerdo con los deseos o la voluntad individual? Estas preguntas nos remiten a reflexionar sobre el significado profundo del cuerpo, lo que nos lleva a recordar brevemente los Principios de la Corporeidad descritos por E. Sgreccia en sus escritos de Bioética. -El cuerpo como la encarnación del espíritu: El cuerpo es el lugar donde el espíritu se encarna, formando una unión esencial entre ambos. De esta manera, es la expresión física de la persona (Principio de Encarnación). -La identificación de la persona a través del cuerpo: La persona se define a través de su cuerpo, que presenta una estructura femenina o masculina que no puede intercambiarse. Esta estructura no es un accidente ni algo voluntario (Principio de Identificación). -El cuerpo como medio de comunicación: A través del cuerpo, la persona se manifiesta y es posible conocer su mundo interior a través de su lenguaje corporal (Principio de Comunicación). -El cuerpo como medio de intervención en el mundo: El yo interactúa con el mundo a través de su corporeidad (Medio de Intervención). -El cuerpo como límite de la persona: La persona es contingente y limitada, y es el cuerpo el que define esos límites. La muerte marca el fin de esa limitación y el final de la existencia de la persona. -El cuerpo como sexuado: El cuerpo es masculino o femenino, lo que implica que la persona es sexuada. La ideología de género sostiene que la diferencia sexual es un aspecto irrelevante. Sin embargo, es fundamental recordar que esta diferencia es: -Ineludible, ya que no es posible no ser varón o mujer. -Originaria, pues se establece en el momento de la fecundación, es decir, desde el inicio de la vida. -Permanente, ya que la identidad biológica, determinada por el genoma (característico de la especie, del sexo y del individuo), se mantiene a lo largo de toda la existencia. -Un límite para la persona, dado que una mujer no puede ser varón y viceversa. No obstante, también representa una oportunidad de encuentro y enriquecimiento a través de la reciprocidad y la complementariedad entre los sexos. En algunas ocasiones, puede ocurrir que una persona, aunque sea biológicamente de un sexo, aparenta ser del otro. Sin embargo, existe una diferencia clara entre “ser” y “parecer”. De este modo, el cuerpo no es solo un objeto que se pueda moldear o modificar a voluntad, sino una parte esencial que define nuestra identidad y nuestra relación con el mundo. La diferencia sexual entre hombre y mujer no es un accidente ni un hecho voluntario; es una parte fundamental de lo que somos como seres humanos. La ideología de género, al ignorar esta realidad biológica, pone en peligro la integridad del ser humano, despojando al cuerpo de su significado esencial y generando un distanciamiento entre la persona y su naturaleza. La “infancia trans” Uno de los aspectos más controversiales de la ideología de género es el fenómeno de la “infancia trans”, que ha ganado prominencia en los últimos años. Activistas del colectivo LGBTIQ han propuesto que los niños puedan identificarse con un género distinto al biológico y ser tratados como tales, con el respaldo de intervenciones como el cambio de nombre, ropa y, en algunos casos, el uso de bloqueadores hormonales. Sin embargo, este enfoque plantea preocupaciones desde la bioética, ya que la identificación de un género distinto al biológico en la infancia a menudo se resuelve de forma natural con el tiempo, sin necesidad de intervención médica. La disforia de género, que puede llevar a los niños a identificarse con el sexo opuesto, debe ser tratada como un trastorno psicológico y no como una identidad válida o una opción personal. Las intervenciones tempranas, como la administración de bloqueadores hormonales, pueden tener efectos perjudiciales sobre su crecimiento, fertilidad y salud mental. Desde una perspectiva bioética personalista, es fundamental cuestionar la ética de permitir que se tomen decisiones que puedan alterar irreversiblemente la biología de los niños en nombre de la “diversidad”. Las decisiones relacionadas con el tratamiento hormonal deben considerar cuidadosamente los riesgos a largo plazo. El fenómeno de la identificación de un género distinto al biológico, en muchos casos, tiende a corregirse de manera natural con el tiempo. Sin embargo, los activistas impulsan la cuestión de la “niñez trans”, proponiendo inicialmente normalizar el comportamiento del niño como una “identidad” distinta que debe ser aceptada bajo el concepto de “diversidad sexual”, lo cual, aseguran, enriquece a la sociedad. A partir de ahí, promueven el inicio de un proceso de transición. La primera etapa de este proceso es la transición social, que implica cambios en vestuario, nombre y, principalmente, trato. Posteriormente, sugieren el uso de tratamientos hormonales, comenzando con la administración de bloqueadores de la pubertad. Justifican esta intervención argumentando que, si el niño decide ser transexual en el futuro, la transición será más fácil si no se han desarrollado los caracteres sexuales secundarios de su sexo biológico. Además, sostienen que permitir la pubertad podría ser perjudicial para la salud psicológica del niño. En realidad, este enfoque busca evitar que las hormonas sexuales propias de la pubertad ayuden al adolescente con trastornos de identidad de género a identificarse con su sexo biológico. En conclusión, la sexualidad humana es un rasgo biológico y objetivo que se define de manera binaria, siendo los cromosomas XX y XY indicadores genéticos saludables. Nadie nace con un género; todos nacemos con un sexo biológico, y el género es una construcción sociológica y psicológica. La creencia de que una persona es de un género distinto al de su sexo biológico refleja, en muchos casos, un trastorno psicológico, como la disforia de género, que debe ser tratado como tal, no como un aspecto biológico. Además, la pubertad no es una enfermedad, y el uso de bloqueadores hormonales en niños puede ser peligroso. Estos tratamientos inducen un estado de enfermedad al evitar la pubertad y pueden afectar a niños sanos. Las tasas de suicidio son significativamente más altas entre los adultos que han utilizado hormonas cruzadas o se han sometido a cirugías de reasignación de sexo, lo que plantea serias dudas sobre los efectos a largo plazo de estas intervenciones. Condicionar a los niños a creer que es normal alterar su sexo biológico mediante tratamientos químicos o quirúrgicos constituye un abuso infantil. Respaldar la discordancia de género a través de educación pública y políticas legales podría confundir a los niños y padres, llevándolos a buscar tratamientos médicos en “clínicas de género” que podrían no ser adecuados. Es fundamental cuestionar si, tras la pubertad, un alto porcentaje de estos niños y adolescentes no aceptarían su sexo biológico y lograrían alcanzar una salud física y mental estable. El retorno a la verdad biológica En conclusión, la ideología de género promueve una visión radicalmente diferente de la identidad humana, despojando al cuerpo de su significado biológico y promoviendo la autoconstrucción del género. Sin embargo, la realidad biológica no puede ser ignorada, y la sexualidad humana es un hecho objetivo que no se puede redefinir arbitrariamente. La diferencia entre los sexos es ineludible, originaria y permanente, y aceptar estas diferencias no implica rechazar la diversidad, sino reconocer que la verdadera liberación del ser humano reside en vivir conforme a su naturaleza. La bioética nos invita a reflexionar sobre la importancia de la integridad corporal y la relación entre cuerpo, alma y libertad, resaltando que solo en armonía con nuestra naturaleza biológica podemos alcanzar una comprensión plena de lo que significa ser humano. (*) Abogada. Especialista en Bioética. Integrante del comité de Bioética del Incucai (antes, de la SAU y del Hospital Vélez Sarsfield). Directora Regional para Latinoamérica, división Bioethx, Aquas.inc. (Washington DC). Consultora.
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