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Parana » AIM Digital
Fecha: 04/02/2025 12:08
Los miembros de la Junta Abya yala por los Pueblos Libres celebramos hoy la milenaria hermandad chileno argentina, y pedimos perdón a todos los pueblos del continente por la actitud de un ciudadano argentino afincado en Chile que esta semana maltrató, con el diccionario completo de la xenofobia, a trabajadores de un comercio en Isla de Maipo. Por la Junta Abya yala por los Pueblos Libres (*) Nos cuesta superar la consternación y el desasosiego que sufrimos frente a la altanería de este sujeto, fruto de la ignorancia y de una educación racista que, con el paso de las décadas, no logra revertir un molde que nos avergüenza. Pero acudimos a nuestras culturas ancestrales, nuestras artes, nuestra historia común, nuestras luchas, para fortalecer esa costura eterna de la hermandad expresada en la misma cordillera, sostenida en el mismo cóndor. Perdón, chilenos y chilenas; perdón, mapuches; perdón, wallmapu; perdón, Venezuela, Haití, el Caribe; perdón, Abya yala. Como ha sido público, este argentino se acercó a un trabajador chileno y le gritó a la cara “negrito”, “tonto”, “tarado”, “mogólico”, “mapuche”, con la intención de descalificarlo. “¡Y vos, mapuche, negrito, hijo de puta, te odio con todo mi ser!.. Pero escuchá, escuchá lo que te dice un argentino, escuchá negrito tonto que parecés haitiano”, le gruñó poniéndose el dedo índice en la sien. Luego trató de “chatarra” a los venezolanos, haitianos, caribeños, y ya no vale la pena agregar más de sus dichos, para deshonra de los argentinos, porque el sujeto desencajado usaba los queridos gentilicios de los pueblos hermanos del Abya yala de modo ofensivo, ante personas que lo escuchaban con mesura y contención. Somos orgullosamente argentinos, orgullosos vecinos de Bruno Alarcón, el paisano de Gualeguay que cruzó la cordillera y fue tambor mayor en la batalla de Maipú, para nuestra honra. Hoy sabemos que hemos caído en desgracia: mal que nos pese, este ciudadano oprobioso de Isla de Maipo es argentino, es uno de nosotros y mal haríamos en tratarlo como ajeno. Somos nosotros quienes debemos reflexionar hondamente sobre el virus que nos corroe, y tratar nuestra enfermedad. Poco importa el motivo de la discusión que dio origen a la embestida racista. Sí importa que, en ese estado de emoción violenta, el sujeto soltó sus filtros y echó mano a un arsenal de prejuicios. No firmaríamos esta carta, que nos sale del corazón, si se tratara de un hecho aislado: lo que este sujeto reveló es una patología social que el estado argentino mismo creó y se ha encargado de reproducir y contagiar por siglos en el país, mediante diversas instituciones y por muchos medios, incluso en las aulas y en la boca de los presidentes, como el actual, experto en maltratar y descalificar. Y es que el colonialismo racista argentino ataca por varios flancos. No pocos roquistas, mitristas, sarmientistas, rosistas, religiosos, anticlericales, conservadores, progresistas, encontramos siempre un atajo para excusar a los compartidarios, y así transmitir el supremacismo edulcorado a las siguientes generaciones. Desde la JAPL saludamos en especial a todas las familias costeras del río Maipo que nace en la cordillera compartida y da sus aguas al mar; saludamos su historia milenaria, sus poesías, sus esfuerzos, sus bellos paisajes. Maipo, del mapudungun “trabajar la tierra”, hermoso nombre con raíz en el Abya yala. Imaginen por favor nuestra pesadumbre, al constatar que un argentino pretenda ofender a un hermano gritándole “mapuche” en un lugar llamado Isla de Maipo, en un lugar llamado Lonquén. Gritándole “negrito” a un ciudadano chileno allí, en ese altar de la Independencia, donde los negros entregaron su vida por la libertad de los dos países. Provocando la discordia allí donde San Martín y O’Higgins se abrazaron. Es difícil hallar palabras para definir el grado de ignorancia y engreimiento que padece este sujeto y se repite en tantos por aquí hasta el absurdo. Qué pena. Y qué pena usar la palabra “haitiano” como un agravio, cuando es la voz que más expresa en todo el planeta Tierra las convicciones y luchas por la emancipación y contra la esclavitud. En el Abya yala todos somos haitianos, todos somos hijos de Toussaint, de Dessalines, de Petion, y más cuando la historia colonial los invisibiliza. No tenemos dudas del orgullo de los pueblos de Lonquén, Naltagua, Islita, El Monte, Isla de Maipo y tantos vecinos por su historia, los mismos que vieron caminar por sus calles a un niñito llamado Víctor Jara y a sus hermanitos, de la mano de su madre Amanda, como recuerda el historiador Hernán Bustos Valdivia. Canta Víctor Jara: “Te recuerdo, Amanda, la calle mojada, corriendo a la fábrica donde trabajaba Manuel. La sonrisa ancha, la lluvia en el pelo, no importaba nada, ibas a encontrarte con él… Son cinco minutos, la vida es eterna en cinco minutos”… Poesía y composición que trascienden las fronteras y que sabemos propias.
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