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» Elterritorio
Fecha: 09/02/2025 11:25
Cada vez estamos más pendientes del celular, pero no para contestar un mensaje urgente o chequear si alguien se encuentra bien, sino para ver si las redes sociales tienen algo nuevo que ofrecer, scrolleando a fondo sin motivación alguna, pero incapaces de evitarlo domingo 09 de febrero de 2025 | 4:00hs. ‘Una población que no puede prestar atención no puede ser a largo plazo una democracia’, se titula la entrevista que dio el divulgador científico Johann Hari al portal Ethic, en la que realiza un diagnóstico tan preocupante (si no se hace nada para cambiar) como desafiante (en caso de que tomemos el toro por las astas y le encontremos una vuelta a esta sociedad en la que vivimos). Toma como material de estudio aquello que todos sabemos que pasa, lo explica y ofrece algunas alternativas para hacerle frente. Parte el autor de la realidad que nos toca vivir cotidianamente en la casa, la escuela, el trabajo, la calle y hasta en las reuniones sociales: todos, grandes y chicos, pendientes del celular, pero no para contestar un mensaje urgente o chequear si alguien se encuentra bien, sino para ver si las redes sociales tienen algo nuevo que ofrecer, scrolleando a fondo sin motivación alguna, pero incapaces de evitarlo. Cada vez usamos menos el reloj porque el celular lo reemplaza, pero ¿se acuerda usted de qué hora era la última vez que lo consultó? ¿Cuántas veces lo tuvo que volver a sacar porque lo miró sin ver? Vivimos distraídos. ¿Vivimos? No todo tiempo pasado fue mejor, probablemente nunca lo fue, pero es seguro que en algunas cosas sí. Pregúnteselo a un docente de cualquier nivel: niños, adolescentes y hasta adultos jóvenes que no miran al frente incluso cuando se les llama la atención. “Si te interrumpe algo tan simple como un mensaje de texto, te toma, en promedio, 23 minutos recuperar el nivel de concentración que tenías antes de la interrupción. Pero la mayoría de nosotros nunca tenemos 23 minutos sin ser interrumpidos, por lo que operamos constantemente al nivel más bajo de capacidad”, advierte Hari. Cita al neurocientífico Earl Miller al afirmar que sólo podemos pensar conscientemente en una o dos cosas. “Es una limitación fundamental del cerebro humano. Pero hemos caído en una especie de engaño masivo”, advierte Hari: “Lo que haces es malabarismos entre tareas y eso tiene el efecto del coste de cambio: cometes más errores, recuerdas menos, eres mucho menos creativo”. Apunta, justamente, que “la creatividad proviene 100% del pensamiento y la reflexión profundos” y como lo que nos diferencia de la inteligencia artificial y las máquinas en general es “conectar con otros seres humanos y ser creativos”, lo cual requiere “tiempo ininterrumpido y pensamiento profundo”, postula que “vale la pena pensar en el derecho a la desconexión”. El autor se ataja al aclarar que no pretende un mundo sin computadoras, sin celulares, sin internet, porque, de hecho, son inventos que mejoraron nuestras capacidades de un modo que nuestros bisabuelos ni siquiera pudieron imaginar (y mire que Julio Verne predijo un montón de cosas, pero no llegó a tanto). Mantenerse en contacto al instante con familiares y amigos océanos de por medio, estar al tanto de los últimos avances de la medicina, disfrutar de música y películas de manera casi ilimitada, leer en este recóndito punto de la geografía argentina una entrevista a un escritor escocés en un medio español… tantos y tantos beneficios. Sin embargo, la alienación no puede ser el precio a pagar. Para arreglarlo, se requiere que especialistas (en tecnología, en educación, en neurociencia y en muchas materias más) unan esfuerzos y se los trasladen a los gobiernos, que tendrán que tomar las medidas necesarias. Ya sé lo qué está pensando: no confía en los científicos, no confía en los gobiernos. De eso mismo habla Hari: en los 80 se los tomó escuchó, se prohibieron los CFC y se cerró el agujero de ozono. La lógica de hoy en día no lo hubiera permitido. Salgamos, entonces, por un momento de esa lógica, de esa polarización, y si en algunas cosas el tiempo pasado fue mejor, traigámoslas de regreso.
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