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» Misioneslider
Fecha: 06/02/2025 16:32
El brutalista: una mirada crítica al sueño americano Enorme en varios sentidos, discutible o reprochable en otros, “El brutalista”, de Brady Corbet, se presenta como una fuerte reversión del famoso sueño americano, y también como una ostentación de la lucha del artista enfrentado a la cortedad de miras, la prepotencia de los necios y la indiferencia de los otros. En la película, ese artista es un arquitecto maltratado por su empleador. Pero, en cierto sentido, ese artista es el propio Corbet, que contra viento y marea, desafío tras desafío a lo largo de varios años, logró hacer un impactante drama de época con apenas nueve millones de dólares, que ahora es candidato a diez Oscars, de los cuales parece que se llevará dos como mínimo: el de Mejor Director por todo lo asombroso que ha logrado, y el de Mejor Actor, porque esto se banca hasta el final solo gracias al notable Adrien Brody, que pone pasión, sufrimiento y carnadura a lo largo de tres horas y media. Sí, uno de los defectos de esta película es su extensión, y para colmo la última parte es menos atrapante que la primera. Pese a esto, incluso es probable que le den el premio mayor, por los temas que pone sobre la mesa y la oportunidad de esos temas. ¿De qué estamos hablando? La historia transcurre de 1947 a 1960 con un epílogo en 1980, y puede representar la de tantos inmigrantes que huyen de la muerte en vida, pagan derecho de piso en un país que los desprecia, hacen la América, si pueden, se asimilan, o no, triunfan pese a todo, o en el fondo fracasan, y al final de algún modo son reconocidos. En este caso, un judío húngaro sobreviviente de Buchenwald, que ignora si su esposa logró sobrevivir en Dachau, recibe solo el cobijo de un primo con el que mantiene varias diferencias, y más tarde encuentra la dudosa protección de un hijo de rico, ignorante y prepotente, pero con el que intenta hacer lo suyo. ¿Y qué es lo suyo? Antes de la guerra él era un arquitecto de renombre. Ahora quiere volcarse a una obra de estilo brutalista, ese sin adornos, de cemento a la vista, que propuso Le Corbusier a comienzos de los ’50. Un ejemplo de arquitectura brutalista entre nosotros es la Biblioteca Nacional. En la Pensilvania donde se ambienta la historia, es el edificio Edgar Hoover del FBI, que se levantó recién en los ’70. Eso, la Norteamérica de los ’50 lo hubiera rechazado como un feo mamotreto. Por ahí va la historia, que expone asuntos como el racismo, la xenofobia, la resignación de las raíces, el maltrato social, más que contrato, en fin, asuntos eternos que en estos días se hacen aún más evidentes en aquellos lares. Aclaremos, para relativa tranquilidad del lector, que la esposa del arquitecto logró sobrevivir, aunque sea malamente, y llega con una sobrina huérfana que al comienzo de la segunda parte está muda, pero es la que después cierra la película con una declaración que a varios emociona, y a otros cuantos molesta o incomoda. Corbet agrega condimentos formales que hacen lucir más atractiva su historia: rodaje en VistaVision para su proyección en 70 mm., es decir, gran pantalla a la manera de las megaproducciones de aquellos tiempos, intervalo con una obertura particular, igual que aquellas obras, grúas, cámara en mano y ángulos raros cuando la ocasión lo pide, música a veces incómoda, sorprendente, y para la escena de los ’80 un inesperado pero muy coherente empleo del video analógico. La directora de fotografía Lol Crawley, los demás técnicos y artistas, el elenco entero (Adrien Brody, Felicity Jones, Guy Pearce, Alessandro Nivola ) son dignos de elogio. El guión, del propio Corbet y su esposa Mona Fastvold, habría estado mejor con una buena poda. «El brutalista» (The Brutalist, EEUU-Gran Bretaña, 2024); Dir.: Brady Corbet; Int.: Adrien Brody, Felicity Jones, Guy Pearce, Alessandro Nivola, Raffey Cassidy, Isaach De Bankolé.
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